Convertirse en el alter ego de su vida poligámica. Tomás no quiere entenderlo, pero ella no podía librarse de aquella imagen y trataba de estrechar relaciones con Sabina. Le propuso hacerle unas fotos.
Sabina la invitó a su estudio y ella pudo ver, por fin, aquella amplia habitación en medio de la cual había una cama ancha en forma de cuadrado, como un podio.
«Es una vergüenza que no hayas venido nunca a mi casa», le decía Sabina y le enseñaba los cuadros que estaban apoyados contra la pared. Incluso sacó de alguna parte una obra antigua que había hecho cuando aún estaba en la escuela. Representaba una fábrica en construcción. La había pintado en una época en que la escuela exigía el más severo realismo (el arte no realista era considerado entonces como una subversión del socialismo) y Sabina, llevada por el espíritu deportivo de la apuesta, trataba de ser aún más severa que los profesores y pintaba sus cuadros de modo que no se reconociesen las huellas del pincel y pareciesen fotografías en color.
«Este cuadro se me estropeó. Me cayó una mancha de pintura roja. Al principio estaba muy disgustada, pero luego aquella mancha empezó a gustarme, porque parecía una grieta. Era como si la obra en construcción no fuese una obra de verdad, sino un decorado teatral cuarteado, sobre el cual la fábrica en construcción no estaba más que dibujada. Empecé a jugar con la grieta, a ampliarla, a inventar lo que se podría ver a través de ella. Así pinté mi primer ciclo de cuadros, a los que llamé tramoyas. Por supuesto que nadie podía verlos. Me hubieran echado de la escuela. Delante había siempre un mundo realista perfecto y detrás, como tras la tela rasgada de un decorado, se veía otra cosa, misteriosa o abstracta».
Hizo una pausa y luego añadió: «Delante había una mentira comprensible y detrás una verdad incomprensible».
Teresa la escuchaba nuevamente con esa increíble concentración que pocos profesores han visto en la cara de un alumno suyo y constataba que, en efecto, todos los cuadros de Sabina, antiguos o actuales, hablan siempre de lo mismo, que son todos el encuentro simultáneo de dos temas, de dos mundos, que son como fotografías producidas por una doble exposición. Un paisaje detrás del cual reluce una lámpara de mesa. Una mano que rasga desde atrás el lienzo sobre el que está pintado un bodegón idílico, con manzanas, nueces y un árbol de navidad iluminado.
Sentía admiración por Sabina y, dado que la pintora se comportaba muy amistosamente, aquella admiración no iba acompañada por el miedo ni la desconfianza y se convertía en simpatía.
Casi olvidó que había venido a hacerle fotos. La propia Sabina se lo tuvo que recordar. Quitó la vista de los cuadros y volvió a ver la cama que estaba en medio de la habitación como en un escenario.