A Thomas se le aceleró el corazón, los latidos se convirtieron en un repiqueteo en su pecho. Sabía que el hombre ahora no le estaba poniendo a prueba. Habían ido todo lo lejos posible analizando reacciones y patrones cerebrales. Ahora habían elegido a la persona más apropiada para… desmontarla en su esfuerzo por conseguir una cura.
De pronto, el Brazo Derecho parecía que no fuese a llegar nunca.
—¿Mi cerebro? —se obligó a repetir.
—Sí —respondió el doctor Christensen—. El Candidato Final tiene la pieza que nos faltaba para completar el programa, pero no habrá forma de saberlo hasta que sigamos los patrones contra las Variables. La vivisección nos aportará los últimos datos y tus sistemas funcionarán adecuadamente mientras lo hagamos. No sentirás ningún dolor. Te sedaremos muy bien hasta que… —no hacía falta que acabara la frase, y sus palabras cayeron en el silencio.
Los tres científicos de CRUEL esperaban la reacción de Thomas, pero no podía hablar. Se había enfrentado a la muerte infinidad de veces en lo que recordaba de su vida y, aun así, siempre había tenido la desesperada esperanza de sobrevivir, de hacer todo lo posible para durar un día más. Pero esto era distinto. No tenía que aguantar una prueba hasta que vinieran sus rescatadores. De esto no regresaría. Allí terminaría todo si no venían a buscarle.
Se le ocurrió una terrible idea: ¿estaría Teresa al tanto de eso?
Le sorprendió lo mucho que le dolió pensarlo.
—¿Thomas? —lo llamó Janson, interrumpiendo el hilo de sus pensamientos—. Sé que esto te ha debido de sorprender. Tienes que comprender que esto no es una prueba; no es una Variable y no estoy mintiéndote. Creemos que podemos completar el programa de la cura si analizamos tu tejido cerebral y cómo, combinado con los patrones que hemos recogido, su composición física le permite resistir la fuerza del virus del Destello. Las Pruebas fueron creadas en conjunto para no tener que abriros a todos. Nuestro objetivo principal era salvar vidas, no malgastarlas.
—Hemos estado recogiendo y analizando patrones durante años, y hasta ahora tú has sido el más fuerte en tus reacciones a las Variables —continuó la doctora Wright—. Desde hace tiempo sabíamos (y era una máxima prioridad que los sujetos lo ignoraran) que al final elegiríamos al mejor candidato para el último procedimiento.
El doctor Christensen continuó ilustrando el proceso mientras Thomas escuchaba en un silencio aletargado:
—Tienes que estar vivo, pero no despierto. Te sedaremos y dormiremos la zona de la incisión; pero no hay nervios en el cerebro, por lo que el proceso será relativamente indoloro. Por desgracia, no te recuperarás de nuestras exploraciones neurales: el procedimiento es mortal. Pero los resultados serán incalculables.
—¿Y si no funciona? —inquirió Thomas. Lo único que podía ver eran los últimos momentos de Newt. ¿Y si él podía evitar aquella terrible muerte a innumerables personas?
La psiquiatra desvió la vista, incómoda.
—Entonces, continuaremos… trabajando. Aunque tenemos una absoluta confianza en…
Thomas la interrumpió, incapaz de reprimirse:
—Pero en realidad no la tenéis, ¿verdad? Habéis estado pagando a gente para que secuestrara inmunes…, sujetos —escupió la última palabra con un rencor despiadado—, para poder empezar de nuevo.
Nadie se apresuró a contestar. Y luego Janson dijo:
—Haremos lo que haga falta para encontrar una cura. Con la menor pérdida de vidas posible. No se debe decir nada más sobre ese asunto.
—¿Por qué estamos siquiera hablando? —preguntó Thomas—. ¿Por qué no me cogéis, me atáis y me arrancáis el cerebro?
—Porque eres nuestro Candidato Final —contestó el doctor Christensen—; eras parte del puente entre los fundadores y el personal actual. Estamos intentando mostrarte el respeto que mereces. Tenemos la esperanza de que tomes la decisión tú solo.
—Thomas, ¿necesitas un minuto? —le ofreció la doctora Wright—. Sé que es difícil y te aseguro que no nos lo tomamos a la ligera; lo que estamos pidiéndote es un gran sacrificio. ¿Donarás tu cerebro a la ciencia? ¿Nos permitirás juntar las últimas piezas del puzle, dar otro paso hacia una cura por el bien de la raza humana?
No sabía qué decir. No podía creerse el giro que habían dado los acontecimientos. Después de todo, ¿sería verdad que sólo necesitaban una muerte más?
El Brazo Derecho estaba llegando. La imagen de Newt penetró en su mente.
—Me gustaría estar solo —dijo por fin—. Por favor.
Por primera vez, una parte de él quería rendirse, dejarles hacer aquello incluso aunque hubiera muy pocas posibilidades de que funcionara.
—Harás lo correcto —afirmó el doctor Christensen—. Y no te preocupes: no sentirás nada de dolor.
Thomas no quería oír ni una palabra más.
—Tan sólo necesito estar un rato solo antes de que todo esto empiece.
—Muy bien —asintió Janson, y se levantó—. Te acompañaremos a las instalaciones médicas y te dejaremos en una sala privada durante un rato. Aunque tenemos que empezar pronto.
Thomas se echó hacia delante y apoyó la cabeza en sus manos, con la vista clavada en el suelo. El plan que había tramado con el Brazo Derecho de pronto le parecía una absoluta tontería. Aunque pudiera escapar de aquel grupo —en el caso de que lo deseara—, ¿cómo sobreviviría hasta que llegaran sus amigos?
—¿Thomas? —dijo el doctor Wright, y le apoyó una mano en la espalda—. ¿Estás bien? ¿Tiene alguna pregunta más?
Él se incorporó y se apartó de la mano.
—Vayamos… a donde habéis dicho.
De repente, el despacho de Janson pareció quedarse sin aire y el pecho de Thomas se encogió. Se levantó y caminó hacia la puerta, la abrió y salió al pasillo. Era demasiado.