Los lavabos de Criptografía no tenían ventanas, y la oscuridad que rodeaba a Susan Fletcher era absoluta. Permaneció inmóvil un instante, mientras intentaba orientarse, muy consciente de la sensación de pánico que se había apoderado de su cuerpo. Daba la impresión de que el espantoso grito procedente del conducto de ventilación reverberaba a su alrededor. Pese a su esfuerzo por controlar la oleada de miedo, no pudo lograrlo.
Presa de un frenesí de movimientos involuntarios, comenzó a tantear en la oscuridad las puertas de los servicios. Desorientada, cruzó la negrura con las manos extendidas ante ella, e intentó hacerse una imagen mental de la habitación. Volcó un cubo de basura y tropezó con una pared de azulejos. Siguió la pared con la mano en dirección a la salida y manoteó con el pomo de la puerta. La abrió y salió tambaleante a Criptografía.
Se quedó paralizada por segunda vez.
La planta de Criptografía no se parecía en nada a lo que era minutos antes. Transltr se había convertido en una silueta gris que se recortaba contra la tenue luz crepuscular que se filtraba por la cúpula. Todas las luces del techo se habían apagado. Ni siquiera brillaban los teclados electrónicos de las puertas.
Cuando los ojos de Susan se adaptaron a la oscuridad, vio que la única luz de Criptografía procedía de la trampilla abierta, un tenue resplandor rojizo que surgía de las profundidades. Avanzó hacia él. Percibió un leve olor a ozono en el aire.
Cuando llegó a la trampilla, escudriñó el hueco. Los conductos de freón continuaban expulsando una neblina remolineante a través de la niebla roja, y por el zumbido agudo de los generadores, Susan dedujo que Criptografía estaba funcionando gracias al suministro de emergencia. Distinguió a Strathmore de pie en la plataforma de abajo. Estaba inclinado sobre la barandilla, con la vista clavada en las profundidades del pozo de Transltr.
—¡Comandante!
No hubo respuesta.
Susan empezó a bajar por la escalerilla. El aire caliente se coló por debajo de su falda. Los escalones estaban resbaladizos debido a la condensación. Pisó el rellano enrejado.
—¿Comandante?
Strathmore no se volvió. Miraba algo con estupor, como si estuviera en trance. Susan siguió su mirada más allá de la barandilla. Por un momento no vio nada, salvo hilillos de vapor. Después la vio de repente. Una figura. Seis pisos más abajo. Apareció un momento entre las columnas de vapor. Una vez más. Una masa confusa de miembros retorcidos. Treinta metros más abajo, Phil Chartrukian estaba empalado en las aletas de hierro afiladas del generador principal. Su cuerpo estaba achicharrado. Su caída había interrumpido el suministro de energía principal de Criptografía.
Pero la imagen más escalofriante no era la de Chartrukian, sino la de otro cuerpo, a mitad de la larga escalera, acuclillado, oculto en las sombras. El cuerpo musculoso era inconfundible. Greg Hale.