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En un cuarto para guardar sábanas situado en la tercera planta del Alfonso XIII, una doncella yacía inconsciente en el suelo. El hombre de las gafas con montura metálica devolvió al bolsillo de la mucama una llave maestra del hotel. No había oído su grito cuando la golpeó, pero no tenía forma de saberlo con seguridad. Era sordo desde los doce años.

Se llevó una mano, con cierta reverencia, al artilugio con baterías que llevaba al cinto. Regalo de un cliente, la máquina le había dado una vida nueva. Ahora podía recibir sus encargos en cualquier parte del mundo. Todas las comunicaciones llegaban al instante, y sin dejar rastro.

Cuando pulsó el interruptor experimentó una oleada de ansiedad. Sus gafas cobraron vida. Una vez más, sus manos hendieron el aire y empezaron a teclear. Como siempre, había averiguado el nombre de sus víctimas, algo tan sencillo como registrar un billetero o un bolso. Los contactos en sus dedos actuaron y las letras aparecieron en las lentes de sus gafas como fantasmas en el aire.

ASUNTO: ROCÍO EVA GRANADA. LIQUIDADA

ASUNTO: HANS HUBER. LIQUIDADO

Tres pisos más abajo, David Becker pagó su consumición y paseó por el vestíbulo, con el vaso medio lleno en la mano. Se dirigió a la terraza exterior en busca de aire fresco. Ir y volver, pensó. Las cosas no habían salido como esperaba. Tenía que tomar una decisión. ¿Debía rendirse y volver al aeropuerto? Un asunto de seguridad nacional. Blasfemó por lo bajo. ¿Por qué habían enviado a un profesor?

Desapareció de la vista del camarero y tiró la bebida restante en la maceta de unos jazmines. El vodka le había achispado. El borracho más barato de la historia, le llamaba Susan a menudo. Después de llenar el vaso con agua de una fuente cercana, tomó un largo sorbo.

Se estiró varias veces para disipar el leve sopor que se había apoderado de él. Después dejó el vaso y cruzó el vestíbulo.

Cuando pasó ante el ascensor, las puertas se abrieron. Había un hombre dentro. Sólo vio unas gafas con montura metálica. El tipo se sonó la nariz con un pañuelo. Becker sonrió cortésmente… y salió a la sofocante noche sevillana.