—¿Cuánto tiempo queda? —preguntó Jabba desde el estrado.
Los técnicos del fondo de la sala no contestaron. Estaban mirando la RV paralizados. El último escudo estaba a punto de ceder.
Susan y Soshi examinaron los resultados de su búsqueda.
—¿Laboratorios Ilegales? —preguntó Susan—. ¿Quiénes son?
Soshi se encogió de hombros.
—¿Quiere que lo abra?
—Ahora mismo. Seiscientas cuarenta y siete referencias a bombas de uranio, plutonio y atómicas. Parece la mejor opción.
Soshi abrió el enlace. Apareció una advertencia.
La información contenida en este archivo está restringida al uso académico. Cualquier persona sin experiencia que intentara construir uno de los artefactos descritos corre peligro de envenenamiento radiactivo y/o de generar una explosión.
—¿Generar una explosión? —dijo Soshi—. ¡Dios mío!
—Continúe —espetó Fontaine por encima de su hombro—. Vamos a ver qué hay.
Soshi se desplazó por el documento. Dejó atrás una fórmula de nitrato de urea, un explosivo diez veces más potente que la dinamita. La información desfiló como si fuera la receta de los brownies caramelizados.
—Plutonio y uranio —repitió Jabba—. Concentrémonos.
—Retroceda —ordenó Susan—. El documento es demasiado grande. Busque el índice.
Soshi retrocedió hasta encontrarlo.
I. Mecanismo de una bomba atómica
A) Altímetro
B) Detonador de presión de aire
C) Cabezas detonadoras
D) Cargas explosivas
E) Deflector de neutrones
F) Uranio y plutonio
G) Escudo de plomo
H) Espoletas
II. Fisión nuclear/Fusión nuclear
A) Fisión (Bomba-A) y Fusión (Bomba-H)
B) U-235, U-238 y plutonio
III. Historia de las armas atómicas
A) Desarrollo (Proyecto Manhattan)
B) Detonación
1) Hiroshima
2) Nagasaki
3) Secuelas de las detonaciones atómicas
4) Zonas afectadas
—¡Sección dos! —gritó Susan—. ¡Uranio y plutonio!
Todo el mundo esperó a que Soshi encontrara la sección.
—Aquí está —dijo—. Esperen. —Leyó a toda prisa el texto—. Aquí hay mucha información. Toda una tabla ¿Cómo sabremos la diferencia que buscamos? Un elemento se da en la naturaleza, otro es obra del hombre. El plutonio fue descubierto por…
—Un número —le recordó Jabba—. Necesitamos un número.
Susan releyó el mensaje de Tankado. Diferencia principal entre elementos… La diferencia entre… Necesitamos un número…
—¡Espere! —dijo—. La palabra «diferencia» posee múltiples significados. Necesitamos un número, de manera que estamos hablando de matemáticas. Es otro de los juegos de palabras de Tankado. «Diferencia» significa sustracción.
—¡Sí! —dijo Becker desde la pantalla—. Tal vez los elementos tengan números diferentes de protones o algo por el estilo. Si restas…
—¡Tiene razón! —exclamó Jabba, y se volvió hacia Soshi—. ¿Hay números en la tabla? ¿Recuentos de protones? ¿Períodos de vida media? ¿Algo que podamos restar?
—¡Tres minutos! —gritó un técnico.
—¿Y una masa supercrítica? —aventuró Soshi—. Dice que la masa supercrítica del plutonio es de treinta y cinco coma dos libras.
—¡Sí! —dijo Jabba—. Mira en «uranio». ¿Cuál es la masa supercrítica del uranio?
Soshi buscó.
—Mmm… Ciento diez libras.
—¿Ciento diez? —dijo Jabba esperanzado—. ¿Cuánto es ciento diez menos treinta y cinco coma dos?
—Setenta y cuatro coma ocho —dijo Susan—. Pero no creo…
—Apártense —ordenó Jabba al tiempo que se precipitaba hacia el teclado—. ¡Tiene que ser el código desactivador! ¡La diferencia entre sus masas críticas! ¡Setenta y cuatro coma ocho!
—Espere —dijo Susan mientras miraba por encima del hombro de Soshi—. Aquí hay más. Peso atómico. Número de neutrones. Técnicas de extracción. —Examinó la tabla—. El uranio se divide en bario y kriptón. El plutonio hace otra cosa. El uranio tiene noventa y dos protones y ciento cuarenta y seis neutrones, pero…
—Necesitamos la diferencia más evidente —intervino Midge—. La cita dice: «Diferencia principal entre elementos».
—¡Hostia! —blasfemó Jabba—. ¿Cómo sabremos lo que Tankado consideraba la diferencia principal?
—De hecho —interrumpió David—, la pista dice «primaria», no «principal».
La palabra resonó en la mente de Susan como un tiro entre los ojos.
—¡Primaria! —exclamó—. ¡Primaria! —Se volvió hacia Jabba—. ¡El código desactivador es un número primo! ¡Piénselo! ¡Es de lo más lógico!
Jabba se dio cuenta al instante de que Susan tenía razón. Ensei Tankado había forjado su carrera sobre números primos. Eran los bloques fundamentales de todos los algoritmos de encriptación, valores únicos sin otros divisores que uno y ellos mismos. Los números primos eran idóneos para programar códigos porque a los ordenadores les resultaba imposible adivinarlos utilizando el análisis factorial.
—¡Sí! —gritó Soshi—. ¡Es perfecto! ¡Los números primos son esenciales en la cultura japonesa! Se utilizan en los haiku. Tres versos de cinco, siete y cinco sílabas. Todos primos. Todos los templos de Kioto poseen…
—¡Basta! —dijo Jabba—. ¿Qué importa que el código asesino sea un número primo? ¡Las posibilidades son infinitas!
Susan comprendió que Jabba tenía razón. Como los números eran infinitos, siempre podías encontrar otro número primo. Entre cero y un millón, había más de setenta mil opciones. Todo dependía del número que Tankado hubiera decidido utilizar. Cuanto más grande, más difícil sería adivinarlo.
—Será enorme —gruñó Jabba—. Seguro que será un monstruo.
—¡Dos minutos! —gritó alguien desde el fondo de la sala.
Jabba miró la RV con expresión abatida. El escudo final estaba empezando a desmoronarse. Los técnicos corrían por todas partes.
Susan intuyó que estaban cerca.
—¡Podemos hacerlo! —exclamó tomando el control—. ¡De todas las diferencias entre el uranio y el plutonio, apuesto a que sólo una puede representarse con un número primo! Es nuestra pista final. ¡El número que estamos buscando es primo!
Jabba echó un vistazo a la tabla de uranio/plutonio en el monitor y alzó los brazos.
—¡Ahí habrá unas cien entradas! No hay forma de restarlas todas y buscar los primos.
—Un montón de entradas no son numéricas —le animó Susan—. Podemos desecharlas. El uranio es natural, el plutonio de fabricación humana. El uranio utiliza un detonador, el plutonio utiliza implosión. ¡No son números, son irrelevantes!
—Hágalo —ordenó Fontaine.
En la RV, el cortafuegos final era delgado como la cáscara de un huevo.
Jabba se secó la frente.
—De acuerdo. Probar no cuesta nada. Empezad a restar. Yo me ocuparé de la cuarta parte superior de la tabla. Susan, tú de la de en medio. Que los demás se repartan el resto. Buscamos una diferencia cuyo resultado sea un número primo.
Al cabo de pocos segundos, estaba claro que nunca lo conseguirían. Las cifras eran enormes, y en muchos casos las unidades no coincidían.
—Manzanas y naranjas —dijo Jabba—. Tenemos rayos gamma contra pulsaciones magnéticas. Fisionable contra no fisionable. Algunos son puros. Algunos son porcentajes. ¡Es un lío!
—Tiene que estar aquí —dijo Susan—. Hemos de pensar. ¡Existe una diferencia entre el plutonio y el uranio que se nos escapa! ¡Algo sencillo!
—Señores —dijo Soshi. Había creado una segunda ventana y estaba examinando el resto del documento de Laboratorios Ilegales.
—¿Qué pasa? —preguntó Fontaine—. ¿Ha encontrado algo?
—Más o menos. —Parecía inquieta—. ¿Recuerda que dije que la bomba de Nagasaki fue de plutonio?
—Sí —contestaron todos al unísono.
—Bien… —Soshi respiró hondo—. Parece que cometí un error.
—¡Cómo! —exclamó Jabba—. ¿Hemos estado buscando lo que no debíamos?
Soshi indicó la pantalla. Todos se congregaron alrededor y leyeron el texto:
… es común la equivocación de que la bomba de Nagasaki fue de plutonio. De hecho, el ingenio utilizó uranio, como su hermana de Hiroshima.
—Pero si los dos elementos eran uranio —dijo Susan—, ¿cómo vamos a encontrar la diferencia entre los dos?
—Tal vez Tankado cometió un error —aventuró Fontaine—. Quizá no sabía que el combustible de las bombas era el mismo.
—No —suspiró Susan—. Nació con las manos deformes por culpa de una de esas bombas. Conocía muy bien los hechos.