CANTO XXIX

FLORESTA DIVINA: PROCESIÓN SIMBÓLICA

Procesión simbólica.

Cantando, cual mujer que se arrebata

en amor, tras hablarnos, concluía:

3«Beati quorum tecta sunt peccata!».[313]

Y cual las Ninfas por la selva umbría

iban solas, aquélla deseando

6mirar al sol de que ésta se escondía,

ella movióse contra el río, andando

por la ribera; y yo la seguí atento,

9pasito con pasito acompasando.

Los que ambos dimos no sumaban ciento

cuando de forma tal curvóse el río

12que a levante giré en aquel momento.

No mucho caminamos por lo umbrío

cuando a mí la mujer volvió el semblante,

15diciendo: «Escucha y mira, hermano mío».

Un fulgor recorrió en aquel instante

desde un extremo al otro la floresta,

18a un relámpago en todo semejante.

Mas éste es luz que viene y vase presta

y aquel otro, durando, más brillaba,

21por lo que yo pensé: «¿Qué cosa es ésta?».

Y por el aire luminoso andaba

un dulcísimo son; y mi buen celo

24el ardimiento de Eva condenaba,

que donde obedecían tierra y cielo

una sola mujer recién formada

27no quiso soportar siquiera un velo;

bajo el cual, si devota y resignada,

hubiera yo gozado las delicias

30inefables de forma prolongada.

Mientras andaba yo entre las primicias

de los eternos goces, suspendido,

33e incluso deseando más leticias,

ante nosotros se mostró encendido

cual fuego el aire aquel bajo el ramaje,

36y ya era el son cual canto comprendido.

Oh sacrosantas vírgenes[314], si ultraje

de hambre, frío o vigilia soportara

39por vos, vuestra justicia me agasaje.

Por mí vierta Helicón[315] el agua clara

y a rimar cosas arduas, con su coro

42me ayude Urania[316], y con su voz preclara.

No muy delante, siete árboles de oro

falsificó a mi vista el largo trecho

45que había entre nosotros y el tesoro;

mas cuando fue el espacio tan estrecho

que los rasgos comunes que engañaban

48confundir la distancia no me ha hecho,

la virtud que mis juicios consultaban

que candelabros[317] eran me decía

51 y que Hosanna[318] las voces entonaban.

El bello arnés por cima refulgía

más claro que la luna en el sereno

54de media noche, el mes a media vía[319].

Yo me volví de maravilla lleno

al buen Virgilio y vi, por sus dudosas

57miradas, que al asombro no era ajeno.

Volví mi rostro hacia las altas cosas,

que de forma tan lenta iban viniendo

60que las vencieran núbiles esposas.

La mujer me gritó: «¿Por qué tú ardiendo

te encuentras por su aspecto reluciente

63y aquello que atrás viene no estás viendo?».

Cual guiada por ellos, vi una gente

venir detrás, con alba vestidura;

66no se vio acá candor tan esplendente.

A la izquierda brillaba el agua pura

y, a manera de espejo, el curso undoso

69repitió, por su izquierda, mi figura.

Cuando, desde mi orilla, el rumoroso

río, no más, me hacía estar distante,

72por ver mejor, al paso di reposo,

y vi las llamas ir hacia delante

dejando al aire de colores tinto

75con trazo al de pinceles semejante;

y allí lucían con matiz distinto,

en siete bellas listas, los colores

78de que el sol hace el arco y Delia el cinto.[320]

Los estandartes, hacia atrás, mayores

eran que mi mirada, y separados

81diez pasos calculé los exteriores.[321]

Bajo tan bello cielo vi alineados,

de dos en dos, a veinticuatro ancianos

84que avanzaban de lirios coronados.[322]

«Bendita tú —cantando iban ufanos—

en las hijas de Adán, y sean benditas

87todas tus gracias por eternas manos.»[323]

Cuando las flores y otras hierbecitas

que frente a mí mostraba la otra orilla

90de aquella gente electa fueron quitas,

cual tras una, en el cielo, otra luz brilla,

se acercaron detrás cuatro animales,

93la fronda coronaba a esta cuadrilla.[324]

Seis alas cada cual mostraba iguales:

las plumas llenas de ojos; que si Argo

96viviese aún, los mostraría tales.

No gastaré más rimas, sin embargo,

en sus formas, lector; que otro dispendio

99no me permite ser en éste largo;

mas lee a Ezequiel, que pinta su compendio

tal cual los vio, de la región del frío

102venir con viento y nube y con incendio;

suplirá su papel al papel mío,

salvo en las plumas, que a éstas les conviene

105el de Juan, y con él yo me desvío.[325]

Encuadran un espacio que contiene

un carro[326], con sus dos ruedas, triunfal,

108que un grifo[327] a la cerviz atado tiene.

Abre sus alas a distancia igual

de la de en medio y tres y otras tres listas,

111y a ninguna, al hendida, le hace mal.[328]

Tanto las vi subir, que no eran vistas;

las partes de ave, de oro las tenía;

114blancas las otras, de bermejo mixtas.[329]

No en Roma al Africano alegraría

carro tan bello, ni aun al mismo Augusto,[330]

117que pobre hasta el del Sol parecería;

el del Sol, que al torcerse fue combusto

porque la Tierra oró devotamente

120cuando Jove fue arcanamente justo.[331]

Tres mujeres danzaban suavemente

junto a la rueda diestra; y colorada

123era una como el fuego más ardiente;

igual que en esmeralda modelada,

en carne y hueso, la segunda era;

126la tercera, cual nieve nunca hollada;

tan pronto iba la blanca la primera

como la roja; y por el canto de ésta

129tarda su marcha hacían o ligera.[332]

A la siniestra, cuatro hacían fiesta,

de púrpura vestidas, con el gesto

132de una que abre tres ojos en la testa.[333]

Tras el grupo de tal forma compuesto,

vi a dos viejos en hábitos dispares,

135pares en gesto y continente honesto.

Vi que uno era de aquellos familiares

de Hipócrates el grande, que natura

138hizo para remedio de pesares,

mostró el otro contraría catadura,

con una espada lúcida y cortante

141que, acá del río, me causó pavura.[334]

De cuatro más, humilde era el semblante,

y, tras todos, a un viejo vi señero

144que mostraba al dormir faz expectante.[335]

Los siete como el grupo delantero

iban vestidos, pero sus guedejas

148no rodeaba el lirio lisonjero,

sino rosas y flores más bermejas:

vistos de lejos, yo habría jurado

150que ardían por encima de las cejas.[336]

Y cuando el coro se encontró a mi lado

se oyó un trueno[337], y aquella gente digna

153paró con las insignias[338] que he nombrado,

cual si andar les vedase una consigna.