Eugenio J. Alonso Martín
Camilo José Cela Trulock (Iria Flavia, Padrón [La Coruña], 1916-Madrid, 2002) es, sin lugar a dudas, una de las más relevantes figuras de la literatura española del siglo XX. Su extensa y valiosísima obra literaria, construida con rigor y profesionalidad, así como su arrolladora personalidad, le convirtieron en protagonista indiscutible y destacado del panorama cultural y literario en España desde la más inmediata posguerra hasta los albores del siglo XXI.
Tras una primera juventud algo errática, en la que además de debutar como aprendiz de torero cursó estudios de Medicina, Derecho y Filosofía y Letras, y después de superar una prolongada enfermedad que le permitió pausadas y profundas lecturas, se decidió por el oficio de escritor. La publicación de su primera novela en 1942, La familia de Pascual Duarte, le abrió las puertas del éxito y del reconocimiento de la crítica.
En el terreno personal, Cela contrajo matrimonio en 1944 con Rosario Conde Picavea, quien se convertiría en su más eficaz colaboradora durante muchos años, sobre todo en la etapa mallorquina del matrimonio (a partir de 1954), cuando el escritor se embarca en la aventura de editor de la prestigiosa revista Papeles de Son Armadans (1956), que dirigió durante más de veinte años. En 1957, Camilo José Cela fue elegido académico de la Real Academia Española. Su discurso de ingreso, leído el26 de marzo de ese mismo ailo, versó sobre la obra literaria del pintor José Gutiérrez Solana.
En 1977, con el establecimiento del sistema democrático, es designado Senador real, ocupándose en esta institución del estado de la defensa y promoción de la lengua española. A ese interés por la lengua, que fue una constante en la vida de Cela, obedece la publicación de su célebre y polémico Diccionario secreto (1978-1979). Uno de sus primeros reconocimientos literarios oficiales se produjo con la concesión del Premio Nacional de Literatura en 1984 por su novela Mazurca para dos muertos (1983). En 1987 se le otorga el premio Príncipe de Asturias de las Letras por «la elevada calidad literaria de su abundante y universalmente conocida obra», y dos años más tarde le llegó el reconocimiento internacional con la concesión del premio Nobel de literatura. En esa época, el escritor ya se había divorciado de su esposa e iniciado una relación sentimental con la periodista española Marina Castaño, con la que contrajo matrimonio en 1991.
Por su novela La cruz de San Andrés obtuvo en 1994 el premio Planeta. Al año siguiente le fue concedido el prestigioso premio Cervantes, con el que coronaría su carrera literaria. De 1999 es su última obra, Madera de boj, novela en la que trabajó intensamente durante sus últimos años de vida y que constituye su testamento literario.
Cela comenzó a escribir La colmena en Madrid, en el año 1945, y la terminó en Cebreros (Ávila) en el verano de 1948. La censura de la época impidió su publicación en España por considerarla «inmoral, pornográfica e irreverente». Debido a ello, la novela tuvo que editarse por primera vez en Buenos Aires en 1951. Aunque hubo otras ediciones, impresas oficialmente en México en 1955, 1957 Y 1962, que se difundieron ampliamente por nuestro país, lo cierto es que la primera edición española es del año 1963.
Cuando en 1951 se publica La colmena, Cela es un escritor conocido y valorado por su ya amplia obra literaria. A estas alturas de su carrera, iniciada en 1936 con un libro de versos, Pisando la dudosa luz del día, Cela ha publicado tres importantes novelas, La familia de Pascual Duarte, Pabellón de reposo y Nuevas andanzas y desventuras de Lazarillo de Tormes.
Según cuenta el propio Cela en la «Nota a la primera edición», de 1951, que figura al frente de la novela, La colmena iba a ser el primero de los libros de una serie novelesca titulada Caminos inciertos, serie que no llegaría a materializarse en ningún otro título.
La colmena de Cela se inscribe en el contexto e a literatura española de posguerra de los años cuarenta y cincuenta, y en la órbita de aquellas obras de preocupación existencial y social tan frecuentes en la época. Novelas como Nada (1945), de Carmen Laforet o La sombra del ciprés es alargada (1947), de Miguel Delibes, intentan reflejar en sus páginas el clima amargo y asfixiante de la sociedad de aquel tiempo a través de unos personajes cuya peripecia vital viene marcada por la angustia y la desorientación.
Más tarde, ya en la década de los cincuenta, las nuevas novelas van a ampliar su punto de mira hacia lo social convirtiendo a la sociedad española contemporánea en tema, en asunto central del interés de los novelistas, y como denuncia de las injusticias sociales. De esta forma asistimos al surgimiento de la llamada novela social española, que se desarrollo entre 1951, fecha de la primera edición de La colmena, y 1962, fecha de publicación de Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos. Cela es, pues, el iniciador de esta corriente novelística, al que seguirán autores como Luis Romero, La noria; Miguel Delibes, El camino; Ignacio Aldecoa, El fulgor y la sangre; Jesús Fernández Santos, Los bravos; Rafael Sánchez Ferlosio, El jarama; Ana María Matute, Los Abel; Carmen Martín Gaite, Entre visillos; Juan García Hortelano, Nuevas amistades, y otros.
Aunque en algunas de estas obras prevaleció el interés por el testimonio social y la denuncia de las injusticias, en otras muchas este loable propósito se armonizó con importantes logros en el terreno estrictamente literario.
En la novela de Cela vienen a confluir de forma magistral los dos elementos que conforman la obra literaria: de un lado un contenido que tiene como propósito servir de testimonio y de denuncia de los males de la sociedad española de posguerra, al tiempo que ofrece una visión desolada y descorazonadora del hombre en la más pura línea existencial; de otro lado una depuradísima técnica literaria que se manifiesta en la construcción de una compleja y efectiva estructura literaria, en la creación de un ambiente y de unos personajes inolvidables, y todo ello con un lenguaje rico en hallazgos y matices de todo tipo.
En relación con el contenido, el mismo Cela indica en la «Nota a la primera edición» que su novela «no aspira a ser más —ni menos, ciertamente— que un trozo de vida narrado paso a paso, sin reticencias, sin extrañas tragedias, sin caridad, como la vida discurre, exactamente como la vida discurre». Algo más adelante concreta: «Su acción discurre en Madrid —en 1942— y entre un torrente, o una colmena, de gentes que a veces son felices, y, a veces, no».
En efecto, la novela presenta al lector el vivir colectivo de un extenso número de personajes representativos de la sociedad de la época (160 según el autor, más de 300 según el censo real realizado por numerosos estudiosos) durante dos o tres días de invierno en el Madrid de 1942 o 1943. Las vidas de estos personajes (empresarios, camareros, poetas, funcionarios, vividores, prestamistas, empleados, comerciantes criadas, prostitutas…) discurren paralelamente o entrecruzándose entre sí mediante un perfecto y complejo engranaje que recuerda, según el propio autor, a las piezas que componen el mecanismo de un reloj. «Novela reloj», la llamó el autor.
Esta fórmula de visión colectiva de un grupo de personajes, cuyas vidas transcurren de forma aparentemente caótica en un tiempo y en un lugar determinados, fue magistralmente utilizada por el novelista norteamericano John Dos Passos en su obra Manhattan Transfer (1925), sobre las gentes y la ciudad de Nueva York. La novela de Dos Passos ha sido considerada tradicionalmente como un claro precedente de la novela de Cela. Similar recurso ha sido utilizado en otros terrenos artísticos, como el cinematográfico. Ejemplo de ello es la reciente película del realizador cinematográfico español José Luis Garci, Tiovivo c. 1950.
Externamente) La colmena se estructura en seis capítulos y un «Final» a manera de epílogo. Cada capítulo se compone de diversas «secuencias o viñetas» separadas entre sí por un espacio en blanco, 213 en total. Cada una de ellas suele centrarse en uno o varios personajes relacionados entre sí y podría considerarse que esas 213 secuencias o viñetas equivaldrían a las celdillas de la colmena humana que nos ofrece la novela.
Quizá uno de los méritos más sobresalientes de la novela esté en la creación de un ambiente a través del cual el lector se ve transportado con facilidad a la España y al Madrid de los años cuarenta. Ese ambiente lo consigue crear Cela a través de ese elenco representativo ya señalado, y también a través de la presentación de un concreto espacio urbano de la ciudad de Madrid: calles (Fuencarral, Gran Vía, San Bernardo, Narváez, Ibiza, la Puerta del Sol…), bares y cafés (el de doña Rosa, especialmente), casas particulares, imprentas, lecherías, pensiones, figones, prostíbulos, comercios…
También a la creación de ese ambiente de época, y a hacer de La colmena una extraordinaria novela, contribuye el magistral uso que el autor hace del lenguaje, especialmente en lo que se refiere al diálogo de los personajes, forma lingüística que predomina en la obra frente a otras como la narración o la descripción. Se trata de un diálogo que presenta una gran variedad de registros para caracterizar así a la diversidad de personajes que componen el mundo de la novela, y conseguir ofrecer al lector una fidelísima muestra de la forma de hablar de los madrileños en los años cuarenta.
La colmena, en la que a pesar de todo no deja de estar presente el fino humor de Cela, ofrece al lector un mundo, el de la inmediata posguerra, en el que campan a sus anchas el hambre y las penurias económicas, la miseria moral y la insolidaridad, la resignación y la impotencia. Un mundo en el que a los personajes no les queda otra que luchar denodadamente por sobrevivir. Un mundo en el que sólo existen el aquí y el ahora yen el que todo lo demás es incierto, como ya anunciaba el título de la serie novelesca proyectada por el autor (Caminos inciertos) y tal y como lo atestigua la condición de novela abierta de La colmena.