CANTO XXXIII

CÍRCULO IX: TRAIDORES.

ANTENORA. TOLOMEA.

Ugolino della Gherardesa, Ruggieri degli Ubaldini.

Tolomea: traidores a parientes y amigos. Alberigo dei Manfredi, Branca Doria.

La boca alzó de su feroz comida

el pecador, limpióla en la melena

3de la cabeza por detrás herida

y dijo: «Renovar quieres la pena

que me hace odiar desesperadamente

6 que, antes de hablar de ella, me enajena.

Pero si mis palabras son simiente

de infamia para el falso que me como,

9lloraré y hablaré conjuntamente.

No sé quién eres tú e ignoro cómo

has bajado hasta aquí: por florentino,

12cuando oigo tus palabras, yo te tomo.

Conde he sido y mi nombre era Ugolino[295],

y éste, que era arzobispo, fue Ruggiero[296]:

15y escucha por qué soy tan mal vecino.

Por culpa, sí, de su consejo artero

y confiando en él, yo fui prendido

18y luego muerto, e insistir no quiero;

pero lo que jamás habrás sabido

es lo cruel que fue mi dura muerte;

21lo oirás, y sabrás si me ha ofendido.

Un tragaluz de aquella torre fuerte

a la que el nombre de Hambre yo le he dado

24—que otros en ella sufrirán mi suerte—

por su hueco me había ya mostrado

muchas lunas, y entonces tuve un sueño

27y el velo del futuro fue rasgado.

Éste se me mostró señor y dueño,

lobo y lobeznos en el monte ojeando

30que separa al pisano del luqueño.[297]

Lanfranco iba delante, con Gulando

y Sismondi; con perros mal comidos[298]

33y listos, les estaba caza dando.

Tras muy poco correr, miré rendidos

al padre y a los hijos, y creía

36verlos por los colmillos malheridos.

Al despertar, cuando empezaba el día,

a mis hijos, tras signos tan crueles,

39pedir pan entre sueños les oía.

Muy duro debes ser si no te dueles

pensando lo que el pecho me anunciaba;

42y si es así, ¿por qué llorar tú sueles?

sentí cómo clavaban la salida

de la espantosa torre desde fuera:

45y, por su sueño, cada cual dudaba;

sentí cómo clavaban la salida

de la espantosa torre desde fuera:

48los miré con la lengua enmudecida.

Yo no lloraba, tal mi espanto era;

y, llorando, mi Anselmo preguntó:

51“¿Por qué mirando estás de esa manera?”.

Mas no lloré, y mi boca se calló

todo aquel día y se siguió callando

54hasta que un nuevo sol su luz mostró.

Cuando un rayo de sol ya estaba entrando

en la cárcel, mi aspecto suponía

57por los cuatro que estaba contemplando;

por el dolor, las manos me mordía;

y ellos así me hablaron, pues movido

60por el hambre creyeron que lo hacía:

“Menos nos dolerá, padre querido,

si nos comes; de carne nos vestiste

63y puedes desnudar lo que has vestido”.

Por no apenarlos me calmaba, triste;

un día y otro mudos estuvimos.

66¡Ay!, ¿por qué, cruel tierra, no te abriste?

Así hasta el día cuatro transcurrimos,

y a mis pies Gado se arrojó gritando:

69“¡Oh padre, ayúdanos, porque morimos!”.

Allí murió; como me estás mirando,

a los tres vi morir, uno por uno,

72entre el quinto y el sexto; y delirando

y ciego ya, cuando tocaba a alguno

de los cuatro, aunque muerto, le llamaba;

75después, más que el dolor pudo el ayuno».

Esto dijo, y la vista extraviaba;

en el mísero cráneo hincó los dientes

78y, cual un can, los huesos atacaba.

Ay Pisa, vituperio de las gentes

del bello suelo donde el se entona,

81¿por qué no te castigan diligentes?

¡Muévanse la Capraia y la Gorgona[299]

y del Arno a obstruir vayan la hoz

84de modo que ahogue en ti a toda persona!

Pues, de Ugolino, si corrió la voz

de haber tus fortalezas entregado,

87no debiste a los hijos ser feroz.

Su poca edad libraba de pecado

a Uguicción, nueva Tebas[300], y al Brigada

90y a los dos que en el canto ya he nombrado.

Pasamos más allá, done la helada

rudamente a otra gente recubría,

93y no puesta de pie, sino tumbada.

Allí el llanto llorar no consentía

porque los ojos le negaban paso

96y, aumentando el dolor retrocedía,

pues las primeras lágrimas del laso

forman, cual de cristal, una visera

99y llenan so las cejas todo el vaso.

Y aunque yo encallecido ya tuviera

por tanto frío todo sentimiento

102e insensible del todo el rostro fuera,

me pareció que lo azotaba un viento:

«Maestro —dije—, ¿quién al aire mueve,

105si aquí ningún vapor encuentra asiento?».

Y él contestó: «Te encontrarás en breve

en donde te pondrán de manifiesto

108tus mismos ojos quién el soplo llueve».

Y un alma que sufría aquel molesto

tapón nos dijo: «¡Oh almas criminales,

111tanto que os ha tocado el postrer puesto,

levantadme del rostro estos cristales

para que mi dolor salida tenga

114antes que forme el llanto otros iguales».

«Di quién eres, si esperas que yo venga

en tu ayuda; y si miento, yo te digo

117que el fondo de este hielo me contenga.»

«Yo soy —me contestó— fray Alberigo[301],

yo soy el de las frutas de mal huerto,

120y el dátil aquí cambio por el higo.»

«Oh —le repuse yo—, pero ¿ya has muerto?»

«Qué es de mi cuerpo —dijo el alma rea—

123allá en el mundo, no lo sé por cierto.

Esta ventaja tiene Tolomea[302],

que al alma muchas veces ha alojado

126cuando Átropos[303] los dedos no menea.

Y para que me arranques de buen grado

las lágrimas vidriadas de la cara,

129sabe que cuando el alma ha traicionado,

como hice yo, del cuerpo la separa

un demonio, que luego lo gobierna

132hasta que el curso de su vida para.

Ella viene a caer a esta cisterna,

quizás arriba el cuerpo se esté viendo

135de la sombra que aquí detrás inverna.

Que sabes de él, pues caes ahora, entiendo,

que es Branca Doria[304], y ya pasaron años

138desde que aquí detrás está yaciendo.»

Yo respondí: «No creo tus engaños,

que Branca Doria vive todavía

141y come y bebe y duerme y viste paños».

Y él dijo: «Miguel Zanque no se había

en el pozo de pez hirviente hundido

144y aún a los Malasgarras no temía,

Y ya estaba su cuerpo poseído

por un diablo, y también el del insano

147deudo[305] que a su traición estaba unido.

Mas ya debes tender a mí la mano

y abrir mis ojos». Pero no hice nada,

150porque fue cortesía ser villano.

¡Oh genoveses, gente depravada

por vicios mil, y a la virtud extraña,

153¿por qué no eres del mundo desterrada?!

Con la sombra peor de la Romaña[306]

a uno vuestro he encontrado en lo profundo,

156cuya alma en el Cocito ya se baña

mientras su cuerpo vive en este mundo.