CANTO XX

CÍRCULO VIII. BOLSA IV: ADIVINOS

Sus cabezas miran a espaldas.

Anfiarao, Tiresias, Aronte, Manto, Eurípilo, Miguel Escoto, Guido Bonatti, Asdente.

De nueva pena debo escribir versos

y dar materia a este veinteno canto

3de mi primer cantar, que es de submersos.

Yo me hallaba dispuesto mientra tanto

y el descubierto foso contemplaba

6que era bañado de angustioso llanto;

por el redondo valle caminaba,

cual de una procesión al paso lento,

9gente que iba llorando y se callaba.

Cuando bajé la vista, vi al momento

vueltos estar maravillosamente

12desde do el cuello tiene nacimiento;

a su espalda miraba aquella gente

y marchar hacia atrás les convenía,

15pues no podían caminar de frente.

Acaso, padeciendo perlesía,

torcido de tal forma alguno quede,

18pero nunca lo vi, ni lo creería.

Si Dios que saques fruto te concede,

lector, de tu lectura, ve pensando

21si rostro alguno seco quedar puede

a nuestra propia imagen contemplando

torcida, cual la vi: que les bañaba

24el llanto, entre ambas nalgas resbalando.

Llorando, sí, en las rocas me apoyaba

del duro escollo, y díjome mi guía:

27«Que fueras otro necio no pensaba.

Mate aquí a la piedad el alma pía:

¿quién es más criminal que aquel que siente

30el castigo que al malo Dios envía?

Contempla ahora, tras alzar la frente,

al que se hundió ante Tebas en la tierra;

33gritaban los tebanos: “¡Oh, deténte

Anfiarao[160]! ¿Por qué dejas esta guerra?”.

Pero éste sin parar siguió cayendo

36hasta Minos, que a todos los aferra.

Considera a su pecho espalda siendo:

porque demás mirar quiso adelante,

39mira hacia atrás y va retrocediendo.

Mira a Tiresias[161], que mudó el semblante

cuando de macho en hembra se cambiara

42y no conservó miembro semejante;

y otra vez de golpear con una vara

hubo a las dos serpientes: convenía

45para que su viril plumaje hallara.

Tras de su vientre Aronte[162] anda su vía,

el que en los montes Lunios, que trabajo

48brindan al Carrarés, morado había

del mármol blanco en cavernoso tajo;

desde allí dirigía sus miradas

51al cielo, y contemplaba el mar debajo.

Ve cómo, con las trenzas destrenzadas,

sus tetas cubre aquella pecadora,

54que ambas de espeso vello están pobladas.

Manto fue, y muchas tierras corrió otrora[163]

hasta quedarse en la que yo he nacido:

57por eso que me escuches quiero ahora.

Tras el padre caer y haber sufrido

de Baco[164] la ciudad el yugo aciago,

60vagabunda en el mundo la hija ha sido.

En la alta Italia bella yace un lago,

al pie del Alpe que a Alemania cierra,

63sobre el Tirol, y llámase Benago.

De mil fuentes bañado va a la sierra

—por Camónica y Garda— de Apenino

66el agua que, al final, el lago encierra.

Hay en medio un lugar al que el trentino

pastor —y el de Verona y el bresciano—

69bien puede bendecir, si hace el camino.

Se halla Pesquiera, arnés bello y lozano

contra bresciana y bergamasca gente,

72a la ribera baja muy cercano.

El caudal que el Benago no consiente

en su seno, conviértese allí en río

75que entre pastos desliza su corriente.

Tan pronto como el agua cobra brío,

con el nombre de Mencio es designada

78hasta Governo, donde su albedrío

rinde al Po. En su principio, una llanada

en vasta charca a la corriente muda,

81que se halla en el verano desecada.

Pasando por allí la virgen cruda,

una tierra vio en medio del pantano

84de cultivos y rústicos desnuda.

Allí, para evitar el trato humano,

con sus siervos quedóse y con sus artes,

87y allí moró y dejó su cuerpo vano.

Las gentes que ocupaban esas partes

se acogieron a aquel refugio fuerte

90cuyos pantanos eran los baluartes.

Sobre el despojo que dejó su muerte

fundaron la ciudad y la llamaron

93Mantua, por ella, sin augurio o suerte.

Más gentes al principio la poblaron,

y después Casalodi y su locura

96 de Pinamonte el fraude provocaron.[165]

De esto te advierto; y tú siempre procura,

si de otro modo escuchas este cuento,

99que a la verdad no haga el embrollo oscura».

Y yo: «Maestro, tu razonamiento

tan cierto es para mí que otras razones

102serían como pelos en el viento.

Mas di si en estas tristes procesiones

a alguno ves pasar digno de nota

105—que en eso pienso yo— por sus acciones».

«Ese —me dijo— cuya barba flota

junto al moreno dorso, cuando estaba

108sin hombres Grecia, en época remota,[166]

que apenas sí en las cunas los hallaba

en Áulide fue augur y, con Calcanto[167],

111cuándo soltar la amarra declaraba.

Fue Eurípilo[168] su nombre: así lo canto

de mi excelsa tragedia en algún trecho;

114lo sabes tú, que la conoces tanto.

Ese otro cuyo flanco es tan estrecho

Miguel Escoto[169] fue, quien ciertamente

117mágicos fraudes cuando vivo ha hecho.

Mira a Guido Bonatti; mira a Asdente,[170]

que ahora querría el cuero y el bramante

120manejar, pero tarde se arrepiente.

Mira a la gente que dejó vacante,

cambiándolas por hierbas, la canilla

123y la aguja y tornóse nigromante.

Mas ven, que con sus zarzas Caín brilla

entre ambos hemisferios y la onda

126toca algo más abajo de Sevilla,

y ya la luna ayer era redonda:[171]

bien lo has de recordar, porque nefando

129su brillo no te fue en la selva honda.»

Me hablaba mientras íbamos andando.