CANTO XXV

CORNISA VII: LA GENERACIÓN. EL ALMA. LOS CUERPOS AÉREOS. LUJURIOSOS

Corren entre llamas, besándose fraternalmente y cantando Summae Deus clementiae, meditando ejemplos de castidad y de lujuria castigada. Discurso de Estado sobre la generación, el alma racional y los cuerpos aéreos.

El subir no quería entonces traba,

que a Tauro el sol la meridiana rueda,

3y al Escorpión la noche, le dejaba:[270]

por lo que, como aquel que no se queda

y, pase lo que pase, el paso apura

6si un aprieto le puso en la vereda,

así entramos los tres por la abertura,

subiendo uno tras otro por la escala,

9pues nos desparejaba su angostura.

Y como el cigoñino eleva el ala,

ávido de volar, y no se atreve

12y, sin dejar el nido, la resbala,

sentí encenderse y apagarse en breve

mi ansia de preguntar, hasta el instante

15en que hice el gesto del que a hablar se mueve.

A pesar de la prisa, el padre amante

«Dispara el arco —dijo sonriente—

18del hablar, que hasta el hierro está tirante».

Abrí entonces los labios libremente

y dije: «¿Cómo puede hacerse magro

21quien se halla do comer no es pertinente?».

«Si recordases cómo Meleagro

se consumió porque un tizón ardía[271],

24no te supiera —dijo— esto tan agro;

y si vieses que se halla en armonía

vuestro gesto y la imagen del espejo,

27tal vez blando lo duro se te haría.

Mas, para que te aquiete su consejo,

Estacio se halla aquí: con su elocuencia

30que cure tus heridas le aconsejo.»

«Si a desatar me atrevo en tu presencia

—dijo Estacio— el eterno proveimiento,

33lo hago por no mostrar desobediencia.

Si guardas —prosiguió— en tu pensamiento

lo que me vas a oír, hijo querido,

36tu cómo hallará luz en mi argumento.

La sangre más cabal, que no han bebido

nunca las venas, al quedar sobrante,

39cual manjar en la mesa no comido,

toma del corazón fuerza informante

de los miembros humanos, como aquella

42que en las venas es de ellos operante.

Digerida de nuevo, se embotella

donde es mejor callar[272], y luego gime

45en vaso natural[273] en que a otra sella.

Una sangre contra otra allí se oprime,

dispuesta una a sufrir, y la otra a obrar

48en el lugar perfecto en que se exprime;

junto con ella empieza a trabajar,

primero coagulando, y luego aviva

51lo que hizo su materia coagular.

Ánima hecha la virtud activa[274]

cual de una planta, en cambio es diferente,

54que ésta navega y la otra está en la riba;

tanto obra luego, que se mueve y siente

como el hongo de mar; y a formar tiende

57las potencias de que es ella simiente.

Ya, hijo mío, se ensancha y se distiende

la virtud cordial del generante

60donde natura, en cada miembro, entiende.

Mas cómo, de animal, se hace parlante

no ves aún, que en este punto ha errado

63quien saber poseyó más abundante:

que del alma juzgaba separado

al posible intelecto su enseñanza,

66por no encontrarle un órgano apropiado.

Abre tu pecho a la verdad que avanza

y sabe que, tan pronto como el feto

69con su cerebro a articular alcanza,

ledo el Primer Motor[275] mira a este objeto

del arte de natura, y ya le inspira

72de virtud nuevo espíritu repleto,

que cuanto encuentra activo allí, retira

y mezcla a su substancia, y sólo crea

75un alma que en sí misma vive y gira.

Y no te maraville que así sea:

mira el calor del sol que se hace vino

78con el humor que de la vid gotea.

Cuando a Laquesis no le queda lino,[276]

se suelta de la carne, y en potencia

81llévase al par lo humano y lo divino:

cualquier otro sentido se silencia,

pero ya en acto están más sutilmente

84memoria, voluntad e inteligencia.

Sin detenerse, y admirablemente,

de las dos, una orilla la recibe

87y advierte qué camino tiene enfrente.[277]

Tan pronto allí el lugar la circunscribe,

por fuerza informativa es afectado,

90que obra como en la carne, si ésta vive:

y como el aire, cuando está mojado,

por el rayo de luz que de otro viene

93con variado color se ve adornado,

así al aire que en torno de sí tiene

moldea virtualmente con su horma

96el alma, que en su centro se detiene,

e, igual que la llamita se conforma

a ir tras el fuego allá do se traslada,

99al alma sigue así su nueva forma.

Y la que con el aire está formada

se llama sombra, y su sentir es tanto

102que incluso de la vista está dotada.

Por eso hablamos y vertemos llanto

y por eso gimiendo y suspirando

105nos has visto al subir el monte santo.

Si hay un afecto que la está agitando,

o un deseo, la sombra lo figura;

108ya ves de qué te estabas admirando.»

Llegábamos a la última tortura

y torcimos los tres a mano diestra

111como quien de otra cosa ya se cura.

El muro una erupción de llamas muestra,

mas del rellano elévase una brisa

114que las rechaza y lejos las secuestra;

uno a uno, marchábamos sin prisa

por el lado expedito, y yo temía

117ya al fuego, ya caer de la cornisa.

«Por aquí —mi maestro me decía—

hay que poner a la mirada freno,

120pues por poco un mal paso se daría.»

El Summae Deus clementiae[278] dentro el seno

del gran ardor estábase cantando;

123yo me volví de maravilla lleno

y a sombras vi entre llamas caminando,

y aunque mi andar mis ojos vigilaban,

126a ellas los dirigí de cuando en cuando.

Y Virum non cognosco[279] articulaban

en alta voz, el himno terminado,

129y otra vez en voz baja lo empezaban.

Y, al terminar: «Diana se ha quedado,

tras expulsar a Hélice, en la floresta,

132que ésta el filtro de Venus ha probado».[280]

Cantaban más, y hablaban de la honesta

condición de maridos y casadas

135que cumplieron la ley que les fue impuesta.

Creo que sólo así son depuradas

mientras el fuego aquél las martiriza,

138porque con este pasto son cuidadas

y su llaga al final se cicatriza.