CANTO XXV

CIELO VIII: ESPÍRITUS TRIUNFANTES

Santiago el Mayor. El concepto de Esperanza. La Revelación, fuente de Esperanza. Objeto de la Esperanza. Ceguera temporal de Dante.

Si aconteciese que el poema sacro

en el que han puesto mano cielo y tierra,

3y por el que hace mucho me demacro,

venciera la crueldad que me destierra

del redil[360] en que yo era corderuelo,

6contra los lobos que le mueven guerra;

con diferente voz, con otro pelo

retornaré poeta, y en la fuente

9de mi bautismo tomaré el capelo;

porque en aquella fe, que hace que cuente

el alma para Dios, allí entré, y luego

12Pedro por ella me rodeó la frente.

Después hacia nosotros vino un fuego

de la esfera en que estuvo la primicia

15de los nuncios de Cristo; y, con sosiego,

la dama mía, y llena de leticia,

me dijo: «Mira, mira: está llegando

18el barón por el cual se va a Galicia[361]».

Como palomo que se está amigando

con otro, y uno al otro manifiesta

21su cariño, girando y murmurando;

así al glorioso príncipe, con fiesta

vi por el otro príncipe acogido,

24loando la comida allí dispuesta.

Y cuando el rito aquél quedó cumplido,

dicho par coram me[362] mudo paróse

27y con su luz mi rostro fue vencido.

Y dijo Beatriz, y sonrióse:

«ínclita vida por quien la largueza

30de la eterna basílica escribióse,[363]

haz sonar la esperanza en esta alteza:

porque tú tantas veces la figuras

33cuantas Cristo a los tres mostró terneza».[364]

«La cabeza y la vista alza seguras,

que las que suben desde el mortal mundo

36deben con nuestra lumbre estar maduras.»

Así me consoló el fuego segundo,

y a los montes[365] alcé yo la mirada

39que antes curvaron con mirar profundo.

«Pues nuestro emperador te ha dado entrada

por su gracia, y aun antes de estar muerto,

42a la estancia a sus condes reservada,

y puesto que esta corte has descubierto

para que la esperanza, que enamora

45abajo, a otros y a ti muestre el buen puerto,

dime lo que es, y di cómo se enflora

en tu mente, y de dónde ella te vino»,

48siguió la luz segunda cegadora.

Y aquella pía que allanó el camino

a mi plumaje en su ascensión triunfante

51así a que respondiese me previno:

«No hay hijo de la Iglesia militante

más lleno de esperanza, como escrito

54está en el sol que alúmbranos radiante:[366]

y así viene de Egipto hasta el bendito

Jerusalén, a ver bien sus solaces,

57sin que su militancia haya prescrito.[367]

Las otras dos preguntas que le haces,

no por saber, mas porque luego cuente

60cuánto en esta virtud tú te complaces,

dejo que sin esfuerzos las solvente,

y sin jactancia; y que él responda a esto,

63si la gracia de Dios se lo consiente».

Como discente que secunda presto

y con gusto al doctor, cuando es experto,

66poniendo su valor de manifiesto,

dije: «Esperanza es un aguardar cierto

de la gloria futura, que deriva

69del mérito y la gracia de concierto.

Mil estrellas me muestran su misiva,

mas quien la destiló en el alma mía

72fue del sumo señor el sumo escriba.[368]

“En ti esperen —cantó en su teodía—

cuantos saben cuál es el nombre tuyo”[369]:

75¿y quién lo ignora si su fe es la mía?

Tú me instilaste a mí el destilar suyo

con tu epístola luego; y estoy lleno

78y en otros con la lluvia vuestra fluyo».

Mientras hablaba yo, en el vivo seno

de aquel incendio tremolaba un lampo,

81como rayo frecuente de luz pleno.

Luego espiró: «El amor, del que no escampo,

a la virtud que siempre fue a mi lado

84hasta la palma, y al salir al campo[370],

quiere que aún te hable a ti, que enamorado

de ella estás; y me place oírte atento

87qué es lo que tu esperanza te ha augurado».

Y yo: «El Nuevo y el Viejo Testamento

el signo ponen, y éste me convida,

90de las almas que en Dios han valimiento.

A cada una Isaías ve vestida

en su tierra con doble vestidura,

93porque su tierra es esta dulce vida.[371]

Y tu hermano, de forma más madura,

cuando de estolas blancas escribiera,[372]

96supo manifestar esta ventura».

Y apenas hube hablado a esta lumbrera,

Sperent in te[373] en la altura ya se oía,

99a lo que respondía cada esfera.

Después, tanto una luz se esclarecía

que si igualara Cáncer su pujanza

102tendría el invierno un mes de un solo día.[374]

Y como surge y va y entra en la danza

virgen alegre, para hacer honor

105a la novicia, no por destemplanza,

de igual modo avanzó el claro esplendor

hacia el par que a las notas secundaba

108como era propio de su ardiente amor.

Luego en el canto y en la rueda entraba;

y mi señora, quieta y con afecto,

111como esposa callada le miraba.

«Se apoyó éste en su pecho, y fue dilecto

a nuestro pelicano, y éste ha sido

114desde la cruz al gran oficio electo.»[375]

Así mi dama, sin haber movido

más la vista, que siempre tuvo atenta,

117al hablar que cuando hubo concluido.

Como aquel que al sol mira cuando intenta

ver un poco un eclipse, y al instante

120se queda sin visión sin darse cuenta;

así al último fuego deslumbrante

miré hasta oír: «¿Por qué te estás cegando

123para ver lo que no tienes delante?[376]

Tierra en tierra es mi cuerpo, allí esperando

con los demás que el número en que cuento

126con la eterna intención esté cuadrando.[377]

Con dos estolas no hay en el convento

feliz más que los dos que se han alzado[378]:

129y esto en el mundo aclarará tu acento».

Ante esta voz, el círculo inflamado

se detuvo, y cesó la cantilena

132que aquel trino espirar[379] había cantado,

como, al cesar el riesgo o la faena,

los remos, que bogaban velozmente,

135se paran todos si un silbato suena.

¡Ay, qué gran conmoción sintió mi mente

al volverme a mirar a Beatriz

138y no poderla ver, estando en frente

y cerca de ella, en el mundo feliz!