CANTO XX

CORNISA V: AVAROS Y PRÓDIGOS. TERREMOTO

Ejemplos de pobreza. Hugo Capeto. Ejemplos de avaricia castigada. Terremoto mientras las almas cantan Gloria in excelsis Deo.

Con pena a más querer querer porfía;

y yo, por agradar, contra mi agrado,

3no en el agua sacié la esponja mía.

Movíme, y mi maestro movióse a do,

junto a la roca, hay paso; y avanzaba

6como quien va contra un muro almenado;

que la gente que en llanto destilaba,

gota tras gota, el mal que el mundo habita

9demasiado hacia el borde se acercaba.

¡Antigua loba, siempre seas maldita,

que haces más presas que ninguna fiera,

12pues siempre el hambre tu codicia excita!

Oh cielo, a cuyos giros se dijera

que este mundo podría transmutarse,

15¿cuándo vendrá quien pueda echarla fuera?

Muy lentamente allí debía andarse,

y escuchando a las sombras, las oía

18con gran piedad llorar y lamentarse;

y por ventura oí «Dulce María»

clamar ante nosotros, como llanto

21de embarazada a la que llega el día,

y proseguir: «Tan pobre fuiste cuanto[197]

se pudo comprobar en el hospicio

24donde expusiste a tu portado santo».

Oí seguidamente: «¡Oh buen Fabricio,

más quisiste pobreza virtuosa

27que gran riqueza disfrutar con vicio!».[198]

Tanto me plugo oír aquella prosa

que me acerqué para tener certeza

30de quien, según creí, dijo tal cosa.

Hablando estaba aquél de la largueza

que Nicolás les hizo a las cuitadas

33doncellas, en honor de su pureza.[199]

«Alma —dije— de frases inspiradas,

di quién has sido, y cómo de esta suerte

36por ti sola estas loas son cantadas.

Merced por tu respuesta puedo hacerte

si vuelvo a completar la corta senda

39de esa vida que vuela hacia la muerte.»

«Te lo voy a decir, no porque atienda

nada —dijo— de allá, mas porque tanta

42gracia antes de morir te recomienda.

Yo fui raíz de la malvada planta[200]

que da a la cristiandad sombra agobiante

45por la que buenas mieses no levanta.

Ojalá Lila y Douay, Brujas y Gante[201]

pudieran su venganza ver cumplida;

48de ella ante el sumo juez soy demandante.

Hugo Capeto me llamaba en vida:

los Felipes y Luises me han seguido

51que tienen a la Francia mal regida.

De un carnicero de París nacido,[202]

cuando ya no hubo rey que fuera bueno

54—salvo el que paños grises ha vestido—,[203]

yo me encontré en las manos con el freno

del gobierno del reino, y poderío

57tan grande tuve, y tan de amigos lleno

me vi que coronóse un hijo mío

con la corona viuda; desde el cual

60se inauguró el sagrado señorío.

En tanto que la dote provenzal[204]

no privó de vergüenza a la grey mía,

63poco valió, mas no hizo ningún mal.

Allí empezó, por fuerza y con falsía,

su gran rapiña; y, luego, por enmienda,

66tomó Ponthieu, Gascuña y Normandía.

Carlos fue a Italia y, luego, por enmienda,

suplicio a Conradino[205]; y, conspirando,

69a Tomás mandó al cielo[206], por enmienda.

Veo un tiempo, que ya se está acercando,

en el que Francia nuevo Carlos lanza

71para irse, con los suyos, ostentando.

Sale sin armas, sólo con la lanza

con que Judas justara, y con su punta

75hace a Florencia reventar la panza.[207]

No tierras, mas vergüenza y culpa junta,

por lo que tanto más su mal se agrava

78cuanto es menor el daño que barrunta.

Al que preso su nave abandonaba

regatear por su hija le estoy viendo,

81como suele el corsario con la esclava.[208]

Oh avaricia, que así estás oprimiendo

a mi sangre, ¿le harás daño más vivo

84si está su propia carne malvendiendo?

Veo en Añani al lis[209], porque excesivo

no luzca el mal futuro ni el pasado,

87ya Cristo en su vicario hecho cautivo.[210]

Veo cómo otra vez es humillado;

vinagre y hiel renuevan el ejemplo

90y entre ladrones vivos es colgado.

Nuevo Pilatos[211] tan cruel contemplo

que no le sacia, y lleva sin decreto

93las ambiciosas velas contra el Templo.

Oh Señor mío, ¿de tamaño reto

gozar no he la venganza que, celosa,

96hace dulce a la ira en tu secreto?

Lo que antes dije de la sola esposa

del Espíritu Santo, a cuyos sones

99has venido a que te haga yo la glosa,

de todas las diurnas oraciones

es respuesta; y del día a la caída

102de lo contrario tratan las canciones.

De Pigmalión recuérdase la vida,

quien ladrón, parricida y fraudulento

105fue por la sed del oro desmedida[212];

y la inopia de Midas avariento,

que siguió a su demanda ansiosa y lerda,

108por la que toda burla viene a cuento.[213]

De Acán el insensato se recuerda

cómo hurtó los despojos, que la ira

111de Josué parece que aún le muerda.[214]

A su esposo acusamos con Safira[215];

alabamos las coces a Heliodoro[216],

114y por el monte con infamia gira

Polinéstor[217] matando a Polidoro;

“Oh Craso —aquí se grita finalmente—

117di, pues lo sabes: ¿cómo sabe el oro?”.[218]

Unos a voces y otros suavemente

hablan, según su impulso, en esta zona,

120y es su voz más tranquila o más vehemente;

mas del bien que de día se razona

no hablaba yo tan sólo, aunque a mi lado

123no elevase la voz otra persona.»

A éste detrás habíamos dejado,

tratando de subir por la ladera

126cuanto en tal ocasión nos era dado,

cuando sentí, cual si algo se cayera,

temblar el monte; y me noté de hielo

129como se siente el que la muerte espera:

no con tal fuerza sacudióse Delo

antes de que Latona hiciese el nido

132en que parió a los dos ojos del cielo[219].

Tal grito por doquier hemos oído

que, acercándose a mí, me dijo el guía:

135«No dudes, que por mí eres conducido».

Gloria in excelsis Deo[220] repetía

cada uno al mismo tiempo, y sus clamores,

138como estábamos cerca, comprendía.

Igual nos suspendió que a los pastores

que primero lo oyeron aquel canto,

141hasta que terminó con los temblores.

Luego seguimos el camino santo,

viendo yacer las sombras en la tierra

144y proseguir su acostumbrado llanto

La ignorancia jamás con tanta guerra

encendió mi deseo de saber

147—si mi memoria, al recordar no yerra—

cuanta, pensando, me hizo sostener;

ni, por la prisa, preguntar osaba,

150ni por mí era capaz de comprender,

y temeroso y pensativo andaba.