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A más de uno le ha vuelto loco el parecido entre encantamiento, transfiguración y hechizo, ¡y cuánto se complican las cosas si además añadimos los embrujos, maleficios y maldiciones! Su definición es mucho más sencilla de lo que parece a simple vista.

Hechizo: término genérico para los artificios de varita. Encantamiento: añade propiedades mágicas a la persona, animal u objeto.

Transformación: no se conforma con añadir propiedades mágicas. Transfigura todo su ser, incluso su estructura molecular.

Embrujos: pretenden molestar a alguien, pero no son demasiado dañinos. A menudo se emplean como bromas o en peleas de niños. Merwyn la Maliciosa era una experta en estas artes. Maleficio: se pretende un daño serio en el oponente. Maldición: comprende la magia negra más siniestra.

Esta categorización de magia es enteramente original de Rowling, y difiere mucho de la de otros escritores de fantasía. La trilogía Memorias de Idhún, de la valenciana Laura Gallego, no distingue entre hechizos y conjuros, y ni rastro de encantamientos o maleficios. Hay otras novelas en las que la magia existe pero no recibe ningún nombre especial: tal es el caso de Una Canción de Hielo y Fuego, del estadounidense George R. R. Martin. Si cada libro es un mundo, no es de extrañar que cada escritor imponga sus propias normas para la magia que describe.

EXPECTO PATRONUM

Aunque algunos se dejen impresionar por el tamaño de los patronus más gigantescos, lo cierto es que las medidas no afectan a su fuerza. Un dementor sufrirá igual las consecuencias de un patronus conejo que de un patronus elefante. La fuerza radica en los pensamientos felices que lo invoquen, y no en la forma de su animal. Es el medio de comunicación de la Orden del Fénix por excelencia, ideado por Dumbledore, y los mortífagos no podrían copiarles la idea sin perjudicar a sus aliados los dementores. El patronus es exclusivo de la persona y no puede ser falsificado ni interceptado, como sí ocurre con las lechuzas o conversaciones entre chimeneas.

No es ningún invento del último siglo: Andros el Invencible ya lo conjuraba en la Antigua Grecia, y la leyenda dice que su aspecto era gigantesco. Es extraño, porque salvo por la excepción de Albus Dumbledore (cuyo patronus era un fénix), el del resto de los personajes son criaturas de la fauna muggle, sin rastro de dragones, fwoppers o diricawls. Tampoco se sabe nada de la relación entre las formas del patronus y el animago, que en algunos casos (como el de McGonagall) coinciden. Dado que el mago no puede elegirlas, tenemos que suponer que la magia responde a caprichos muy extraños e imprevisibles. ¿Pero cuál puede ser ese nexo de unión entre el mago y la criatura? Hay que servirse de algunos ejemplos para comprender el cerebro de J. K. Rowling:

Aberforth Dumbledore (una cabra): Parece que la cabra sea el animal que persigue a Aberforth de por vida, incluso desde su infancia. Ya de pequeño le gustaban los cuentos protagonizados por este animal (Gruñona, la cabra era su favorito, tal como se describe en Los Cuentos de Beedle el Bardo), y su afición siguió en la edad adulta, cuando no se despegaba de ellas ni en Cabeza de Puerco. En este caso, la forma que adopta el patronus no es ninguna sorpresa. Igual que con Umbridge, la adoración por el animal se ha traducido en un potente patronus corpóreo.

Albus Dumbledore (un fénix): Su caso es controvertido, porque supone el único patronus de todos los conocidos que no tiene forma de animal no mágico. Hasta que Rowling aclaró el embrollo, una de las teorías más populares sostenía que los patronus sólo podían ser animales de la fauna muggle, como demostraban los ciervos, nutrias o perros de compañía, pero esta ave mágica puso del revés todas las creencias establecidas. ¿El fénix de Albus es un fénix cualquiera, o se trata del mismo Fawkes? ¿Qué vino antes, el patronus o su mascota? Teniendo en cuenta que a sus diecisiete años no se hace mención del animal con el que le conoceríamos décadas después, podemos presumir que Dumbledore no tomó posesión de su mascota hasta que ya sabía que era la forma de su patronus. Es más… ¿no sería precisamente la razón por la que se hizo con Fawkes?

Arthur Weasley (una comadreja): Este patronus, que resultaba tan obvio en la edición original del texto, pasó más desapercibido en la traducción al castellano. No es para menos: Rowling se aprovechaba de un juego de palabras, ya que comadreja en inglés se dice weasel, cuya pronunciación es prácticamente idéntica a la de «Weasley». La escritora nunca ha ocultado la coincidencia, y reconoce que siente predilección por este animal considerado de mal agüero. No para ella, desde luego.

Cho Chang (un cisne): Si bien es cierto que los libros nunca especifican la raza de Cho, el nombre sitúa sus orígenes en el continente asiático, dato que no fue ignorado en el casting de Harry Potter y la Orden del Fénix, donde se buscó una chica británica de ascendencia oriental. Por eso no resulta extraño que el patronus sea un cisne, símbolo asiático de la pureza, la luz y la elegancia.

Dolores Umbridge (un gato): Sólo hay que recordar sus despachos, tanto en Hogwarts como en el Ministerio de Magia, para comprender la relación.

Ernie Macmillan (un jabalí).

Ginny Weasley (un caballo).

Harry Potter (un ciervo). El mismo patronus que su padre.

Hermione Granger (una nutria): Se trata del animal favorito de J. K. Rowling.

James Potter (un ciervo).

Kingsley Shacklebolt (un lince): Existen muchas variedades de este animal, y el libro no especifica de cuál se trata. Sin embargo, por la vestimenta africana con la que se mueve el personaje en la quinta película podemos deducir que se trata de un caracal, el «lince africano».

Lily Potter (una cierva): El patronus de la madre de Harry es la versión femenina del de James, lo que confirma que los sentimientos pueden afectar al encantamiento (ya lo vimos con Nymphadora, afectada por Lupin). La peculiaridad del patronus de Lily, igual que el de Snape, es que el patronus es un animal hembra. El detalle de estas criaturas fantasmales no podría terminar en el sexo, sino también en las características particulares (la marca alrededor de los ojos del gato de McGonagall, o el pelaje del de Umbridge). Lo más sorprendente es que el sexo de un patronus puede ser distinto del sexo de quien lo conjura. ¿A qué responderá tan intrigante magia?

Luna Lovegood (una liebre): La leyenda de la liebre y la luna es sobradamente conocida, por lo que a nadie puede sorprender que Luna Lovegood tenga precisamente este animal por patronus. La mitología de distintas culturas simbolizaban las deidades lunares con la liebre, e incluso los japoneses tienen una leyenda que las une por toda la eternidad.

Minerva McGonagall (un gato).

Nymphadora Tonks (un lobo).

Ron Weasley (un Jack Russell): Con el patronus de Ron descubrimos otra peculiaridad de los patronus, y es que no sólo pueden adoptar la forma de animales mágicos o no mágicos, machos o hembras, sino que incluso tienen una edad concreta. El de Ron es un cachorro, pero no se espera que crezca por más que pasen los años: es un espíritu de magia, después de todo.

Seamus Finnigan (un zorro).

Severus Snape (una cierva).

ENCANTAMIENTO FIDELIUS

Por si no recuerdas en qué consistía este encantamiento, en Harry Potter y el Prisionero de Azkaban se explica muy bien: es una información que es absolutamente imposible de averiguar, porque el secreto está oculto en una persona. Nadie más podrá saber lo que oculta a menos que ésta decida divulgarlo, en calidad del Guardián del Secreto (y Peter Pettigrew lo hizo, por si alguien cree que nadie sería capaz de caer tan bajo).

¿Qué sucede cuando el Guardián del Secreto fallece? Buena pregunta, a la que J. K. Rowling dio respuesta en su página web. Explicó que el Guardián del Secreto es el único que puede revelar la información, cuando ni los propios involucrados podrían hacerlo. A su muerte, el secreto muere con él.

Sin embargo no había pasado un año desde esta explicación cuando Rowling se contradijo de lleno: en Harry Potter y las Reliquias de la Muerte se da una respuesta distinta, revelando que a la muerte del Guardián del Secreto todos los que conocían su secreto se convierten a la vez en Guardianes del Secreto, a partes iguales. Lo vimos con Grimmauld Place y la muerte de Dumbledore, y es por culpa de Hermione que los tres amigos no pueden regresar a la casa de los Black. Cuando dos fuentes se contradicen (en este cuso, JKRowling.com y el séptimo libro) siempre prevalece la más reciente, de modo que la explicación tendría que ajustarse a la del último, pero la escritora podría haber cometido un error de cálculo: en primer lugar porque mientras que en su web escribió un texto dedicado al asunto, en el libro apenas le dio importancia. Rowling podría no haber intentado reinventar, sino equivocarse en un ejercicio de memoria. Tiene más sentido la primera explicación, porque si a la muerte del Guardián del Secreto todos los demás lo fuesen, uno de los objetivos primarios de Lord Voldemort hubiese sido matar a Colagusano: así no tendría que haberse ganado su confianza escurridiza, y podría haber conseguido el secreto a través de muchas personas: Sirius, Dumbledore, Bathilda Bagshot y todos los demás que visitaban la casa de los Potter. El encantamiento Fidelius se basa en la confianza en el depositario del secreto, pero si a la muerte de éste la información fuese conocida por terceros, incluso desconocidos para los interesados, perdería toda su fuerza y poder.

ENCANTAMIENTOS MODIFICADORES DE MEMORIA

Gilderoy Lockhart era un farsante y fanfarrón, pero nadie puede negarle su talento con los hechizos desmemorizadores. Fueron creados por Mnemone Radford (1562-1649), primera desmemorizadora del Ministerio de Magia, y se dividen en dos tipos: los que borran la memoria por completo y los que simplemente modifican unos recuerdos específicos, estos últimos más fáciles de realizar.

No se desmemoriza a todos los muggles. Los hay que tienen que saber, como los padres de estudiantes de Hogwarts o sus parejas. Para evitar que un mago revele su don a todas las muggles con las que sale (podría ser el caso del alumno Roger Davies, al que se le conocen muchas parejas), el Ministerio de Magia podría haber impuesto la norma de revelar el secreto únicamente cuando existiese compromiso de matrimonio. Eso explicaría por qué la señora Finnigan no le contó a su marido que era bruja hasta que estaban casados. A ese mismo problema se tendrá que enfrentar Cho Chang con su pareja muggle, aunque no sabemos si ella esperará al altar para dar la noticia.

Es evidente que el escuadrón de desmemorizadores no ha funcionado siempre a pleno rendimiento. Son muchas las filtraciones del mundo mágico que los magos no han podido tapar: desde el Monstruo del Lago Ness hasta el Yeti, los muggles han conocido buena parte del bestiario. La de Harry Potter no es la única saga en la que los que «saben» tienen que hacer olvidar al resto: ya lo vimos en Men In Black, con su peculiar flash desmemorizante. Es una casualidad, pero tanto el libro como la película aparecieron en julio de 1997.

LOS INMARCABLES

En Harry Potter y el Cáliz de Fuego aprendimos que determinados edificios pueden evitar aparecer en los mapas, gracias a poderosos hechizos. Desconocíamos entonces que también las personas pueden hacerse «inencontrables», de modo que ni las lechuzas puedan dar con ellas. Lord Voldemort es un ejemplo, y Sirius Black otro. En Harry Potter y las Reliquias de la Muerte el trío huye constantemente de los mortífagos, por lo que es posible que ellos también sean «inmarcables». Sin embargo, el libro no menciona que realicen tal hechizo, por lo que todo lo que Voldemort hubiese necesitado para encontrar a su enemigo habría sido una lechuza a la que poder seguir. Resulta cómica la idea, así que esperamos que la inteligente Hermione realizase el hechizo y Rowling olvidó mencionarlo.