II

En Mattie’s Ramble Inn, Jones se sirvió un vaso de cerveza y hundió en la espuma sus largos dientes.

—Esa Lee no te trata bien, Jones —le decía el señor Watson—. No hay cosa que menos me guste que un hombre de color que se burla de sí mismo por ser de color. Eso es lo que ella te obliga a hacer al vestirte de un negro de plantación.

—¡Juá! La gente de coló ya lo pasa bastante mal sin necesidad de que se rían de ellos por ser de coló. Mierda, sí. Qué erró decile a esa desgracia que un poli me había dicho que tenía que conseguí trabajo. Debería habele dicho que me había enviao allí gente de la supervisión de empleos, pa asustarla un poco.

—Lo mejor sería que te presentaras a la policía y les contaras que dejabas ese trabajo, pero que ibas a buscar otro.

—¡Eh! Yo no voy a entra en la comisaría ni a explica na a un poli. En cuanto me viesen, me echarían mano al culo y al saco. ¡Juá! Un negro no encuentra trabajo, pero seguro que sí encuentra celda abierta. El í a la cárcel es la mejó manera de come a diario. Pero yo prefiero morí de hambre fuera, la verdá. Prefiero barré el suelo pa una puta que í a la cárcel a hace placas de licencia y alfombras y cinturones de cuero y esa mierda. Lo que pasa es que fui tan gilipollas que me dejé engancha el culo en esa trampa del Noche de Alegría. Debí suponelo.

—Pues yo sigo creyendo que lo que has de hacer es ir a la policía y decir que estás parado porque te andas buscando otro trabajo.

—Sí. Y puedo estame buscando trabajo quince años. No creo que nadie pida a gritos tipos de coló sin especializa, cá, no. Los desgraciaos que son como la Lee conocen a muchos polis. Si no, hace tiempo que le habrían cerrao ese burdel de mierda. No puedo exponeme a í a contá eso en comisaría a un tipo amigo de la Lee, decile: «Mire usté, amigo, pues me voy de vagabundo por una témpora.» Porque él me diría: «Muy bien, muchacho, pero antes te pasarás una temporaíta aquí cumpliendo.» ¡Juá!

—Bueno, y cómo va ese sabotaje.

—Muy mal. Lee me hizo trabaja el otro día horas extras barriéndole el suelo, porque la porquería se amontonaba ya tanto que pronto sus pobres y tontos clientes iban a anda con el polvo por la rodilla. Mierda. Ya te dije que escribí una dirección en uno de sus paquetes para los huérfanos, así que puede que recibamos alguna respuesta a eso. Me gustaría sabe qué cola pué trae eso. Quizá nos traiga a un poli. ¡Juá!

—Está muy claro que con eso no vas a ninguna parte. Vete a hablar con la policía, hombre. Entenderán la cosa.

—Tengo miedo a la pasma, Watson. Sí que lo tengo. Tú también lo tendrías si estuvieras delante de Woolsworth y llegara un poli y te agarrase. Sobre todo pensando que la Lee debe conoce a la mita del cuerpo.

Jones lanzó hacia arriba lo que parecía nube, nube radiactiva que gradualmente enviaba residuos a la barra y al refrigerador donde estaba la carne picada.

—Oye, ¿qué le pasó a aquel tonto desgraciao que estaba aquí aquel día, el que trabajaba en Levy Pants? ¿No volvió a pasa por aquí?

—¿Aquel hombre que hablaba de una manifestación?

—Sí, ¿no recuerdas que tenían aquel blanco chiflao, uno gordo, de jefe, el que decía que los pobres negros tenían que tira la bomba nucular en esa fábrica, matarse ellos y deja que metieran lo que quedara de su pobre culo en la cárcel?

—No he vuelto a verle desde entonces.

—Mierda. Me gustaría sabe dónde anda escondió ese gordo chiflao. A lo mejor llamo a Levy Pants y pregunto por él. Me gustaría tírale en el Noche de Alegría como una bomba nucular. Me parece que es de los que harían cagarse en las bragas a la desgracia de la Lee. ¡Juá! Si voy a sé portero, seré el portero más saboteado que haya habió en una plantación. Sí, señó. Antes de que la cosa termine, arderá entero el campo de algodón. Sí, señó.

—Cuidado, Jones. No te metas en líos.

—¡Juá!