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Strathmore guardó el SkyPager en el bolsillo y escudriñó la oscuridad en dirección de Nodo 3.

Cogió la mano de Susan.

—Vamos.

Un prolongado grito gutural se oyó en las tinieblas. Una figura estruendosa se cernió sobre ellos, como un camión sin faros delanteros. Un instante después se produjo una colisión y Strathmore resbaló por el suelo.

Era Hale. El buscapersonas les había delatado.

Susan oyó el ruido de la Beretta al caer. Por un momento se quedó paralizada, sin saber adonde huir ni qué hacer. Su instinto le aconsejaba escapar, pero no tenía el código del ascensor. Su corazón le decía que ayudara a Strathmore, pero ¿cómo? Cuando se volvió desesperada, esperó escuchar el sonido de una lucha a vida o muerte en el suelo, pero no oyó nada. Se había hecho un silencio repentino, como si Hale hubiera atacado al comandante y luego hubiera desaparecido en la negrura.

Esperó y se esforzó por ver en la oscuridad, con la esperanza de que Strathmore se encontrara bien. Después de lo que se le antojó una eternidad, susurró:

—¿Comandante?

Nada más decirlo, comprendió su error. Un instante después el olor de Hale se materializó detrás de ella. Se volvió demasiado tarde. Se retorció en busca de aire. Se sintió aplastada por una presa familiar, con la cara apoyada contra el pecho de Hale.

—Las pelotas me están matando —jadeó él en su oído.

Las rodillas de Susan se doblaron. Las estrellas de la cúpula empezaron a girar sobre ella.