—¿Susan? —jadeó Hale con la cara pegada a la de ella.
Estaba sentado a horcajadas encima de Susan, apoyando todo el peso sobre su abdomen. Su cóccix se clavaba en su pubis a través de la tela de la falda. Su nariz goteaba sangre sobre ella. Susan sintió náuseas. Hale le estaba manoseando los pechos.
No sentía nada. ¿Me está tocando? Tardó un momento en darse cuenta de que el criptógrafo estaba abrochándole el último botón para cubrirla.
—Susan —jadeó Hale sin aliento—. Has de sacarme de aquí.
Ella estaba aturdida. Nada tenía sentido.
—¡Has de ayudarme, Susan! ¡Strathmore mató a Chartrukian! ¡Yo lo vi!
Las palabras tardaron un momento en registrarse en su mente. ¿Strathmore mató a Chartrukian? Hale ignoraba que Susan le había visto abajo.
—¡Strathmore sabe que le vi! —insistió Hale—. ¡Me matará a mí también!
Si Susan no hubiera estado sin aliento a causa del miedo, se habría reído en su cara. Reconoció la táctica de «divide y vencerás» del ex infante de marina. Inventa mentiras. Enfrenta a tus enemigos.
—¡Es verdad! —gritó—. ¡Hemos de pedir ayuda! ¡Creo que los dos estamos en peligro!
Ella no creía ni una palabra de lo que decía.
A Hale le dolían las piernas, y elevó un poco las caderas para trasladar el peso de su cuerpo. Quiso decir algo, pero no tuvo ocasión.
Cuando alzó su cuerpo, Susan sintió que sus piernas recuperaban la circulación. Antes de saber lo que había pasado, instintivamente lanzó su pierna izquierda contra la entrepierna de Hale. Sintió que la rodilla se estrellaba contra el blando saco de tejido que colgaba entre las piernas del hombre.
Hale gimió de dolor y se desplomó. Rodó de costado y se llevó las manos a los testículos. Susan se liberó del peso muerto. Se tambaleó hacia la puerta, convencida de que no tenía fuerzas suficientes para salir.
Tomó una decisión instantánea, se colocó detrás de la larga mesa de reuniones de arce y hundió los pies en la alfombra. Por suerte, la mesa tenía ruedecillas. Se dirigió con todas sus fuerzas hacia la pared de cristal arqueada empujando la mesa.
A metro y medio de la pared, Susan propinó un fuerte empellón a la mesa y la lanzó. Saltó a un lado y se cubrió los ojos. Después de un estruendo demencial, la pared estalló en una lluvia de cristales. Los sonidos de Criptografía invadieron Nodo 3 por primera vez desde que había sido construido.
Susan alzó la vista. A través del agujero mellado, vio la mesa. Aún seguía rodando. Giró en círculos erráticos sobre el suelo de Criptografía y desapareció por fin en la oscuridad.
Se calzó de nuevo, dirigió una última mirada a Hale, que aún seguía retorciéndose, y salió atravesando un mar de cristales rotos hacia la planta de Criptografía.