CANTO XII

CORNISA I: ORGULLOSOS

Ejemplos de orgullo castigado. El ángel de la humildad borra la primera pe a Dante, cantando Beati pauperes spiritu.

En yunta, como bueyes bajo el yugo,

iba con aquel ánima cargada

3mientras al dulce pedagogo plugo;

mas al decirme: «Deja, y que impulsada

sea lo más posible cada nave

6a remo y vela, y sigue tu jornada»,

el cuerpo alcé de su postura grave

para poder andar, y el pensamiento

9seguí inclinando con modestia suave.

Me puse en marcha y proseguí contento

detrás de mi maestro, y más ligero

12era de nuestros pies el movimiento;

y él me dijo: «Será más llevadero,

si bajas la mirada, el recorrido,

15y el lecho de tus pies miras primero».

Cual, para que en memoria sea tenido

el que reposa en baja sepultura,

18retrata aquélla lo que el muerto ha sido;

por lo que muchas veces la puntura

hace llorar que abrió la remembranza,

21que sólo a los piadosos apresura;

así vi yo, mas de mejor semblanza,

según el artificio, trabajado

24aquel camino que del monte avanza.

Veía allí al que noble fue creado[112]

más que otra criatura, que del cielo

27caía como el rayo, por un lado.

Vi herido a Briareo[113], y en el suelo,

por divina saeta, a la otra parte,

30grave a la tierra por el mortal hielo.

Vi a Timbreo, y a Palas vi con Marte,

en torno al padre armados, los Gigantes

33mirando, desmembrados por su arte.[114]

Vi a Nemrod con su obra, delirantes

miradas dirigiendo a aquellas gentes

36que en Senar[115] también fueron arrogantes.

¡Oh Níobe, con qué ojos tan dolientes

tu retrato miré en aquella estrada,

39entre tus siete y siete hijos yacentes!

¡Oh Saúl, que por obra de su espada

aparecía muerto en Gelboé,

42que ya no siente lluvia ni rociada![116]

¡Oh loca Aracne, allí te contemplé

ya medio araña, al pie de la deshecha

45obra que por tu mal tejida fue![117]

¡Oh Roboán, el miedo y la sospecha

no infundes ya: temiendo y sin aliento

48huyes en carro, cuando nadie te echa![118]

Mostraba luego el duro pavimento

cómo las manos de Alcmeón tornaron

51de su madre costoso el ornamento.[119]

Mostraba cuál los hijos se lanzaron

sobre Senaquerib en el sagrado

54y cómo muerto allí le abandonaron.

Mostraba el duro estrago perpetrado

por Tamiris, que a Ciro[120] le decía:

57«Te harto de ella, pues sangre has deseado».

Mostraba, derrotada, cómo huía

la gente asiría, ya Holofernes muerto,

60y el rastro del martirio se advertía.[121]

Vi a Ilion por sus cenizas recubierto:

¡oh Troya, la materia allí esculpida

63mostraba tu vileza al descubierto![122]

¿Qué buril o pincel daría vida

a las sombras y al trazo persuasivo

66que al alma experta deja suspendida?

Muerto el muerto, y el vivo estaba vivo:

mejor no vio quien vio lo verdadero

69que yo, que lo pisaba pensativo.

¡Alzad soberbio el rostro, y altanero,

los hijos de Eva, y no inclinéis la frente

72para poder mirar el mal sendero!

Dejábamos atrás mucha pendiente,

y más camino atrás el sol dejaba

75que el calculado por mi absorta mente,

cuando el que siempre vigilante estaba

así me empezó a hablar: «Alza la testa

78y tu suspensa reflexión acaba.

Mira allí a un ángel que a venir se apresta

hacia nosotros; mira cómo torna

81del diario quehacer la esclava sexta.[123]

De reverencia tu actitud adorna

para que quiera conducirte arriba,

84¡y piensa que este día no retorna!».

A obedecerle acostumbrado iba

y me apuré, que en la materia aquella

87no podía su voz velarse esquiva.

Se aproximaba la criatura bella

a nosotros, vistiendo blancas galas

90y tremolando cual temprana estrella.

Abrió los brazos, y después las alas;

dijo: «Venid, que están cerca los grados

93y subiréis ligeros las escalas».

De esta forma son pocos invitados:

humana grey, para volar nacida,

96¿por qué sois por un soplo derribados?

Llevónos do la roca se halla hendida

y con las alas me batió la frente;

99luego, nos prometió feliz subida.

Como a la diestra, al ir por la pendiente

que conduce a la iglesia que avasalla

102a la bien gobernada sobre el puente

de Rubaconte, la fatiga acalla

la escalinata antigua, que se hiciera

105cuando sumario y duela eran sin falla;[124]

de ese modo se templa la ladera

que desde el otro círculo caía,

108mas no sin que maltrate la escollera.

Cuando íbamos los dos por esta vía,

Beati pauperes spiritu[125] unas voces

111cantaron, que el hablar nunca diría.

¡Qué diferentes, ay, son estas hoces

de aquellas infernales!, que, por canto,

114se oyen allí los gritos más feroces.

Cuando íbamos subiendo el tramo santo,

yo sentía mi cuerpo tan ligero

117que en el llano jamás lo ha sido tanto.

Dije entonces: «Maestro, saber quiero

de qué peso estoy libre, que he subido

120y apenas me fatiga este sendero».

Repuso: «Cuando se hayan extinguido

las pes que ya en tu faz se van borrando,

123como la que ahora se ha desvanecido,

tan libre de cuidado irás andando

que no será tu marcha fatigosa

126y tus pies con placer se irán alzando».

Yo, entonces, hice como el que una cosa

lleva, y no lo sabía, en la cabeza

129y ajena seña la hace sospechosa;

que con la mano a tantear empieza,

busca y encuentra al fin lo que buscaba:

132aquello en que la vista no tropieza;

con la mano derecha me tocaba

las letras que en mi sien grabado había

135el mismo que las llaves custodiaba;

y, viéndome, el maestro sonreía.