Caminaron durante una hora y no vieron ni un solo coche, mucho menos un taxi. Se toparon con algunas personas desperdigadas y con máquinas poli, que soltaban sus inquietantes zumbidos mientras revolaban aleatoriamente. De vez en cuando oían un ruido en la distancia que a Thomas le hacía evocar la Quemadura: alguien que hablaba demasiado alto, un grito, una risa extraña. A medida que oscurecía, se sentía cada vez más asustado.
Finalmente, Brenda se detuvo y se giró hacia ellos.
—Tendremos que esperar a mañana —anunció—. No vamos a encontrar un transporte esta noche y estamos demasiado lejos para ir a pie. Necesitamos dormir para estar frescos por la mañana.
Thomas odiaba admitirlo, pero tenía razón.
—Tiene que haber un modo de salir ahí —objetó Minho.
Jorge le apretó el hombro.
—Es inútil, hermano. El aeropuerto está a por lo menos quince kilómetros de aquí. Y a juzgar por las pintas de la ciudad, antes de llegar nos asaltarían, nos dispararían o nos matarían de una paliza. Brenda tiene razón: es mejor que descansemos y vayamos a ayudarle mañana.
Thomas advirtió que Minho quería actuar con la rebeldía de siempre, pero cedió sin rechistar. Lo que había dicho Jorge tenía sentido: estaban en una ciudad enorme, de noche, como peces fuera del agua.
—¿Estamos cerca del motel? —preguntó Thomas, y se dijo que Newt podría arreglárselas solo otra noche más.
Jorge señaló a su izquierda.
—Está a apenas unas manzanas.
Se dirigieron en aquella dirección.
• • •
Se hallaban a una manzana de distancia cuando Jorge se paró en seco, alzó una mano y se llevó el dedo índice de la otra a los labios. Thomas se quedó paralizado; una alarma se disparó por su sistema nervioso.
—¿Qué? —susurró Minho.
Jorge se dio la vuelta despacio para examinar la zona que les rodeaba y Thomas le imitó, preguntándose qué habría provocado su inquietud. Ya era noche cerrada y las pocas farolas junto a las que pasaban no eran de mucha ayuda. El mundo que veía Thomas parecía estar hecho de sombras, y se imaginó las cosas horribles que podrían esconderse tras cada una de ellas.
—¿Qué? —repitió Minho.
—Sigo pensando que he oído algo detrás de nosotros —contestó Jorge—. Un susurro. A otra persona…
—¡Allí! —gritó Brenda. Su voz cortó el silencio como un trueno—. ¿Lo habéis visto? —señalaba a su izquierda.
Thomas forzó la vista, pero no vio nada. Las calles estaban vacías, o eso le parecía.
—Alguien acaba de salir de ese edificio y luego ha retrocedido de golpe. Juro que lo he visto.
—¡Eh! —gritó Minho—. ¿Quién anda ahí?
—¿Estás loco? —susurró Thomas—. ¡Entremos en el motel!
—Corta el rollo, macho. Si quisieran dispararnos o algo así, ¿no crees que ya lo habrían hecho?
Thomas suspiró, exasperado. No le gustaba cómo pintaba aquello.
—Debería haber dicho algo la primera vez que lo oí —musitó Jorge.
—Quizá no es nada —respondió Brenda—. Y en caso contrario, no logramos gran cosa quedándonos por aquí. Larguémonos.
—¡Eh! —volvió a gritar Minho, lo que sobresaltó a Thomas—. ¡Eh, tú! ¿Quién anda ahí?
Thomas le dio una palmada en el hombro.
—En serio, ¿quieres dejar de hacer eso?
Su amigo le ignoró.
—¡Sal y muéstrate!
Quienquiera que fuese no respondió. Minho se movió como si fuera a cruzar la calle y echar una ojeada, pero Thomas le agarró del brazo.
—Ni en broma. Es la peor idea de la historia. Está oscuro, podría ser una trampa, podría ser un montón de cosas horribles. Vayamos a dormir y ya echaremos un vistazo mañana.
Minho no se resistió.
—Muy bien, sé un cobarde. Pero yo me pido una de las camas esta noche.
Dicho aquello, subieron a su habitación. A Thomas le costó una eternidad conciliar el sueño; su mente no dejaba de dar vueltas a las posibilidades de quién podía estar siguiéndoles. Pero no importaba por donde vagaran sus pensamientos, siempre volvían a Teresa y los otros. ¿Dónde estaban? ¿Podía haberse tratado de Teresa la que les espiaba en la calle? ¿O serían Gally y el Brazo Derecho?
Y Thomas odiaba que no les quedara más remedio que esperar toda una noche para ir a ver a Newt. ¿Y si le había sucedido algo?
Por fin su mente se sosegó, las preguntas se desvanecieron y se quedó dormido.