CANTO XI

CIELO IV: ESPÍRITUS SABIOS

Falacia de los juicios humanos. La vida de San Francisco. La vida de Santo Domingo.

¡Oh insensato interés de los mortales,

cuan defectivos son los silogismos

3que abaten a tus alas mundanales!

Quién tras derechos, quién tras aforismos

andaba, y quién siguiendo sacerdocio;

6quién reinó con sofisma y despotismos;

quién en el robo, o en civil negocio,

quién de la carne en el placer disuelto

9se fatigaba, y quién se daba al ocio,

cuando de todas estas cosas suelto,

con Beatriz me estaba yo encielado

12y por gloriosa recepción envuelto.

Luego, cada uno se quedó parado,

tras ocupar su posición primera,

15cual cirio en candelabro colocado.

Y yo dentro escuché de la lumbrera

que antes me había hablado, sonriendo

18empezar, y volviéndose más mera:[170]

«Del mismo modo que en su rayo esplendo,

así, mirando hacia la luz eterna,

21la razón de tus dudas yo comprendo.

Tú dudas, y deseas que se cierna

mi lengua y de manera abierta rece

24mi dicho, y que tu mente lo discierna,

donde dije: “Un camino que enriquece”

y donde que “Jamás surgió segundo”;

27y distinguiendo convendrá que empiece.[171]

La providencia, que gobierna al mundo

de modo que es vencido todo aspecto

30creado, antes que caiga en lo profundo,

para que vaya a ver a su dilecto

la esposa a quien, gritando en su agonía,

33desposó con su sangre sin defecto,

porque segura y más fiel la quería,

dos príncipes dispuso en su favor

36para que aquí y allí fuesen su guía.

El uno fue seráfico en su ardor;

y el otro, su sapiencia derramando,

39de querúbica luz un esplendor.

De uno solo diré, pero, elogiando,

lo que de uno se dice a ambos se extiende,

42puesto que un mismo fin iban buscando.

Entre el Tupín y el agua que desciende[172]

del monte que eligió el beato Ubaldo,

45fértil cuesta de la alta cumbre pende;

mándale ésta a Perusa, en son de heraldo,

frío o calor por Puerta Sol, y siente

48detrás su yugo, con Nocera, Gualdo.[173]

Allí, donde decrece la pendiente,

un sol le nació al mundo, como nace

51a veces en el Ganges el presente.

El que de tal lugar palabras hace

no diga Asís, que se quedara corto,

54sino Oriente, si el buen decir le place.

No muy lejos hallábase del orto

cuando empezaba ya a sentir la tierra

57de su mucha virtud algún conforto;

que por tal dama, joven, viose en guerra

con su padre, que ni a ella ni a la muerte

60la puerta del placer nadie descierra;

y ante la corte espiritual su suerte

et coram patre[174] con la de ella ha unido;

63y cada día fue su amor más fuerte.

Ésta, privada del primer marido[175]

mil cien años y más, vejada, oscura,

66invitada antes de éste no había sido;

no valió oír que la encontró segura

con Amiclates, cuando habló imperiosa,

69la voz que a todo el mundo dio pavura,[176]

ni mostrarse tan fuerte y animosa

que en tanto que María quedó al lado,

72con Cristo ella a la cruz subió llorosa.

Mas porque yo no siga tan velado,

ve en Francisco y Pobreza a los amantes

75que nombro en mi discurso dilatado.

Su concordia y letíficos semblantes,

maravilla y amor, mirar gozoso,

78eran de santo celo estimulantes;

y tanto, que Bernardo virtuoso

se descalzó el primero, y tras paz tanta

81corrió, y corriendo, hallóse perezoso.[177]

¡Oh ignorada riqueza, ubertad santa!

Descalzo, Egidio al esposo seguía,

84y Silvestre; que así la esposa encanta.[178]

Y allí el padre y maestro ya se unía

con su familia, y la mujer sencilla,

87que el humilde cabestro ya ceñía.

Vil no se siente ni la vista humilla

por ser hijo de Pedro Bernardón,

90ni parecer indigno a maravilla;

mas regiamente expone su intención

dura a Inocencio, y la papal tutela

93pone el sello a la nueva religión[179].

Cuando creció la gente pobrezuela

tras su vida admirable, que amerita

96verse cantada en la celeste escuela,

con segunda corona fue suscrita

por Honorio —el Espíritu inspirando—

99la santa sed de aquel archimandrita.[180]

Luego hallóse, el martirio procurando,

ante la corte del Sultán superba

102a Cristo y a los suyos predicando,

y porque halló la conversión acerba,

no queriendo allí estarse sin provecho,

105tornó a los frutos de italiana hierba.

Entre Arno y Tíber, en rocoso trecho,

de Cristo recibió el último signo

108que dos años llevó en miembros y pecho.[181]

Cuando el que lo eligió vio que era digno

de elevarle a los premios duraderos

111que mereció creyendo que era indigno,

a sus hermanos, justos herederos,

a aquella dama que le fue tan cara

114mandó que amasen fieles y sinceros;

de su regazo, el ánima preclara

quiso volver a su patria primera

117sin que al cuerpo otra tumba le buscara.

Piensa quién su colega digno era

para de Pedro mantener la barca

120en la mar sin que el rumbo se torciera;

el que te digo fue nuestro patriarca[182],

por lo que quien le sigue como él manda

123géneros buenos puede ver que embarca.

Tras nuevos pastos su rebaño anda

lleno de gula, y ser ya no podría

126que por diversos prados no se expanda;

mas siempre que una oveja se extravía

y anda vagando en semejante engaño,

129torna al redil y está su ubre vacía.

Algunas de ellas, con temor del daño,

se abrazan al pastor, mas son tan pocas

132que en capas se consume escaso paño.

Y así, si mis palabras no son locas

y tu mente al discurso ha estado atenta,

135si lo que dije en tu interior evocas,

en parte quedará tu sed contenta

al ver por qué la planta se trocea,

138y entender el distingo que argumenta:

“Que enriquece si no se devanea”».[183]