CANTO III

CIELO I: ESPÍRITUS DÉBILES

Inconstantes en los votos: Piccarda Donati, la emperatriz Constanza.

El sol que antes de amor me abrasó el pecho,

de una verdad, probando y reprobando,

3notar el dulce aspecto me había hecho;

ya corregido y enterado, cuando,

tanto cuanto conviene, yo la testa,

6por confesarlo, estaba levantando,

una visión de pronto manifiesta

atrajo mi atención de tal manera

9que al punto me olvidé de mi respuesta.

Cual un vidrio que terso y claro fuera

o como el agua nítida y tranquila,

12no tan honda que el fondo se perdiera,

rendiría la imagen que vacila

de nuestros rasgos, como en blanca frente

15tarda en ver una perla la pupila[40];

así, prestos a hablar, de mucha gente

los rostros vi, y en el error opuesto

18caí de quien su amor cambió a la fuente[41].

No bien me fue su aspecto manifiesto,

creyéndolos semblantes reflejados,

21 por verlos bien, volví los ojos presto:

no viendo nada, los torné asombrados

hacia los ojos de mi dulce guía,

24que vi de una sonrisa iluminados.

«No te sorprendas porque así sonría

—dijo— de tu inocente pensamiento,

27pues no pisas en firme todavía

y en el vacío apoyas tu argumento:

substancias reales ves, aquí apartadas

30por no dar a sus votos cumplimiento.[42]

Mas habla y cree a las almas relegadas:

la luz veraz en que su sed reposa

33no deja desviarse a sus pisadas.»

A la sombra que vi más deseosa

de razonar me dirigí, diciendo,

36como persona por saber ansiosa:

«Oh bien creado espíritu, que ardiendo

en dulce luz la eterna vida sientes

39que sólo entiende quien la está viviendo,

¡ojalá con tu nombre me contentes,

y diciendo cuál es vuestro talante!».

42Y ella, pronta y con ojos sonrientes:

«No nuestra caridad la puerta, ante

justa sed, cierra, que obra como aquella

45que a sí quiere a su corte semejante.[43]

En el mundo yo fui monja y doncella;

y si tu vista su agudeza guarda,

48a ti no ha de ocultarme el ser más bella,

mas reconocerás que soy Picarda[44],

que, con estos espíritus salvados,

51soy beata en la esfera que más tarda[45].

En el placer nos vemos inflamados

del Espíritu Santo, y alegría

54sentimos con su orden conformados.

Y esta suerte, que baja se diría,

de votos descuidados es efecto,

57pues parte de ellos se quedó vacía».

«Un no sé qué divino a vuestro aspecto

—dije— con admirable luz irisa

60y así os transmuta del primer concepto:

por eso al recordar no me di prisa,

mas veo, al escucharte, claramente

63y mejor te recuerdo de esta guisa.

Los que aquí sois felices ¿ciertamente

no aspiráis a elevaros, ni tampoco

66a ver mejor y a que el amor aumente?»

Sonrieron las sombras y ella un poco;

y parecía, al responder tan leda,

69que de amor la abrasara el primer foco[46]:

«La caridad, hermano, aquí le veda

al albedrío que algo más queramos,

72y así apagada nuestra sed se queda.

Si quisiéramos ir hacia otros tramos[47],

a nuestra voluntad en contra vieras

75del querer que nos cierne a donde estamos[48].

Y ello caber no puede en las esferas,

si aquí es la caridad indispensable

78y su naturaleza consideras.

Del ser beato es forma inseparable

el divino querer querer de grado

81para que nuestro acuerdo aquí se entable;

que el mirarnos estar de grado en grado

en este reino, a todo el reino place

84y al rey que su querer nos ha inspirado.

Y nuestra paz de su deseo nace,

y él es el mar al cual todo se mueve:

87lo que él creó, cuanto natura hace».

Claro entendí por qué en el cielo debe

ser todo Paraíso, aunque la gracia

90del sumo bien de modo igual no llueve.

Mas como ocurre, si un manjar nos sacia

y de otro queda gula, que, pidiendo

93éste, aquél se agradece, así yo, hacia

ella la voz y el gesto dirigiendo,

quise que me explicase de qué tela

96la confección estaba suspendiendo.

«Una vida perfecta más enciela

a una mujer —me dijo— cuya norma

99en vuestro bajo mundo viste y vela[49]

para que duerma la terrena forma

con el esposo, que en el voto fía

102que caridad a su querer conforma.

Siendo yo jovencita, me salía

del mundo, y en su rito me encerraba,

105y seguir su camino prometía.

Del dulce claustro luego me raptaba

gente más en el mal que en el bien diestra.

108Después, Dios vio la vida que llevaba.

Y de este otro esplendor que se te muestra

a mi lado derecho, y al que enciende

111toda la lumbre de la esfera nuestra,

lo que dije de mí, lo mismo entiende:

fue monja, y su cabeza fue privada

114de la sombra que el sacro velo tiende.

Pero una vez que al mundo fue llevada

contra su grado y contra buena usanza,

117la venda al corazón no fue quitada.

La luz es ésta de la gran Constanza,

que del segundo viento de Suave

120crió el tercero y la última pujanza.»[50]

Hablóme así: después empezó el Ave

María y, al cantar, se fue esfumando

123como en agua profunda cosa grave.

En tanto pude, la seguí mirando,

mas de mi vista huyó rápidamente

126y ésta volvióse a lo que estaba amando,

y se clavó en Beatriz enteramente;

pero, al principio, soportar no pudo

129mi mirada su aspecto refulgente;

por eso quise hablar y quedé mudo.