Tres rostros que contenían la respiración lo observaban todo desde la ventana de la sala de conferencias del director, muy por encima de la cúpula de Criptografía. La explosión había sacudido todo el complejo de la NSA. Leland Fontaine, Chad Brinkerhoff y Midge Milken miraban horrorizados el espectáculo en silencio.
Veintiún metros más abajo, la cúpula de Criptografía ardía. El techo de policarbonato seguía intacto, pero bajo el envoltorio transparente, el fuego se propagaba. Columnas de humo negro remolineaban dentro de la cúpula.
Los tres miraban sin decir palabra. El espectáculo poseía una grandeza siniestra.
Fontaine habló por fin, con voz tenue pero firme.
—Midge, envíe un equipo a Criptografía. Ahora mismo.
Al otro lado de la suite, el teléfono de Fontaine empezó a sonar.
Era Jabba.