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Sus cosas están aquí, dijo Marta, no era mucho, caben de sobra en la maleta más pequeña, parece que intuyó que iba a estar sólo tres semanas, Llega un momento en la vida en que debería bastarnos con llevar a la espalda el propio cuerpo, dijo Cipriano Algor, La frase es bonita, sí señor, pero lo que me gustaría es que me dijera de qué va a vivir, Mira los lirios del campo, que no hilan ni tejen, También es bonita esa frase, por eso ellos nunca consiguieron dejar de ser lirios, Eres una escéptica rabiosa, una cínica repugnante, Padre, por favor, estoy hablando en serio, Perdona, Comprendo que haya sido un choque para usted, como también, incluso sin haber estado allí, lo fue para mí, comprendo que aquellos hombres y aquellas mujeres son mucho más que simples personas muertas, No sigas, porque ellos son mucho más que simples personas muertas yo no quiero seguir viviendo aquí, Y nosotros, y yo, preguntó Marta, Decidiréis vuestra vida, yo ya he decidido la mía, no voy a quedarme el resto de mis días atado a un banco de piedra y mirando una pared, Y cómo vivirá, Tengo el dinero que pagaron por las figurillas, dará para uno o dos meses, luego ya veremos, No me refería al dinero, de una u otra manera no le faltará lo necesario para alimentarse y vestirse, lo que quiero decir es que tendrá que vivir solo, Tengo a Encontrado, vosotros iréis a visitarme de vez en cuando, Padre, Qué, Isaura, Qué tiene que ver Isaura con esto, Me dijo que la situación entre ambos había cambiado, no explicó cómo ni por qué, pero me lo dijo, Y es verdad, Siendo así, Siendo así, qué, Podrían vivir juntos, quiero decir. Cipriano Algor no respondió. Tomó la maleta, Me voy, dijo. La hija se abrazó a él, Iremos en el primer descanso de Marcial, mientras tanto vaya dando noticias, cuando llegue telefonéeme para decir cómo estaba la casa, y Encontrado, no se olvide de Encontrado. Con un pie fuera de la puerta, Cipriano Algor dijo aún, Dale un abrazo a Marcial, Ya se lo ha dado, ya se ha despedido de él, Sí, pero dale otro. Cuando llegó al final del pasillo, volvió la cabeza. La hija estaba al fondo, entre las puertas, le hacía un gesto de adiós con una mano mientras se tapaba la boca con la otra para no estallar en sollozos. Hasta pronto, dijo, pero ella no lo oyó. El montacargas lo llevó al garaje, ahora era necesario saber dónde había dejado estacionada la furgoneta y si arrancaría después de tres semanas sin ser movida, a veces las baterías juegan malas pasadas, Era lo que faltaba, pensó, inquieto. No sucedió lo que temía, la furgoneta cumplió con su obligación. Es cierto que no hizo contacto a la primera ni a la segunda, pero a la tercera arrancó con un ruido digno de otro motor. Minutos después Cipriano Algor estaba en la avenida, no diremos que tenía el camino abierto ante él, pero podría haber sido mucho peor, pese a la lentitud era la propia corriente del tráfico la que lo llevaba. No es de extrañar que el tránsito sea intenso, los automóviles adoran los domingos y para el dueño de un coche es casi imposible resistir la llamada presión psicológica, al automóvil le basta estar allí, no necesita hablar. En fin, la ciudad quedó atrás, los barrios de la periferia van pasando, dentro de poco aparecerán las chabolas, en tres semanas habrán llegado a la carretera, no, todavía les faltan unos treinta metros, y luego está el Cinturón Industrial, casi todo parado, sólo unas cuantas fábricas que parecen hacer de la elaboración continua su religión, y ahora el triste Cinturón Verde, los invernaderos pardos, grises, lívidos, por eso las fresas habrán perdido el color, no falta mucho para que sean blancas por fuera como ya lo van siendo por dentro y tengan el sabor de cualquier cosa que no sepa a nada. Giremos ahora a la izquierda, allí a lo lejos, donde se ven aquellos árboles, sí, aquellos que están juntos como si fueran un ramillete, hay un importante yacimiento arqueológico todavía por explorar, lo sé de buena fuente, no todos los días se tiene la suerte de recibir una información de éstas directamente de la boca del propio fabricante. Cipriano Algor se ha preguntado cómo es posible que se haya dejado encerrar durante tres semanas sin ver el sol y las estrellas, a no ser, forzando el cuello, desde un trigésimo cuarto piso con ventanas que no se podían abrir, cuando tenía aquí este río, es cierto que maloliente y menguado, este puente, es cierto que viejo y mal cuidado, y estas ruinas que fueron casas de personas, y el pueblo donde había nacido, crecido y trabajado, con su carretera cruzándolo y la plaza a un lado, esos que van por allí, aquel hombre y aquella mujer, son los padres de Marcial, todavía no los habíamos visto pese al tiempo que ya dura esta historia, a esta distancia nadie diría que tienen el mal carácter que se les atribuye y del que dieron pruebas suficientes, es el peligro de las apariencias, cuando nos engañan siempre será para peor. Cipriano Algor saca el brazo por la ventanilla de la furgoneta y les saluda como si fuesen viejos amigos, mejor hubiera sido que no lo hiciese, lo más probable es que ahora vayan pensando que se burló de ellos, y no es verdad, la intención no era ésa, lo que sucede es que Cipriano Algor está contento, dentro de tres minutos verá a Isaura y tendrá a Encontrado en los brazos, si no es precisamente al contrario el acontecimiento, es decir, Isaura en los brazos y Encontrado dando saltos, esperando que le presten atención. La plaza se quedó atrás, de repente, sin avisar, se le encogió el corazón a Cipriano Algor, él sabe de la vida, ambos lo saben, que ninguna dulzura de hoy será capaz de aminorar el amargor de mañana, que el agua de esta fuente no podrá matarte la sed en aquel desierto, No tengo trabajo, no tengo trabajo, murmuró, y ésa era la respuesta que debería haber dado, sin más adornos ni subterfugios, cuando Marta le preguntó de qué iba a vivir, No tengo trabajo. En esta misma entrada, en este mismo lugar, como en el día que venía del Centro con la noticia de que no le compraban más loza, Cipriano Algor disminuyó la velocidad de la furgoneta. No quería llegar, quería haber llegado, y entre una cosa y otra ahí está la esquina de la calle donde vive Isaura Madruga, la casa es aquélla, de súbito la furgoneta tuvo mucha prisa, de súbito frenó, de súbito saltó de ella Cipriano Algor, de súbito subió los escalones, de súbito tocó el timbre. Llamó una vez, dos, tres veces. Nadie apareció para abrir la puerta, nadie dio señal desde dentro, no vino Isaura, no ladró Encontrado, el desierto que era para mañana se había adelantado a hoy. Y deberían estar aquí los dos, hoy es domingo, no se trabaja, pensó. Desconcertado regresó a la furgoneta, cruzó los brazos sobre el volante, lo normal sería preguntarle a los vecinos, pero nunca le había gustado dar a saber de su vida, verdaderamente, cuando estamos preguntando por alguien estamos diciendo sobre nosotros mucho más de lo que se podría imaginar, lo que nos salva es que las personas preguntadas, en su mayoría, no tienen el oído preparado para comprender lo que se oculta tras palabras tan aparentemente inocentes como éstas, Por casualidad ha visto a Isaura Madruga. Dos minutos después reconocía que, pensándolo bien, tan sospechoso debería ser estar parado esperando frente a la casa como ir, con ademán de falsa naturalidad, a preguntarle al primer vecino si, por casualidad, se había fijado en la salida de Isaura. Voy a buscar por ahí, pensó, puede ser que los encuentre. La vuelta por la aldea resultó inútil, Isaura y Encontrado parecían borrados de la faz de la tierra. Cipriano Algor decidió irse a casa, volvería a intentarlo al final de la tarde, Salieron a algún sitio, pensó. El motor de la furgoneta cantó la canción del regreso al hogar, el conductor ya veía las ramas más altas del moral, y de repente, como un relámpago negro, Encontrado vino desde arriba, ladrando, corriendo ladera abajo como si hubiese enloquecido, el corazón de Cipriano Algor estuvo a una pulsación del desfallecimiento, y no por causa del animal, este amor, por muy grande que sea, no llega a tanto, es que piensa que Encontrado no está solo y que, si no está solo, sólo hay una persona en el mundo que pueda estar con él. Abrió la puerta de la furgoneta, de un brinco el perro se le subió a los brazos, al fin el perro fue el primero, y le lamía la cara y no lo dejaba ver el camino, ese en el que aparece atónita Isaura Madruga, suspéndase ahora todo, por favor, que nadie hable, que nadie se mueva, que nadie se entrometa, ésta es la escena conmovedora por excelencia, el coche que viene subiendo la ladera, la mujer que en lo alto da dos pasos y de pronto no puede andar más, vean sus manos apretadas contra el pecho, a Cipriano Algor que sale de la furgoneta como si entrara en un sueño, Encontrado que va detrás y se le enreda en las piernas, sin embargo no sucederá nada malo, era lo que faltaba, caerse antiestéticamente uno de los personajes principales en el momento culminante de la acción, este abrazo y este beso, estos besos y estos abrazos, cuántas veces será necesario que os recuerde que el mismo amor que devora está suplicando que lo devoren, siempre ha sido así, siempre, pero hay ocasiones en que nos damos más cuenta. En un intervalo entre dos besos Cipriano Algor preguntó, Y cómo es que estás aquí, pero Isaura no respondió en seguida, había otros besos que dar y recibir, tan urgentes como el primero de todos, por fin tuvo aliento suficiente para decir, Encontrado huyó al día siguiente de que te fueras, abrió un agujero en la cerca del huerto y se vino aquí, no hubo manera de obligarlo a volver, estaba decidido a esperarte hasta no sé cuándo, el único remedio era dejarlo, traerle la comida y el agua, hacerle un poco de compañía, aunque yo crea que no la necesitaba. Cipriano Algor buscaba en los bolsillos la llave de casa, mientras iba pensando e imaginando, Vamos a entrar los dos, vamos a entrar juntos, y la tenía finalmente en la mano cuando vio que la puerta estaba abierta, que es como deben estar las puertas para quien, viniendo de lejos, llega, no necesitó preguntar por qué, Isaura le decía tranquilamente, Marta me dejó una llave para que viniera de vez en cuando a airear la casa, a limpiarle el polvo, así, con esto de Encontrado, he estado viniendo todos los días, por la mañana antes de ir a la tienda, y al final de la tarde, después de acabar el trabajo. Dio la sensación de que tenía algo más que añadir, pero los labios se le cerraron con firmeza como para impedir el paso a las palabras, no saldréis de ahí, ordenaban, pero ellas se juntaron, unieron fuerzas, y lo máximo que el pudor consiguió fue que Isaura bajara la cabeza y redujera la voz a un murmullo, Una noche me quedé a dormir en tu cama, dijo. Entendámonos, este hombre es alfarero, trabajador manual por tanto, sin finuras de formación intelectual y artística salvo las necesarias para el ejercicio de su profesión, con una edad ya más que madura, se crió en un tiempo en que lo corriente era que las personas tuvieran que refrenar, cada una en sí misma y todas en toda la gente, las expresiones del sentimiento y las ansiedades del cuerpo, y si es cierto que no serían muchos los que en su medio social y cultural podrían echarle un pulso en cuestiones de sensibilidad y de inteligencia, oír decir así de sopetón de boca de una mujer con quien nunca yaciera en intimidad, que durmió, ella, en la cama de él, por muy enérgicamente que estuviera andando hacia la casa donde el equívoco caso se produjo, forzosamente tendría que suspender el paso, mirar con pasmo a la osada criatura, los hombres, confesémoslo de una vez, nunca acabarán de entender a las mujeres, felizmente éste consiguió, sin saber cómo, descubrir en medio de su confusión las palabras exactas que la ocasión pedía, Nunca más dormirás en otra. Realmente, esta frase tenía que ser así, se perdería todo el efecto si hubiese dicho, por ejemplo, como quien pone su firma en un pacto de conveniencia, Bueno, puesto que tú dormiste en mi cama, iré yo a dormir a la tuya. Se habían abrazado nuevamente Isaura y Cipriano Algor después de que él dijera, no cuesta nada imaginar con qué entusiasmo lo hacía, pero tuvo un súbito sobresalto del que los sentimientos de la pasión, al parecer, no participaban, Olvidé sacar la maleta del coche, fue esto lo que dijo. Sin prever todavía las consecuencias del prosaico acto, con Encontrado dando saltos tras él, abrió la puerta de la furgoneta y sacó la maleta. Tuvo la primera intuición de lo que sucedería cuando entró en la cocina, la segunda cuando entró en el dormitorio, aunque la certeza cierta sólo la tuvo cuando Isaura, con una voz que se esforzaba en no temblar, le preguntó, Has venido para quedarte. La maleta estaba en el suelo, a la espera de que alguien la abriese, esa operación, si bien que necesaria, podía aguardar para más tarde. Cipriano Algor cerró la puerta. Hay momentos así en la vida, para que el cielo se abra es necesario que una puerta se cierre. Media hora después, ya en paz, como una playa de donde se va retirando la marea, Cipriano Algor contó lo que había pasado en el Centro, el descubrimiento de la gruta, la imposición del secreto, la vigilancia, el descenso a la excavación, la tiniebla de dentro, el miedo, los muertos atados al banco de piedra, las cenizas de la hoguera. Al principio, cuando vio que la furgoneta subía la ladera, Isaura pensó que Cipriano Algor volvía a casa por no haber podido aguantar más la separación y la ausencia, y esa idea, como es de suponer, halagó su ansioso corazón de amante, pero ahora, con la cabeza descansando en lo cóncavo del hombro de él, sintiendo su mano en la cintura, las dos razones le parecen igualmente justas, y, además, si nos tomáramos el trabajo de observar que hay por lo menos una cara, la de la insoportabilidad, en que una y otra se tocan y se hacen comunes, automáticamente deja de existir cualquier motivo serio para afirmar que las dos razones son contradictorias entre sí. Isaura Madruga no es particularmente versada en historias antiguas e invenciones mitológicas, pero sólo necesitó de dos palabras simples para comprender lo esencial de la cuestión. Aunque las conozcamos ya, no se pierde nada en dejarlas escritas otra vez, Éramos nosotros.

Por la tarde, como estaba acordado, Cipriano Algor telefoneó a Marta para decirle que había llegado bien, que la casa estaba como si la hubiesen dejado ayer, que a Encontrado poco le faltó para enloquecer de felicidad y que Isaura le mandaba un abrazo. Desde dónde está hablando, preguntó Marta, Desde casa, por supuesto, E Isaura, Isaura está aquí a mi lado, quieres hablar con ella, Sí, pero dígame primero qué pasa, A qué te refieres, A eso mismo, a que esté Isaura ahí, Te molesta, No diga disparates y deje de darle vueltas a la noria, respóndame, Isaura se queda conmigo, Y usted con quién se queda, Nos quedamos el uno con el otro, si es lo que querías oír. Al otro lado hubo un silencio. Después Marta dijo, Me ha dado una gran alegría, Por el tono nadie lo diría, El tono no tiene que ver con estas palabras, sino con las otras, Cuáles, El día de mañana, el futuro, Tendremos tiempo para pensar en el futuro, No finja, no cierre los ojos a la realidad, sabe perfectamente que el presente se ha acabado para nosotros, Vosotros estáis bien, nosotros ya nos arreglaremos, Ni yo estoy bien, ni está bien Marcial, Por qué, Si ahí no hay futuro, tampoco lo habrá aquí, Explícate mejor, por favor, Tengo un hijo creciéndome en la barriga, si él alguna vez quiere, cuando sea señor de sus actos, vivir en un sitio como éste, habrá hecho lo que era su voluntad, pero parirlo yo aquí, no, Deberías haber pensado en eso antes, Nunca es demasiado tarde para enmendar un error, incluso cuando las consecuencias ya no tienen remedio, y éstas todavía lo pueden tener, Cómo, Primero tenemos que conversar mucho, Marcial y yo, después ya veremos, Piensa bien, no te precipites, El error, padre, también puede ser la consecuencia de haber pensado bien, aparte de eso, que yo sepa, no está escrito en ninguna parte que precipitarse tenga que acarrear forzosamente malos resultados, Espero que nunca te equivoques, No soy tan ambiciosa, sólo querría no equivocarme esta vez, y ahora, si no le importa, punto final en el diálogo padre e hija, llámeme a Isaura, que tengo mucho que hablar con ella. Cipriano Algor le pasó el teléfono y salió a la explanada. Ahí está la alfarería donde un resto de barro solitario se va resecando, ahí está el horno donde trescientos muñecos se preguntan unos a otros por qué diablo los hicieron, ahí está la leña que inútilmente espera que la echen en el fogón. Y Marta que dice, Si ahí no tenemos futuro, aquí tampoco lo hay. Cipriano Algor ha conocido hoy la felicidad, el cielo abierto del amor que declarado se consumó, y ahora ahí están nuevamente las nubes de tormenta, las sombras malignas de la duda y del temor, basta ver que lo que el Centro le ha pagado por las estatuillas, aunque se aprieten el cinturón hasta el último agujero, no llegará para más de dos meses, y que la diferencia entre lo que la dependienta Isaura Madruga gana en la tienda y el cero debe de ser prácticamente otro cero. Y después, preguntó, mirando al moral, y el moral respondió, Después, viejo amigo, como siempre, el futuro.

Pasados cuatro días Marta volvió a telefonear, Apareceremos allí mañana por la tarde. Cipriano Algor hizo unas cuentas rápidas, Pero el descanso de Marcial no era ahora, Pues no, Entonces, Guarde las preguntas para cuando lleguemos, Quieres que vaya a buscaros, No merece la pena, tomaremos un taxi. Cipriano Algor le dijo a Isaura que le parecía extraña la visita, Salvo si, añadió, la distribución de las libranzas tuvo que ser alterada a causa de alguna confusión burocrática que el descubrimiento de la gruta haya provocado, pero en ese caso lo natural sería que ella lo hubiera dicho sin mandar que me guardara las preguntas para cuando estén aquí, Un día pasa deprisa, dijo Isaura, mañana lo sabremos. Al final, el día no pasó con tanta rapidez como Isaura auguraba. Veinticuatro horas pensando son muchas, veinticuatro horas se dice porque el sueño no es todo, de noche, probablemente, hay otros pensamientos en nuestra cabeza que corren una cortina y siguen pensando sin que nadie lo sepa. Cipriano Algor no se había olvidado de las categóricas palabras de Marta referidas al hijo que va a nacer, Parirlo aquí, no, una frase absolutamente explícita, sin rodeos, no uno de aquellos conjuntos de sonidos vocales más o menos organizados que incluso cuando afirman parecen dudar de sí mismos. La conclusión, por tanto, en buena lógica, sólo podría ser una, Marta y Marcial iban a abandonar el Centro. Si lo hicieren será un disparate, decía Cipriano Algor, de qué van a vivir después, Esa misma pregunta se nos podría hacer a nosotros, dijo Isaura, y no por eso me ves preocupada, Crees en la divina providencia que vela por los desvalidos, No, creo que hay ocasiones en la vida en que debemos dejarnos llevar por la corriente de lo que sucede, como si las fuerzas para resistir nos faltasen, pero de pronto comprendemos que el río se ha puesto a nuestro favor, nadie más se ha dado cuenta de eso, sólo nosotros, quien mire creerá que estamos a punto de naufragar, y nunca nuestra navegación fue tan firme, Ojalá que la ocasión en que nos encontramos sea una de ésas. No tardaría mucho en saberse. Marta y Marcial salieron del taxi, descargaron del maletero algunos bultos, menos de los que antes se llevaron al Centro, y Encontrado desahogó la emoción con dos arrebatadas vueltas alrededor del moral, y cuando el coche bajó la ladera para regresar a la ciudad Marcial dijo, Ya no soy empleado del Centro, pedí la baja como guarda. Cipriano Algor e Isaura no consideraron conveniente manifestar sorpresa, que encima sonaría a falsa, pero por lo menos una pregunta estaban obligados a hacer, una de esas preguntas inútiles sin las que parece que no podemos vivir, Estás seguro de que es lo mejor para vosotros, y Marcial respondió, No sé si es lo mejor o lo peor, hice lo que debía ser hecho, y no fui el único, también se despidieron otros dos colegas, uno externo y un residente, Y el Centro, cómo reaccionaron ellos, Quien no se ajusta no sirve, y yo ya había dejado de ajustarme, las dos últimas frases fueron pronunciadas después de la cena, Y cuándo sentiste que habías dejado de estar ajustado, preguntó Cipriano Algor, La gruta fue la última gota, como también lo fue para usted, Y para esos colegas tuyos, Sí, también para ellos. Isaura estaba de pie y comenzaba a quitar la mesa, pero Marta dijo, Déjalo, luego lo arreglamos entre las dos, tenemos que decidir qué vamos a hacer, dijo Cipriano Algor, Isaura opina que nos deberíamos dejar llevar por la corriente de lo que acontece, que siempre llega un momento en que sentimos que el río está a nuestro favor, Yo no he dicho siempre, corrigió Isaura, dije que hay ocasiones, de todos modos no me hagáis caso, es sólo una fantasía que me ha pasado por la cabeza, Para mí sirve, aprobó Marta, por lo menos se parece mucho a lo que nos ha venido sucediendo, Qué vamos a hacer entonces, preguntó el padre, Marcial y yo vamos a buscar nuestra vida lejos de aquí, está decidido, el Centro se acabó, la alfarería ya se había acabado, de una hora para otra hemos pasado a ser extraños en este mundo, Y nosotros, preguntó Cipriano Algor, No esperarán que sea yo quien les aconseje lo que tienen que hacer, Entiendo bien si entiendo que estás proponiendo que nos separemos, Entiende mal, lo que yo digo es que las razones de uno pueden no ser las razones de todos, Puedo dar una opinión, sugerir una idea, preguntó Isaura, en realidad no sé si tengo ese derecho, estoy en la familia no hace ni media docena de días, incluso me siento como si estuviera a prueba, como si hubiese entrado por la puerta trasera, Ya estabas por aquí desde hace meses, desde aquel famoso cántaro, dijo Marta, en cuanto a las otras palabras que has dicho, que te responda mi padre, Salvo que tiene una opinión que dar, una idea que sugerir, nada más he oído, así que cualquier apreciación mía en este momento estaría fuera del debate, dijo Cipriano Algor, Cuál es tu idea, preguntó Marta, Tiene que ver con aquella fantasía de la corriente que nos lleva, dijo Isaura, Explícate, Es la cosa más simple del mundo, Ya sé cuál es la idea, interrumpió Cipriano Algor, Cuál, preguntó Isaura, Nos vamos también, Exacto. Marta respiró hondo, Para tener ideas provechosas, no hay nada como ser mujer, Conviene que no nos precipitemos, dijo Cipriano Algor, Qué quieres decir, preguntó Isaura, Tienes tu casa, tu empleo, Y, Dejarlo todo así, volverle la espalda, Ya lo había dejado todo antes, ya le había vuelto la espalda antes cuando apreté aquel cántaro contra el pecho, realmente era necesario que fueras hombre para no comprender que te estaba apretando a ti, las últimas palabras casi se perdieron en una súbita irrupción de sollozos y de lágrimas. Cipriano Algor extendió tímidamente la mano, le tocó un brazo, y ella no pudo evitar que el llanto redoblase, o tal vez necesitara que así ocurriese, a veces no son suficientes las lágrimas que ya lloramos, tenemos que pedirles por favor que continúen.

Los preparativos del viaje ocuparon todo el día siguiente. Primero de una casa, luego de otra, Marta e Isaura escogieron lo que consideraron necesario para un viaje que no tenía destino conocido y que no se sabe cómo ni dónde terminará. La furgoneta fue cargada por los hombres, auxiliados por los ladridos de estímulo de Encontrado, nada inquieto hoy con lo que era, con claridad total, una nueva mudanza, porque en su cabeza de perro ni siquiera podría entrar la idea de que pretendieran abandonarlo por segunda vez. La mañana de la partida apareció con el cielo grisáceo, había llovido por la noche, en la explanada se veían, aquí y allí, pequeñas pozas de agua, y el moral, para siempre agarrado a la tierra, todavía goteaba. Vamos, preguntó Marcial, Vamos, dijo Marta. Subieron a la furgoneta, los dos hombres delante, las dos mujeres atrás, con Encontrado en medio, y cuando Marcial iba a poner el coche en movimiento, Cipriano Algor dijo bruscamente, Espera. Salió de la furgoneta y dirigió los pasos al horno, Adonde va, preguntó Marta, Qué irá a hacer, murmuró Isaura. La puerta del horno fue abierta, Cipriano Algor entró. Poco después salió, venía en mangas de camisa y se servía de la chaqueta para transportar algo pesado, unos cuantos muñecos, no podría ser otra cosa, Quiere llevárselos de recuerdo, dijo Marcial, pero se equivocaba, Cipriano Algor se aproximó a la puerta de la casa y comenzó a disponer las estatuillas en el suelo, de pie, firmes en la tierra mojada, y cuando las colocó a todas, volvió al horno, en ese momento ya los otros viajeros habían bajado de la furgoneta, ninguno hizo preguntas, uno a uno entraron también en el horno y fueron sacando los muñecos al aire libre, Isaura corrió a la furgoneta para buscar un cesto, un saco, cualquier cosa, y las figurillas iban poco a poco ocupando el espacio frente a la casa, y entonces Cipriano Algor entró en la alfarería y retiró con cuidado de la estantería las figurillas defectuosas que había juntado, y las unió a sus hermanas correctas y sanas, con la lluvia se convertirán en barro, y después en polvo cuando el sol las seque, pero ése es el destino de todos nosotros, ahora ya no es delante de la casa donde las figurillas están de guardia, también defienden la entrada de la alfarería, al final serán más de trescientos muñecos mirando de frente, payasos, bufones, esquimales, mandarines, enfermeras, asirios de barbas, hasta ahora Encontrado no ha derribado ninguno, Encontrado es un perro consciente, sensible, casi humano, no necesita que le expliquen lo que está pasando aquí. Cipriano Algor cerró la puerta del horno, dijo, Ahora podemos irnos. La furgoneta hizo la maniobra y bajó la cuesta. Llegando a la carretera giró a la izquierda. Marta lloraba con los ojos secos, Isaura la abrazaba, mientras Encontrado se enroscaba en una esquina del asiento por no saber a quién acudir. Algunos kilómetros andados, Marcial dijo, Escribiré a mis padres cuando paremos para almorzar. Y luego, dirigiéndose a Isaura y al suegro, Había un cartel, de esos grandes, en la fachada del Centro, a que no son capaces de adivinar lo que decía, preguntó, No tenemos ni idea, respondieron ambos, y entonces Marcial dijo, como si recitase, EN BREVE, APERTURA AL PÚBLICO DE LA CAVERNA DE PLATÓN, ATRACCIÓN EXCLUSIVA, ÚNICA EN EL MUNDO, COMPRE YA SU ENTRADA.