CANTO XX

CIELO VI: ESPÍRITUS JUSTOS

Canto de los espíritus. Justos: David, Trajano, Ezequías, Constantino, Guillermo II el Bueno de Sicilia y Apulia, Rifeo.

Cuando el que tierra y mares ilumina

del hemisferio nuestro tal desciende

3que por doquiera el día se termina,

el cielo, que antes que él sólo se enciende[309],

se hace de pronto nuevo y aparente

6por muchas luces en las que una esplende;

y este hecho celestial vino a mi mente

cuando el signo[310] del mundo y de sus guías

9dejó al bendito rostro estar silente;

pues todas las lucientes alegrías

lucieron más y más, cantando un canto

12que no conservan las memorias mías.

¡Oh amor que vela de sonrisa un manto,

cómo ardían tus flautas siderales

15con el aliento del pensar más santo!

Cuando los caros lúcidos cristales

con que a la sexta luz viera enjoyada

18callaron sus esquilas celestiales,

yo creí oír de un río la tonada,

que va de piedra en piedra descendiendo,

21mostrando que su fuente es abastada.

Y lo mismo que el son va componiendo

el cuello de la lira, y la apertura

24de la zampona, al viento recibiendo,

así el murmullo aquél tomaba altura

en el cuello del ave, sin espera,

27como si en él hubiese una hendedura.

Allí se volvió voz, y salió afuera

por su pico, en un habla que mi absorta

30mente en mi corazón escribió entera.

«La parte que en mí ve, y el sol soporta[311]

—comenzóme— en las águilas mortales,

33que mires fijamente mucho importa:

formada estoy por fuegos inmortales,

mas los que hacen al ojo que en mí brilla

36son los que ocupan más altos sitiales.

Este que en la pupila me rebrilla

del Espíritu Santo fue el poeta,

39que el Arca trasladó de villa en villa.[312]

El valor de su canto ahora interpreta,

pues ve que quien, como él, bien se aconseja,

42halla la recompensa más completa.

De los cinco que el arco de mi ceja

forman, el que a mi pico más se acuesta

45en la viuda acalló maternal queja:

ahora conoce bien cuan caro cuesta

a Cristo no seguir, por la experiencia

48de esta vida tan dulce y de la opuesta.[313]

Y aquel que sigue en la circunferencia

de que hablo, y en el arco está superno,

51a la muerte atrasó con penitencia:[314]

ahora conoce bien que el juicio eterno

no se transmuta cuando digno ruego

54abajo hace mañana de lo hodierno.

Quien, conmigo y la ley, le sigue luego,

con buen fin, mala fruta ha producido,

57pues cediendo al pastor se volvió griego:

ahora conoce bien que el mal habido

de su buen operar no le es nocivo,

60aunque aún se encuentre el mundo destruido.[315]

Ya en el declive, ve al consecutivo:

Guillermo fue, que aquella tierra llora

63que a Federico y Carlos llora vivo[316]:

ahora conoce cómo se enamora

del justo el rey del cielo, y el semblante

66de su fulgor te lo haré ver ahora.

¿Quién creería allá en el mundo errante

que Rifeo el Troyano, en el jocundo

69cerco, es la quinta luz santificante?[317]

Ahora conoce bien mucho que el mundo

no puede ver de la divina gracia,

72aunque no llegue a ver lo más profundo.»

Como la alondra que al volar se espacia

cantando, y luego calla deleitada

75por la última dulzura que la sacia,

así vi yo a la imagen estampada

por el gozo eternal, cuyo deseo

78a cada cosa deja terminada.

Y aunque a mi duda fuese, según creo,

como vidrio al color que está vistiendo,

81no me pude callar y, sin rodeo,

«¿Qué es esto?», dije yo, como cediendo

al recelo que había concebido;

84por lo que vi gran fiesta reluciendo.

Con el ojo, después, más encendido,

añadió el santo signo algunas glosas

87por no tenerme en dudas suspendido:

«Yo advierto que tú crees en estas cosas

porque las digo, y tu alma no comprende;

90y así son, si creídas, misteriosas.

Haces igual que quien la cosa aprende

por su nombre, mas no advierte su esencia

93si la luz que la aclara otro no enciende.

Regnum coelorum[318] sufre violencia

de ardiente amor y vivida esperanza,

96que vence a la divina omnipotencia;

no como hombre que impone su pujanza,

que él vence porque quiere ser vencida;

99y su bondad vencida el triunfo alcanza.

De la ceja la quinta y prima vida

te maravillan, pues con ellas ves

102la angélica región embellecida.

No salieron del cuerpo, como crees,

gentiles, mas cristianos, y salvóse

105uno en no y otro en ya clavados pies[319].

Porque una del Infierno, en el que no se

quiere ya el bien, al cuerpo ha retornado:

108y una viva esperanza así premióse;

una viva esperanza que ha rogado,

porque quisiera Dios resucitarla,

111tanto que sus designios ha cambiado.

Esta alma, que nombré para alabarla,

tomó a la carne y de ella salió luego

14creyendo en quien podía consolarla;

y creyendo encendióse en tanto fuego

de vero amor, que en la muerte segunda

117fue digna de elevarse hasta este juego.

La otra, por gracia que de tan profunda

fuente mana que no hubo criatura

120que ver pudiera la onda que la funda,

puso en ella su amor con derechura;

y así, de gracia en gracia, Dios le abría

123la vista a nuestra redención futura.

Por eso creyó en ella, y no sufría

la pestilencia ya del paganismo,

126y a las gentes perversas reprendía.

A las tres damas[320] tuvo por bautismo

que has visto ya junto a la diestra rueda,

129antes de administrarlo el cristianismo.

¡Oh predestinación, qué lejos queda

tu escondida raíz de los aspectos

132en que la causa original se veda!

No seáis, oh mortales, nunca afectos

a juzgar; que nosotros, que a Dios vemos,

135no conocemos todos los electos;

y esta falta por dulce la tenemos,

porque el bien nuestro en este bien se afina,

138que lo que quiere Dios, eso queremos».

Por la imagen que yo estimé divina,

al querer aclarar mi corta vista,

141me fue dada tan suave medicina.

Y como a buen cantor buen citarista

seguir hace el meneo de la cuerda,

144con lo que el canto más placer conquista,

mientras hablo, mi lira bien recuerda

que entonces vi a las dos almas benditas,

147como un batir de párpados concuerda,

mover con las palabras sus llamitas.