Sobre cenizas y sangre, cosecha de los Dragones,
viajó Huma, mecido por los sueños del Dragón Plateado,
con el ciervo perpetuo como guía.
Al final, el último puerto, un templo que quedaba
tan al este que yacía donde el este acababa.
Allí apareció Paladine, en un estanque de
estrellas y gloria, anunciando que,
de todas las alternativas,
la más terrible había caído sobre Huma.
Pues Paladine sabía que el corazón es un nido de
anhelos, que podemos viajar hacia la luz eternamente,
convirtiéndonos en lo que nunca podremos ser.