CANTO XXI

CÍRCULO VIII. BOLSA V: MALASGARRAS

Malasgarras: Malacola, Desgreñao, Alirrot, Piesfríos, Perrazo, Barbacrespa, Putañero, Veneno de Serpiente, Muerdecirios, Ganchofiero, Trampa y Sarampión. Sumergidos en pez hirviendo.

Anciano de Lucca.

Así, de puente en puente, conversando

de lo que esta comedia no se cura,

3fuimos; y en lo alto nos paramos cuando

pretendimos ver bien la nueva hondura

de Malasbolsas y otros llantos vanos;

6y la encontré admirablemente oscura.

Como, en el arsenal, los venecianos

hierven la tenaz pez en la invernada

9y embrean los bajeles que no sanos

están para la mar; y es fabricada

nueva nave por unos o, afanosos,

12calafatean otros la averiada,

y proa y popa arreglan industriosos,

o entre remos y cuerdas se reparte

15su afán, y alzan trinquetes poderosos;

tal, por el fuego no, con divina arte,

hirviendo estaba abajo pez pringosa

18que impregnaba el hondón de parte a parte.

Yo la miré, mas no observé otra cosa

que las burbujas que el hervor alzaba:

21se inflaba y desinflaba, pegajosa.

Mientras atentamente la miraba,

mi maestro gritó: «¡Fíjate, aguarda!»,

24y me llevó del sitio donde estaba.

Entonces me volví como quien tarda

en ver aquello de que huir debiera

27y al que un temor, de pronto, le acobarda:

que, por mirar, no emprende la carrera;

y un diablo negro vi que velozmente,

30venía recorriendo la escollera.

¡Era fiero su aspecto, e imponente!

Y, con sus alas y sus pies ligeros,

33¡qué horrible parecióme de repente!

En los hombros agudos y altaneros

por las ancas cargaba a un condenado

36y agarraba sus pies con dedos fieros.

«¡Malasgarras[172] —gritaba a nuestro lado—,

un anciano va ahí de Santa Zita[173]!

39Hundidle bien, que vuelvo disparado

a esa tierra que da copia infinita:

todo hombre allí es rufián, salvo Bonturo;[174]

42del no, por vil metal, hacen un ita[175]

Lo tiró y, por el alto escollo duro,

se alejó tan veloz que no tan presto

45pone el can al ladrón en un apuro.

Se hundió aquél y afloró, de espaldas puesto,

mas los diablos que al puente se acogían,

48«El Santo Rostro no se halla aquí expuesto

ni esto es baño en el Serquio —le decían—.[176]

Si no quieres probar nuestros harpones,

51no salgas de la pez». Luego le herían

cruelmente con más de cien rejones,

diciendo: «Has de bailar bajo techado

54y tramar a escondidas tus traiciones».

No de otro modo el marmitón, armado

de tridente, hunde presto en la caldera

57la carne que en el guiso sale a nado.

El buen maestro, «Tal vez mejor fuera

que no te adviertan: puedes esconderte

60—dijo— tras un peñón de la escollera;

y aunque me ofendan nada has de temerte,

que de estas cosas ya soy noticioso

63y otras zambras he visto de esta suerte».

A la orilla pasó del sexto foso,

lo más alto del puente atravesando,

66y lo hizo con espíritu animoso.

Con el ciego furor con que, ladrando,

atacan los mastines al mendigo

69que de pronto se para suplicando,

salieron de debajo del abrigo

con los garfios en alto, amenazantes,

72y él gritó: «¡Nadie sea felón conmigo!

Si me queréis pinchar con los trinchantes

que esgrimís, lléguese uno hasta mi lado

75y, tras oírme, aconsejaos bien antes».

«¡Que vaya Malacola!», así han gritado.

Se paran todos y uno solo avanza

78diciendo con desdén: «¿Te crees salvado?».

«¿Y crees tú, Malacola, que si alcanza

mi ánimo a estar aquí —dijo el maestro—,

81libre de vuestro hierro y asechanza,

no es por querer divino y hado diestro?

Dejadme andar, que el cielo lo ha querido,

84mientras este camino a otro le muestro.»

Entonces fue su orgullo tan vencido

que dejó caer al suelo su tridente

87y a los otros mandó: «¡No sea herido!

—Y el guía a mí—: ¡Oh tú, que tras el puente

y las rocas estás agazapado:

90puesto que a salvo estás, conmigo vente!».

Por lo que, sin tardar, volé a su lado

y los diablos se echaron adelante:

93temí que no cumplieran lo pactado.

Así he visto temer a mucho infante

que huía, bajo pacto, de Caprona,[177]

96viendo a tanto enemigo vigilante.

Yo me arrimé con toda mi persona

a mi guía, y los ojos no quitaba

99de aquella gente tova y peleona.

Inclinaban los garfios y uno aullaba:

«¿Queréis que le dé un tiento en el trastero?».

102Y otro: «¡Métele mano!», contestaba.

Peor el demonio que le habló primero

a mi guía, volvióse presuroso

105y «¡Quieto, Desgreñao! —dijo severo.

Y a nosotros—: Volver aquí es forzoso

porque la vía aquí se halla cortada,

108que el arco sexto, al fondo, está ruinoso.

Mas si os place seguir vuestra jornada,

andad por estas rocas sin demora

111hasta otro escollo que es senda adecuada.

Cinco horas más tarde de esta hora,

hizo ayer mil doscientos y sesenta

114y seis años que hundióse.[178] Mando ahora

a un grupo de éstos porque tomen cuenta

de si alguno a secar se está poniendo:

117id con mi gente; no será violenta.

Alirroto, Piesfríos —fue diciendo—,

y tú, Perrazo, dad un paso al frente;

120ve a los diez, Barbacrespa, dirigiendo.

Putañero, Veneno de Serpiente,

Muerdecirios dentón y Ganchofiero

123vayan, y el Trampa y Sarampión demente.

Id dándole la vuelta al hervidero;

que éstos lleguen a salvo al otro lado,

126hasta el escollo que se encuentra entero».

«¡Oh maestro, ay de mí! —dije aterrado—.

¿Qué es esto? Vamos solos sin compaña,

129si sabes ir, que no la he reclamado.

Si, como sueles, tienes tanta maña,

¿no ves que rechinando están los dientes

132y se guiñan los ojos con gran saña?»

Y él a mí: «Tu temor quiero que ahuyentes:

déjalos que rechinen a porfía,

135que es cosa que hacen por las pobres gentes».

Por el escollo izquierdo hicimos vía;

mas, sacando la lengua, una burleta

138antes de andar hicieron a su guía,

y él usó el culo a modo de trompeta.