CANTO X

CIELO IV: ESPÍRITUS SABIOS

Dispuestos en tres círculos de fulgores concéntricos, según la intensidad de la luz, bailan y cantan. Sol. potestades. Teólogos, maestros, historiadores, etc.; Santo Tomás de Aquino, San Alberto Magno, Graciano, Pedro Lombardo, Salomón, Dionisio Areopagita, Paulo Orosio, Boecio, San Isidoro de Sevilla, Beda, Ricardo de San Víctor, Sigiero de Brabante.

Mirando a su Hijo con aquel Amor

que uno y el otro eternamente espira,

3el inefable e inicial Valor

cuanto en la mente o el espacio gira

con tanto orden creó, que sin contento

6no lo puede mirar el que lo mira.

Tu vista al par que yo, lector atento,

eleva a las esferas: a la parte

9do chocan uno y otro movimiento.[150]

Y empieza a recrearte con el arte

del maestro que dentro de sí la ama,

12tanto que su ojo de ella nunca parte.

Ve cómo, oblicuo, el cerco se derrama

que por su curso a los planetas guía,

15por complacer al mundo que los llama.[151]

Que si no se torciera así su vía,

mucha virtud del cielo fuera en vano

18y aquí mucha potencia moriría:

si del recto partiese más lejano,

o menos, se vería perturbado

21de arriba abajo el buen orden mundano.[152]

En tu banco, lector, sigue sentado

pensando en lo expresado más arriba,

24si quieres verte alegre y no cansado.

Lo que te ofrezco por tu cuenta liba;

que hacia sí mi atención tuerce y procura

27el asunto del que he sido hecho escriba.

El ministro mayor de la natura

que en el mundo el valor del cielo asienta

30y con su luz el tiempo le mensura,

con la parte que arriba ya se mienta,

giraba en la espiral que su salida

33cada vez más temprano nos presenta.[153]

Y yo estaba con él[154], mas mi subida

no advertí, sino al modo que se advierte

36de un primer pensamiento la venida.

Fue Beatriz quien llevóme de tal suerte

de un bien a otro mejor, en un instante,

39pues su acción en el tiempo no se vierte.

¡Cuánto por sí debía ser radiante

quien se hallaba en el sol en el que éntreme,

42no por color, sino por luz brillante!

Que aunque ingenio y costumbre y arte extreme,

no diré lo que nadie se imagina,

45mas puede creer quien desear no teme.

No hay que maravillarse si mezquina

ante esta altura muéstrase la lira,

48que sobre el sol ningún ojo camina.

A la cuarta familia allí se mira

del alto Padre, que siempre la sacia,

51mostrando cómo ahija y cómo espira[155].

Y Beatriz me amonestó: «Regracia

al sol de los querubes, que te ha puesto

54en el sensible gracias a su gracia».

Y nunca un corazón tan predispuesto

a darse a Dios, devoto, se ha encontrado,

57con todos sus amores y tan presto,

como yo cuando así me vi exhortado;

pues un amor tan grande en él ponía

60que el amor a Beatriz quedó eclipsado.

Mas no le disgustó, pues sonreía

con ojos tan rientes y radiantes

63que a mi intelecto unido repartía.

Vi mil fulgores vivos y triunfantes

centro hacernos y hacerse una corona,

66más dulces, por sus voces, que brillantes:

así vemos a la hija de Latona

ceñida a veces, cuando el aire en torno

69se adensa y guarda el hilo de la zona.[156]

En el reino del cielo, del que torno,

muchas joyas se ven caras y bellas,

72mas nadie de allí saca tal adorno;

y el canto de estas luces es de aquéllas:

quien no vuela a esas ruedas eminentes

75puede al mundo pedir noticias de ellas.

Tras cantar, esos soles relucientes,

que a nuestro alrededor tres vueltas dieron

78como astros junto a polos permanentes,

damas bailando aún me parecieron

que, quietas y calladas, esperando

81nuevas notas, el paso detuvieron

y dentro de uno oí comenzar: «Cuando

el rayo de la gracia, en que se enciende

84veraz amor que luego crece amando,

en ti multiplicado tanto esplende

que te enseña a escalar esta escalera

87que sin subir después nadie desciende;[157]

quien vino de su frasco no te diera

para tu sed, más libre no sería

90que el agua que hacia el mar no descendiera.[158]

Tú quisieras saber qué planta cría

las flores de este nimbo que hermosea

93a la bella que al cielo te alza y guía.

Yo del rebaño fui que pastorea

Domingo de Guzmán[159] por un camino

96que enriquece si no se devanea;

este que es a mi diestra el más vecino

fue mi hermano y maestro, y él Alberto

99es de Colonia, y yo Tomás de Aquino.[160]

Mira al halo beato, de concierto

con mis palabras, y será entretanto

102el nombre de los otros descubierto.

Esa otra llama enciende el gozo santo

de aquel Graciano que a uno y otro foro

105ayudó, y a los cielos plugo tanto.[161]

El que a su lado adorna nuestro coro

fue el Pedro que, imitando a la indigente,

108le dio a la Santa Iglesia su tesoro.[162]

La quinta luz, la más bella y luciente,

derrama tanto amor que allá en el mundo

111de ella quiere saber toda la gente;

un saber guarda dentro tan profundo

que si lo verdadero es verdadero

114en conocer jamás surgió segundo.[163]

Ve después de ese cirio el reverbero,

que, al ver la angelical naturaleza,

117y el oficio, fue abajo el más certero.[164]

Ríe en esa luz chica la grandeza

del que, en tiempos cristianos abogado,

120con su latín brindó a Agustín certeza.[165]

Si el ojo de tu mente ha caminado

de luz en luz, detrás de mi alabanza,

123de la octava con sed habrás quedado.

Porque ve todo bien, su dicha alcanza

en ella quien el mundo fementido

126manifiesta al que escucha su enseñanza:

el cuerpo del que su alma expulsa ha sido

yace en Cieldauro; y ella, del tormento

129y el exilio, a la paz de aquí ha subido.[166]

Ve flamear allá el ardiente aliento

de Isidoro, de Beda y de Ricardo,

132que más que de hombres fue su pensamiento.[167]

Me miras tras el brillo ver gallardo

del que en tan graves juicios se esforzaba

135que a su propio morir creía tardo:

la luz eterna de Sigiero alaba,

que en la rúa de la Paja doctrinando,

138verdades envidiadas razonaba».[168]

En fin, como reloj que está llamando

a la hora en que la esposa de Dios surge,

141porque la ame, al esposo maitinando,[169]

que una parte a la otra mueve y urge

tin-tin sonando en son tan armonioso

144que al bien dispuesto espíritu amor turge,

así moverse vi al corro glorioso,

moverse y, voz con voz, armonizarse

147con un temple que sólo es tan gozoso

donde puede el gozar parasiemprarse.