CANTO XVII

CIELO V: ESPÍRITUS MILITANTES

El exilio de Dante. Su misión y su obra.

Como se fue a Clímene, a asegurarse

de lo que en contra suya había oído,

3el que a los padres hace escatimarse;[272]

así yo estaba, y tal era sentido

por Beatriz y la feliz lumbrera

6que poco antes por mí se había movido.

Y mi dueña: «La llama manda fuera

de tu deseo —dijo—, y que aparezca

9con tu estampa interior clara y entera;

y no porque el saber nuestro se acrezca

con tu voz, mas por verte acostumbrado

12a hablar de sed y que otro agua te ofrezca».

«Caro calcañar mío, tan alzado,

que igual que entienden las terrenas mentes

15que un triángulo de obtusos no es formado,

así ves tú las cosas contingentes

antes que sean en sí, mirando al punto

18al que todos los tiempos son presentes;

mientras que con Virgilio iba yo junto

subiendo el monte que a las almas cura

21y descendiendo en el mundo difunto,

oí decir de mi vida futura

palabras graves, aunque yo me sienta

24tetrágono[273] a los golpes de ventura.

Mi voluntad veríase contenta

oyendo qué fortuna es la que espero:

27que la flecha prevista es la más lenta.»

Así a la luz le dije que primero

me había hablado; y, cual Beatriz deseaba,

30lo que quería confesé sincero.

No con ambages, en que se enviscaba

la loca gente cuando no había muerto

33el Agnus Dei que los pecados lava[274],

mas con claras palabras, y en experto

latín, repuso aquel amor paterno,

36en su sonrisa oculto y encubierto:

«Lo acaecible, que fuera del cuaderno

de la materia vuestra no se extiende,

39está pintado en el mirar eterno:

necesidad de aquí no se desprende

sino como del ojo en que se espeja

42la nave que por un río desciende.

De igual modo que llega hasta la oreja

de dulce órgano el son, así yo ciencia

45tengo del tiempo que se te apareja.

Y, cual de su madrastra la inclemencia

a Hipólito de Atenas alejara,

48así tú debes irte de Florencia.[275]

Esto se quiere y esto se prepara,

y muy pronto se hará lo que se piensa

51donde a Cristo se merca al pie del ara.

A la parte ofendida, tras la ofensa,

la culpa gritarán; mas la venganza

54probará la verdad que la dispensa.

Todo lo que más amas, sin tardanza

has de dejar; y es ésta la primera

57flecha que el arco del destierro lanza.

Cómo sabe de sal probar te espera

el pan de otros, y cuan duro es el arte

60de subir y bajar por su escalera.

Y lo que más la espalda ha de agobiarte

será la mala y necia compañía

63en la que en este valle habrás de hallarte;[276]

que ingrata, contra ti, loca e impía,

ha de volverse, pero de seguido

66ella, y no tú, sonrojaráse un día.

De su bestialidad, su cometido

prueba dará; y, así, tendrás a gala

69hacerte de ti mismo tu partido.

Deberás tu refugio primero a la

cortesía gentil del gran Lombardo

72que lleva el santo pájaro en la escala;[277]

suave ha de serte su mirar gallardo,

y entre hacer y pedir, contra lo usado,

75lo primero será lo que es más tardo.

Con él verás a aquel que tan marcado

viose al nacer por esta fuerte estrella

78que por sus obras ha de verse honrado.[278]

Las gentes no lo ven, pues no descuella

por su niñez aún, que nueve años

81tan sólo el cielo en torno de él destella;

y antes que a Enrique burlen los engaños

del Gascón, su virtud ya enardecida

84de oro y afanes no sufrirá daños.[279]

Que su magnificencia conocida

ya será, e imposible a su enemigo

87será tener la lengua enmudecida.

Espera sus favores y su abrigo,

que habrá de transmutar a mucha gente,

90cambiando condición rico y mendigo.

Acerca de él, escribe esto en tu mente

mas no lo digas —y me dijo cosas

93que increíbles serían al presente—.

Éstas, hijo —explicóme—, son las glosas

de lo que he dicho; y mira las insidias

96que, a pocos giros, no han de ser dudosas.

No exciten tus vecinos en ti envidias;

piensa que se enfutura más tu vida

99que el castigo debido a sus perfidias».

Luego que, con callar, dejó cumplida

el alma santa la tupida trama

102de la tela que yo le puse urdida,

yo comencé, como hace aquel que clama,

si duda, por consejo a una persona

105que ve y quiere derechamente y ama:

«Bien veo, padre mío, que se encona

el tiempo contra mí, para golpearme;

108que es más grave a quien más se le abandona.

De prevención, por ello, debo armarme;

y, si el lugar me quitan más amado,

111mis versos los demás no han de vedarme.

Por el mundo sin fin acibarado

y por el monte desde cuya cumbre

114los ojos de mi dama me han alzado,

por el cielo después, de lumbre en lumbre,

cosas llegué a saber que, si atestiguo,

117pondrán en muchas bocas acedumbre;

y si con la verdad me muestro ambiguo,

no vivir entre aquéllos ya deploro

120que al tiempo mío llamarán antiguo».

La luz en que reía mi tesoro,

que allí encontré, brilló como corusca

123rayo de sol en un espejo de oro,

y respondió: «Quien su conciencia ofusca

con la vergüenza propia o con la ajena

126será quien llame a tu palabra brusca.

Pero toda mentira tú condena,

y tu visión entera manifiesta;

129que rascarse la sarna es cosa buena.

Pues si al gusto tu voz se hace molesta

al principio, dará buen nutrimiento

132poco después, y no será indigesta.

Tu grito hará lo mismo que hace el viento

que golpea las rocas más cimeras;

135y esto de honor no es débil argumento.

Se te han mostrado, así, en estas esferas

y en el monte y la sima dolorida

138las almas a la fama duraderas,

que al ánimo del que oye no convida

ni convence el ejemplo cuando tiene

141la raíz ignorada y escondida,

ni un argumento que sin fuerza suene».