En el interior de Nodo 3, Susan se descubrió paseando frenéticamente. Ojalá hubiera dejado en evidencia a Hale cuando tuvo la oportunidad.
Él se sentó ante su terminal.
—La tensión mata, Sue. ¿No te gustaría quitarte algún peso de encima?
Ella se obligó a tomar asiento. Había pensado que Strathmore ya habría dejado de hablar por teléfono y volvería para hablar con ella, pero no había hecho acto de aparición todavía. Intentó conservar la calma. Contempló la pantalla de su ordenador. El rastreador realizaba su trabajo por segunda vez. Ahora era indiferente. Susan sabía qué dirección devolvería: GHALE@crypto.nsa.gov.
Alzó la vista hacia el despacho de Strathmore y supo que ya no podía esperar más. Había llegado el momento de interrumpir la llamada telefónica del comandante. Se levantó y caminó hacia la puerta.
De pronto, Hale pareció inquieto, consciente sin duda del extraño comportamiento de Susan. Cruzó a toda prisa la sala y la alcanzó en la puerta. Se cruzó de brazos y le cortó el paso.
—Dime qué ocurre —le exigió—. Aquí está pasando algo. ¿Qué es exactamente?
—Déjame salir —dijo ella con la mayor severidad posible, pero se sintió en peligro.
—Venga —insistió Hale—. Un poco más y Strathmore despide a Chartrukian por hacer su trabajo. ¿Qué está pasando en Transltr? Ningún diagnóstico se prolonga durante dieciocho horas. Eso es una chorrada, y tú lo sabes. Dime qué está pasando.
Susan entornó los ojos. ¡Sabes muy bien lo que está pasando!
—Apártate, Greg —ordenó—. He de ir al lavabo.
Hale sonrió. Esperó un largo momento y luego se apartó.
—Lo siento, Sue. Sólo estaba flirteando.
Susan salió de Nodo 3. Cuando pasó ante la pared de cristal, sintió los ojos de Hale clavados en ella.
Se encaminó de mala gana hacia los lavabos. Tendría que desviarse antes de ir a ver al comandante. Greg Hale no sospecharía nada.