17

A la mañana siguiente, como habían decidido, Cipriano Algor llevó las figurillas acabadas al Centro. Las otras ya se encontraban en el horno, a la espera de su turno. Cipriano Algor se levantó temprano, todavía la hija y el yerno dormían, y cuando finalmente Marcial y Marta, soñolientos, se mostraron en la puerta de la cocina, la mitad del trabajo estaba hecho. Tomaron el desayuno juntos intercambiando frases de circunstancia, quiere más café, pásame el pan, queda mermelada, después Marcial ayudó al suegro en lo que faltaba, luego se ocupó del delicado trabajo de acomodar las trescientas figuras acabadas en las cajas que antes se usaban para el transporte de la cacharrería. Marta le dijo al padre que iría con Marcial a casa de sus suegros, era necesario informarles de la próxima mudanza, vamos a ver cómo recibirán la noticia, de cualquier modo no se quedarían a comer, Probablemente ya estaremos aquí cuando vuelva del Centro, concluyó. Cipriano Algor dijo que se llevaría a Encontrado, y Marta le preguntó si era en alguien de la ciudad en quien estaba pensando cuando ayer noche dijo que también tenía una idea para resolver el problema del perro, y él respondió que no, pero el asunto podría estudiarse, de esa manera Encontrado estaría cerca de ellos, lo verían siempre que quisiesen. Marta observó que no constaba en sus conocimientos que el padre tuviera amigos cercanos en la ciudad, personas de tanta confianza que mereciesen, dijo con intención la palabra mereciesen, quedarse con un animal a quien en aquella casa se estimaba como a una persona. Cipriano Algor respondió que no recordaba haber dicho alguna vez que tuviese amigos cercanos en la ciudad, y que si se llevaba al perro era para distraerse de pensamientos que no quería tener. Marta dijo que si él tenía pensamientos de ésos debería compartirlos con su hija, a lo que Cipriano Algor respondió que hablarle de sus pensamientos sería como si lloviera sobre mojado, porque ella los conocía tan bien o mejor que él mismo, no palabra por palabra, claro está, como el registro de una grabadora, sino en lo más profundo y esencial, y entonces ella dijo que, en su humilde opinión, la realidad era precisamente al contrario, que de lo esencial y profundo nada sabía y que muchas de las palabras que le oía no pasaban de cortinas de humo, circunstancia por otro lado nada extraña porque las palabras, muchas veces, sólo sirven para eso, pero hay algo todavía peor, que es cuando se callan del todo y se convierten en un muro de silencio compacto, ante ese muro no sabe una persona lo que ha de hacer, Ayer noche me quedé aquí a su espera, al cabo de una hora Marcial se fue a la cama y yo esperando, esperando, mientras mi señor padre estaba de paseo con el perro a saber por dónde, Por ahí, por el campo, Claro, por el campo, realmente no hay nada más agradable que andar por el campo de noche, sin ver dónde ponemos los pies, Deberías haberte acostado, Es lo que acabé haciendo, por supuesto, antes de transformarme en estatua de sal, Entonces está todo en orden, no se habla más del asunto, No está todo en orden, no señor, Por qué, Porque me robó lo que yo más deseaba en ese momento, Y qué era, Verlo volver, sólo eso, verlo volver, Un día comprenderás, Espero que sí, pero no con palabras, por favor, estoy harta de palabras. Los ojos de Marta brillaban rasos de agua, No me haga caso, dijo, según parece, nosotras, las frágiles mujeres, no sabemos comportarnos de otra manera cuando estamos embarazadas, lo vivimos todo de manera exagerada. Marcial gritó desde la explanada que la carga ya estaba lista, que podía partir cuando quisiese. Cipriano Algor salió, subió a la furgoneta y llamó a Encontrado. El perro, a quien no le había pasado por la cabeza la posibilidad de semejante fortuna, saltó como un rayo al lado del dueño y allí se quedó, sentado, sonriente, con la boca abierta y la lengua fuera, feliz por el viaje que comenzaba, en esto, como en tantas otras cosas, son los seres humanos como los perros, ponen todas sus esperanzas en lo que vendrá al doblar la esquina, y luego dicen que ya veremos. Cuando la furgoneta desapareció tras las primeras casas de la población, Marcial preguntó, Has discutido con él, Es el mismo problema de siempre, si no hablamos somos infelices, y si hablamos discrepamos, Hay que tener paciencia, no es necesaria una excepcional agudeza de visión para percibir que tu padre se está viendo a sí mismo como si viviese en una isla que se va haciendo más pequeña cada día que pasa, un trozo, otro trozo, date cuenta de que acaba de llevar los muñecos al Centro, después regresará a casa para encender el horno, pero estas cosas las está haciendo como si dudara de la razón de ser que alguna vez han tenido, como si desease que le apareciera un obstáculo imposible de trasponer para poder decir en fin se acabó, Creo que tienes razón, No sé si tengo razón, pero intento ponerme en su lugar, dentro de una semana todo lo que estamos viendo aquí perderá gran parte del significado que tiene, la casa seguirá siendo nuestra, pero no viviremos en ella, el horno no mantendrá su nombre de horno si no hubiere quien se lo dé todos los días, el moral persistirá en criar sus moras, pero no tendrá a nadie que venga a recogerlas, si ni a mí, que no he nacido ni me he criado bajo este techo, me va a resultar fácil separarme, qué no será para tu padre, Vendremos aquí muchas veces, Sí, a la casa de campo, como él la llamó, Existirá otra solución, preguntó Marta, desistes de ser guarda y te vienes a trabajar en la alfarería con nosotros, para hacer loza que nadie quiere, o muñecos que nadie va a querer durante mucho tiempo, Tal como están las cosas, para mí también existe sólo una solución, la de ser guarda residente del Centro, Tienes lo que querías tener, Cuando pensaba que era eso lo que quería, Y ahora, En los últimos tiempos he aprendido con tu padre algo que me faltaba conocer, quizá no te hayas dado cuenta, pero es mi deber avisarte de que el hombre con quien estás casada es mucho más viejo de lo que parece, No me das ninguna novedad, he tenido el privilegio de asistir al envejecimiento, dijo Marta, sonriendo. Pero después su rostro se tornó grave, Es verdad que se nos oprime el corazón pensando que va a ser necesario dejar todo esto, dijo. Estaban bajo el moral, sentados, juntos, en una de las tablas de secado, miraban la casa que tenían enfrente, la alfarería paredaña, si volvieran un poco la cabeza verían entre las hojas la puerta del horno abierta, la mañana es bonita, con sol, pero fresca, tal vez el tiempo vaya a cambiar. Se sentían bien, a pesar de la tristeza, se sentían casi felices, de esa melancólica manera que la felicidad, a veces, escoge para manifestarse, pero de súbito Marcial se levantó de la tabla de secado y exclamó, Se me habían olvidado mis padres, tenemos que ir a hablar con mis padres, apuesto doble contra sencillo que van a insistir en la idea de que son ellos quienes deberían vivir en el Centro y no tu padre, Estando yo presente, lo más probable es que no hablen de eso, es una cuestión de delicadeza, de buen gusto, Espero que sí, espero que tengas razón.

No la tuvo. Cuando Cipriano Algor, regresando de llevar los muñecos al Centro, atravesaba el pueblo en dirección a casa, vio a la hija y al yerno que caminaban delante. El le pasaba un brazo sobre los hombros a ella y parecía consolarla. Cipriano Algor paró la furgoneta, Subid, dijo, no mandó a Encontrado al asiento trasero porque sabía que ellos querrían estar juntos. Marta intentaba enjugarse las lágrimas mientras Marcial le iba diciendo, No te aflijas, sabes cómo son, si yo hubiera adivinado que iba a pasar esto no te hubiera traído, Qué ha pasado, preguntó Cipriano Algor, Lo mismo que el otro día, que quieren vivir en el Centro, que lo merecen más que otras personas, que ya es hora de que disfruten de la vida, no les importó nada que Marta estuviera allí, fue una escena realmente deplorable, lo siento. Esta vez Cipriano Algor no repitió que estaba dispuesto a cambiarse con ellos, sería como garrapatear un dolor nuevo en una herida vieja, sólo preguntó, Y cómo acabó la discusión, Les dije que el apartamento que me ha sido asignado es, básicamente, para un matrimonio con un hijo, que como mucho se puede admitir la presencia de una persona más de la familia si para su instalación se utiliza un pequeño compartimento que en principio está destinado a desván, pero dos personas nunca, porque no cabrían, Y ellos, Quisieron saber qué sucedería si tenemos más hijos, y yo les respondí con la verdad, que en ese caso el Centro nos mudaría a un apartamento mayor, y ellos preguntaron que por qué motivo no lo pueden hacer ya, teniendo en cuenta que los padres del guarda residente también pretenden vivir con él, Y tú, Les dije que la pretensión no había sido presentada a su debido tiempo, que hay reglas, plazos, reglamentos que cumplir, pero que tal vez más adelante sea posible volver a estudiar el asunto, Conseguiste convencerlos, No creo, en todo caso la idea de que más tarde podrán mudarse al Centro les mejoró ligeramente el humor, Hasta la próxima ocasión, Sí, la prueba es que no dejaron de decirme que la culpa de que el asunto no se hubiera tratado a tiempo no era de ellos, Tus padres no tienen nada de tontos, Sobre todo mi madre, en el fondo esta guerra es mucho más de ella que de él, siempre ha sido dura de roer. Marta había dejado de llorar, Y tú, cómo te sientes, la pregunta era de Cipriano Algor, Humillada y avergonzada, primero fue la humillación de tener que asistir a una discusión que iba contra mí directamente, pero en la que no podía intervenir, ahora lo que siento es vergüenza, Explícate, Querámoslo o no, ellos tienen tanto derecho como nosotros, somos nosotros quienes estamos torciendo las cosas para que no puedan irse al Centro, Nosotros, no, yo, cortó Marcial, soy yo quien no quiere vivir con mis padres, tú y tu padre no tenéis nada que ver en esto, Pero somos cómplices de una injusticia, Yo sé que mi actitud parecerá censurable vista desde fuera, pero la he tomado de libre y consciente voluntad para evitar mayores males, si yo mismo no quiero vivir con mis padres, mucho menos querré que mi mujer y mi hijo tengan que sufrirlos, el amor une, pero no a todos, hasta puede suceder que los motivos de unos para la unión sean precisamente los motivos de otros para la desunión, Y cómo puedes tener tú la seguridad de que nuestros motivos se inclinan hacia el lado de la unión, preguntó Cipriano Algor, Sólo hay una razón para que yo me sienta feliz de no ser su hijo, respondió Marcial, Déjame adivinarla, No es difícil, Porque si lo fueses no estarías casado con Marta, Exactamente, adivinó. Se rieron ambos. Y Marta dijo, Espero que a esta altura mi hijo ya haya tomado la sabia decisión de nacer hija, Por qué, preguntó Marcial, Porque la pobre madre no tendría fuerzas para soportar sola y desamparada la suficiencia del padre y del abuelo. Se repitió la risa, felizmente no pasaban por allí los padres de Marcial, pensarían que los Algores se reían a su costa, engañando al hijo hasta el punto de que también se riera de aquellos que le habían dado el ser. Las últimas casas del pueblo habían quedado atrás. Encontrado ladró de alegría al ver surgir en lo alto de la cuesta el tejado de la alfarería, el moral, la parte de arriba de una pared lateral del horno. Dicen los entendidos que viajar es importantísimo para la formación del espíritu, sin embargo no es preciso ser una luminaria del intelecto para comprender que los espíritus, por muy viajeros que sean, necesitan volver de vez en cuando a casa porque sólo en ella consiguen alcanzar y mantener una idea pasablemente satisfactoria acerca de sí mismos. Marta dijo, Vamos hablando de incompatibilidades familiares, de vergüenzas, de humillaciones, de vanidades, de monótonas y mezquinas ambiciones, y no tenemos un pensamiento para este pobre animal que no puede imaginar que de aquí a diez días ya no estará con nosotros. Yo sí pienso, dijo Marcial. Cipriano Algor no habló. Soltó la mano derecha del volante y, como le haría a un niño, la pasó por la cabeza del perro. Cuando la furgoneta paró junto al alpendre de la leña, Marta fue la primera en salir, Voy a hacer el almuerzo, dijo. Encontrado no esperó que abriesen su puerta, se escabulló entre los dos asientos delanteros, saltó sobre las piernas de Marcial y salió disparado hacia el horno, con la vejiga súbitamente sobresaltada reclamando urgente satisfacción. Marcial dijo, Ahora que estamos solos, cuénteme cómo ha sido la entrega de la mercancía, Sin novedad, como de costumbre, entregué los albaranes, descargué las cajas, se hizo el recuento, el empleado que atendía examinó los muñecos uno por uno y no encontró nada mal, ninguno estaba roto, y las pinturas no tenían ningún desconchón, hiciste un excelente trabajo cuando los embalaste, Nada más, Por qué lo preguntas, Desde ayer tengo la impresión de que está escondiendo algo, Te he contado lo que pasó, sin ocultar nada, En este momento no me refería a la entrega de la mercancía, me ronda esta idea desde que me recogió en el Centro, Entonces, a qué te refieres, No sé, estoy a la espera de que me explique, por ejemplo, los enigmáticos sobrentendidos de la conversación de ayer noche, durante la cena. Cipriano Algor se quedó callado, tamborileaba con los dedos sobre el arco del volante, como si estuviera decidiendo, según fuera par o impar el número final del redoble, qué respuesta daría. Finalmente dijo, Ven conmigo. Salió de la furgoneta y, seguido de Marcial, avanzó hacia el horno. Tenía ya la mano puesta en uno de los tiradores de los cierres, pero se detuvo un instante y pidió, No le dirás a Marta una sola palabra de lo que vas a oír, Lo prometo, Ni una sola palabra, Ya lo he prometido. Cipriano Algor abrió la puerta del horno. La claridad del día hizo aparecer bruscamente las estatuillas agrupadas y alineadas, ciegas por la oscuridad, antes, ciegas por la luz, ahora. Cipriano Algor dijo, Es posible, es incluso muy probable, que estos trescientos muñecos no lleguen a salir de aquí, Y eso, por qué, preguntó Marcial, El departamento de compras decidió hacer un sondeo de mercado para evaluar el grado de interés de los clientes, los muñecos que les he llevado hoy servirán para eso, Un sondeo por unas figurillas de barro, preguntó Marcial, Así me lo explicó uno de los subjefes, Aquel que le tenía tirria, No, otro, uno con aire simpático, sonriente, uno que habla con nosotros como si se nos quisiera meter en el corazón. Marcial pensó un poco y dijo, En el fondo, es indiferente, nos da lo mismo, de cualquier modo ya estaremos viviendo en el Centro de aquí a diez días, Crees, de verdad, que es indiferente, que nos da lo mismo, preguntó el suegro, Mire, si el resultado del sondeo sale positivo habrá tiempo para acabar estas figurillas y entregarlas, pero el resto del pedido, como es lógico, será automáticamente cancelado por el hecho irrefutable de que la alfarería dejará de fabricar, Y si el resultado es negativo, Pues entonces dan ganas de decir que mejor todavía, se evitan, usted y Marta, el trabajo de tener que cocer los muñecos y pintarlos. Cipriano Algor cerró despacio la puerta del horno y dijo, Olvidas algunos aspectos de la cuestión, es verdad que insignificantes, Cuáles, Olvidas la bofetada que supone que te rechacen el fruto de tu trabajo, olvidas que si no fuera por la casualidad de que estos nefastos sucesos coinciden con la mudanza al Centro estaríamos en la misma situación en que nos encontramos cuando dejaron de comprarnos las lozas, y ahora sin la esperanza absurda de que unos ridículos muñecos de barro todavía nos puedan salvar la vida, Es con lo que es con lo que tenemos que vivir, no con lo que sería o podría haber sido, Admirable y pacífica filosofía esa tuya, Perdone si no soy capaz de llegar a más, Yo tampoco llego muy lejos, pero nací con una cabeza que sufre la incurable enfermedad de justamente preocuparse con lo que sería o podría haber sido, Y qué ha ganado con esa preocupación, preguntó Marcial, Tienes razón, nada, como tú muy bien me has recordado es con lo que es con lo que tenemos que vivir, no con las fantasías de lo que podría haber sido, si fuese. Aliviado ya de la urgencia fisiológica y con las piernas desentorpecidas por las carreras desatinadas que dio por las cercanías, Encontrado se aproximó moviendo el rabo, muestra habitual de alegría y cordialidad, pero que, esta vez, teniendo en cuenta la aproximación de la hora del almuerzo, significaba otra imperiosa necesidad del cuerpo. Cipriano Algor lo acarició, torciéndole levemente una oreja, Tenemos que esperar a que Marta nos llame, muchacho, no estaría bien que el perro de la casa coma antes que sus dueños, hay que respetar la jerarquía, dijo. Después, a Marcial, como si la idea se le hubiese ocurrido en ese instante, Encenderé hoy el horno, Dijo que sólo lo encendería mañana, cuando regresase del Centro, Lo he pensado mejor, será una manera de estar ocupado mientras descansáis, o, si preferís, aprovecháis la furgoneta y dais un paseo, probablemente, después de la mudanza, no os apetecerá salir de la casa nueva tan pronto, y menos aún por estos lugares, Si vendremos aquí, o no, y cuándo, es un asunto que ya se verá, lo que quiero que me diga es si realmente cree que soy hombre para salir de paseo con Marta y dejarlo solo echando leña en el fogón, Puedo hacerlo sin ayuda, Claro que sí, pero, ya puestos, si no le importa, a mí también me gustaría ser parte activa en esta última vez que se enciende el horno, si es que va a ser la última vez, Comenzaremos después del almuerzo, si es eso lo que quieres, De acuerdo, Recuerda, por favor, ni una palabra sobre el asunto del sondeo, Quédese tranquilo. Con el perro detrás se encaminaron a la casa, y estaban a pocos metros cuando Marta apareció ante la puerta de la cocina, Venía a llamarlos, dijo, el almuerzo está listo, Primero voy a darle de comer al perro, el viaje le ha abierto el apetito, dijo el padre, Su comida está allí, apuntó Marta. Cipriano Algor tomó el cazo y dijo, Ven conmigo, Encontrado, menos mal que no eres una persona, si lo fueses ya habrías empezado a desconfiar de los cuidados y atenciones con que últimamente te estamos tratando. El cuenco de Encontrado estaba, como siempre, al lado de la caseta, y hacia ella se dirigió Cipriano Algor. Vertió el contenido del cazo dentro y se quedó un momento viendo comer al perro. En la cocina, Marcial decía, Vamos a encender el horno después del almuerzo, Hoy, se extrañó Marta, Tu padre no quiere dejar trabajo para mañana, No había prisa, teníamos tres días de descanso, El sabrá sus razones, Y, como de costumbre, sus razones sólo él las conoce. Marcial consideró preferible no responder, la boca es un órgano que será de más confianza cuanto más silencioso se mantenga. Poco después Cipriano Algor entró en la cocina. La comida ya estaba en la mesa, Marta servía. Poco después el padre dirá, Encenderemos el horno hoy, y Marta responderá, Ya lo sé, Marcial me lo ha dicho.

Con estas u otras palabras se ha recordado aquí que todos los días pasados fueron vísperas y todos los días futuros lo han de ser. Volver a ser víspera, al menos por una hora, es el deseo imposible de cada ayer pasado y de cada hoy que está pasando. Ningún día consigue ser víspera durante todo el tiempo que soñaba. Todavía ayer estaban Cipriano Algor y Marcial Gacho metiendo leña en el fogón, alguien que anduviera por aquellos sitios y no estuviese al tanto de la realidad de los hechos podría muy bien pensar, creyendo que acertaba, Ya están ahí nuevamente, se van a pasar toda la vida en eso, y ahora helos en la furgoneta que aún lleva la palabra Alfarería escrita en las chapas laterales de la carrocería, camino de la ciudad y del Centro, y con ellos Marta, sentada al lado del conductor, que esta vez es su marido. Cipriano Algor va solo en el asiento de atrás, Encontrado no vino, se quedó guardando la casa. Es por la mañana, muy temprano, el sol todavía no ha nacido, el Cinturón Verde no tardará en aparecer, luego será el Cinturón Industrial, luego los barrios de chabolas, luego la tierra de nadie, luego los edificios en construcción de la periferia, después la ciudad, la gran avenida, el Centro finalmente. Cualquier camino que se tome va a dar al Centro. Ninguno de los pasajeros de la furgoneta abrirá la boca durante todo el viaje. Personas por lo general tan locuaces como éstas parece que ahora no tienen nada que decirse unas a otras. De hecho, se comprende que no valga la pena hablar, perder tiempo y gastar saliva articulando discursos, frases, palabras y sílabas cuando aquello que uno está pensando también está siendo pensado por los otros. Si Marcial, por ejemplo, dijera, Vamos al Centro para ver la casa donde viviremos, Marta dirá, Curiosa coincidencia, yo iba pensando lo mismo, y aunque Cipriano Algor lo negase, Pues yo no, lo que yo iba pensando es que no voy a entrar, que me voy a quedar fuera esperando, pese a eso, por muy perentorio que el tono nos sonase a los oídos, no le deberíamos hacer mayor caso, Cipriano Algor tiene sesenta y cuatro años, ya ha pasado la edad de las rabietas de niño y todavía le falta bastante para llegar al tiempo de las rabietas de viejo. De verdad lo que Cipriano Algor piensa es que no tendrá otro remedio que acompañar a la hija y al yerno, mostrar la mejor cara posible ante los comentarios de ambos, dar opiniones si se las piden, en fin, como se decía en las antiguas novelas, agotar el cáliz de la amargura hasta las heces. Gracias a la hora matutina, Marcial encontró sitio para estacionar la furgoneta apenas a unos doscientos metros del Centro, será otro cantar cuando ya estén instalados, los guardas residentes tienen derecho al usufructo de seis metros cuadrados en el aparcamiento de dentro. Llegamos, dijo sin necesidad Marcial cuando echó el freno de mano de la furgoneta. El Centro no se veía desde allí, pero les apareció de frente al volver la esquina de la calle donde habían dejado el coche. Quiso la casualidad que éste fuese el lado, la parte, la cara, el extremo, la punta en que habitan los residentes. La visión no constituía novedad para ninguno de los tres, pero hay una gran diferencia entre mirar por mirar, y mirar al mismo tiempo que alguien nos está diciendo, Dos ventanas de ésas son nuestras, Sólo dos, preguntó Marta, No nos podemos quejar, hay apartamentos que sólo tienen una, dijo Marcial, eso sin hablar de los que las tienen hacia el interior, Al interior de qué, Al interior del Centro, claro, Quieres decir que hay apartamentos cuyas ventanas dan al interior del propio Centro, Que sepas que hay muchas personas que los prefieren, creen que esa vista es infinitamente más agradable, variada y divertida, mientras que de este lado son siempre los mismos tejados y el mismo cielo, De todos modos, quien viva en esos apartamentos sólo verá el piso del Centro que coincida con la altura en que vive, señaló Cipriano Algor, sin mucho interés real pero no queriendo parecer que se había retirado ostensiblemente de la conversación, La medida de las plantas comerciales es alta, los espacios son desahogados y amplios, lo que oigo decir es que las personas no se cansan del espectáculo, sobre todo las de más edad, Nunca me he dado cuenta de la existencia de esas ventanas, se precipitó Marta para evitar el previsible comentario del padre sobre las distracciones que más convienen a los viejos, Están disimuladas por la pintura, dijo Marcial. Caminaban a lo largo de la fachada donde se encontraba la entrada reservada al personal de Seguridad, Cipriano Algor andaba dos reluctantes pasos por detrás, como si estuviese siendo conducido por un hilo invisible. Estoy nerviosa, dijo Marta bajito para que el padre no se enterara, Después de estar aquí todo será fácil, ya verás, es cuestión de habituarse, respondió Marcial también en voz baja. Un poco más adelante, ya natural, Marta preguntó, En qué piso está el apartamento, En el treinta y cuatro, Tan alto, Todavía hay catorce pisos encima del nuestro, Un pájaro en una jaula colgada en la ventana podría imaginar que está en libertad, Estas ventanas no se pueden abrir, Por qué, Por el aire acondicionado, Evidentemente. Habían llegado a la puerta. Marcial entró delante, dio los buenos días a los vigilantes de servicio, dijo de paso, Mi mujer, mi suegro, y abrió la antepuerta que daba acceso al interior. Entraron en un ascensor, Vamos a recoger la llave, dijo Marcial. Salieron en el segundo piso, recorrieron un pasillo largo y estrecho, de paredes grises, con puertas espaciadas a un lado y a otro. Marcial abrió una de ellas. Esta es mi sección, dijo. Dio los buenos días a los colegas de trabajo, presentó nuevamente, Mi mujer, mi suegro, después añadió, Vamos a ver el apartamento. Se dirigió a un armario donde estaba escrito su nombre, lo abrió, tomó un manojo de llaves y dijo a Marta, Son éstas. Entraron en otro ascensor. Tiene dos velocidades, explicó Marcial, comenzaremos por la lenta. Pulsó el botón respectivo, después el que tenía el número veinte, Vamos primero hasta el vigésimo piso para que nos dé tiempo de ver. La parte del ascensor que miraba al interior era acristalada, el ascensor iba atravesando vagarosamente los pisos, mostrando sucesivamente las plantas, las galerías, las tiendas, las escalinatas monumentales, las escaleras mecánicas, los puntos de encuentro, los cafés, los restaurantes, las terrazas con mesas y sillas, los cines y los teatros, las discotecas, unas pantallas enormes de televisión, infinitas decoraciones, los juegos electrónicos, los globos, los surtidores y otros efectos de agua, las plataformas, los jardines colgantes, los carteles, las banderolas, los paneles electrónicos, los maniquíes, los probadores, una fachada de iglesia, la entrada a la playa, un bingo, un casino, un campo de tenis, un gimnasio, una montaña rusa, un zoológico, una pista de coches eléctricos, un ciclorama, una cascada, todo a la espera, todo en silencio, y más tiendas, y más galerías, y más maniquíes, y más jardines colgantes, y cosas de las que probablemente nadie conoce los nombres, como una ascensión al paraíso. Y esta velocidad para qué sirve, para gozar de la vista, preguntó Cipriano Algor, A esta velocidad los ascensores son usados sólo como medio complementario de vigilancia, dijo Marcial, No bastan para eso los guardas, los detectores, las cámaras de vídeo, y el resto de la parafernalia del fisgoneo, volvió a preguntar Cipriano Algor, Pasan por aquí todos los días muchas decenas de millares de personas, es necesario mantener la seguridad, respondió Marcial con el rostro tenso y un reproche de contrariedad en la voz, Padre, dijo Marta, deje de pinchar, por favor, No te preocupes, dijo Marcial, nosotros siempre nos entendemos, incluso cuando parezca que no. El ascensor continuaba subiendo lentamente. La iluminación de los pisos todavía está reducida al mínimo, se ven pocas personas, algún empleado que ha madrugado por necesidad o por gusto, falta por lo menos una hora para que las puertas se abran al público. Los habitantes que trabajan en el Centro no necesitan apresurarse, los que tienen que salir no atraviesan los espacios comerciales y de ocio, bajan directamente de sus apartamentos a los garajes subterráneos. Marcial apretó el botón rápido cuando el ascensor paró, pocos segundos después estaban en el trigésimo cuarto piso. Mientras recorrían el pasillo que llevaba a la parte residencial, Marcial explicó que había ascensores para uso exclusivo de los inquilinos, y que si hoy utilizaron éste era por haber pasado a recoger la llave. A partir de este momento, las llaves se quedan con nosotros, son nuestras, dijo. Al contrario de lo que Marta y el padre pensaran encontrar, no había sólo un pasillo separando los bloques de apartamentos con vistas a la calle de los que daban al interior. Había, sí, dos pasillos, y, entre ambos, otro bloque de apartamentos, pero éste con el doble de anchura de los restantes, lo que, narrando prolijamente, quiere decir que la parte habitada del Centro está constituida por cuatro secuencias verticales paralelas de apartamentos, dispuestas como placas de baterías o de colmenas, las interiores unidas espalda con espalda, las exteriores unidas a la parte central por las estructuras de los pasillos. Marta dijo, Estas personas no ven la luz del día cuando están en casa, Las que viven en los apartamentos que dan al interior del Centro tampoco, respondió Marcial, Pero ésas, como tú dijiste, se pueden distraer con las vistas y el movimiento, mientras que éstas de aquí están prácticamente enclaustradas, no debe de ser nada fácil vivir en estos apartamentos, sin la luz del sol, respirando aire enlatado todo el día, Pues no falta quien los prefiera, los encuentran más cómodos, más pertrechados de comodidades, por ejemplo, todos tienen aparatos de rayos ultravioletas, regeneradores atmosféricos, y reguladores de temperatura y de humedad tan rigurosos que es posible tener en casa, de noche y de día, en cualquier estación del año, una humedad y una temperatura constantes, Menos mal que no nos tocó un apartamento de éstos, no sé si conseguiría vivir mucho tiempo dentro, dijo Marta, Los guardas residentes tienen que darse por satisfechos con un apartamento común, de los que tienen ventanas, Jamás pude imaginar que ser suegro de un guarda residente del Centro sería la mejor de las fortunas y el mayor de los privilegios que la vida me había reservado, dijo Cipriano Algor. Los apartamentos estaban identificados como si fuesen habitaciones de hotel, la diferencia es que introducían un guión entre el número del piso y el número de la puerta. Marcial metió la llave, abrió y se apartó a un lado, Pueden entrar, por favor, llegamos a casa, dijo en voz alta fingiendo un entusiasmo que no sentía. No estaban contentos ni excitados por la novedad. Marta se detuvo en el umbral, después dio tres pasos inseguros, miró alrededor. Marcial y el padre se mantuvieron detrás. Tras unos momentos de vacilación, como si tuviese dudas sobre lo que sería más conveniente hacer, se dirigió sola a la puerta más próxima, miró dentro y siguió adelante. Su primer conocimiento de la casa fue así, pasando rápidamente del dormitorio a la cocina, de la cocina al cuarto de baño, de la sala de estar que será también comedor al pequeño compartimento destinado al padre, No hay sitio para la criatura, pensó, y a continuación, Mientras sea pequeño estará con nosotros, después ya veremos, probablemente nos darán otra casa. Volvió a la entrada, donde Marcial y Cipriano Algor estaban a su espera. Ya la has visto, preguntó el marido, Ya, Qué te ha parecido, A mí, bien, Te has dado cuenta de que los muebles son nuevos, es todo nuevo, como te dije, Y a usted, padre, qué le parece, No puedo dar opinión de lo que no conozco, Entonces venga, yo le sirvo de guía. Se notaba que estaba tensa, nerviosa, tan fuera de su estado de espíritu habitual que fue anunciando los nombres de las habitaciones como si proclamase sus loores, Aquí el dormitorio de matrimonio, aquí la cocina, aquí el cuarto de baño, aquí la sala de estar que también servirá de comedor, aquí el confortable y espacioso aposento en que mi querido padre dormirá y gozará de un merecido descanso, no se ve sitio para colocar a la niña cuando esté crecidita, pero mientras crece y no crece se encontrará una solución. No te gusta la casa, preguntó Marcial, Es la casa que vamos a tener, no adelantamos nada discutiendo si nos gusta mucho, o poco, o nada, como quien deshoja una margarita. Marcial se volvió hacia el suegro para pedirle ayuda, no dijo nada, sólo puso en él los ojos, Hay que reconocer que la casa no está mal, dijo Cipriano Algor, está como nueva, el mobiliario es de buena madera, obviamente los muebles tendrían que ser diferentes de los nuestros, ahora se estilan así, en tonos claros, no son como los que tenemos, que parecen haber pasado por el horno, en cuanto al resto uno siempre se habitúa, uno se habitúa siempre. Marta frunció el entrecejo durante la arenga del padre, dio a los labios un mohín de sonrisa y comenzó otra vuelta por la casa, esta vez abriendo y cerrando cajones y armarios, valorando los contenidos. Marcial hizo un gesto de agradecimiento al suegro, después miró el reloj y avisó, Está acercándose la hora de acudir al trabajo. Marta dijo desde dentro, No tardo, voy ya, son éstas las ventajas de los apartamentos pequeños, se suelta con todas las cautelas un suspiro que se traía dentro y acto seguido alguien en el otro extremo de la casa denuncia, Has suspirado, no lo niegues. Y aún hay quien se queje de los guardas, de las cámaras de vídeo, de los detectores y restante aparato. La visita a la casa estaba hecha, y, por la diferencia entre el aire con que entraron y el aire con que salían, sin que pretendamos desvelar el secreto de los corazones, parece haber valido la pena. Descendieron directamente del piso treinta y cuatro al bajo porque, no estando todavía Marta y el padre provistos de los documentos que los habilitarían como residentes, Marcial tenía que acompañarlos hasta la salida. Apenas habían dado los primeros pasos después de que las puertas del ascensor se cerraran, Cipriano Algor dijo, Qué sensación tan extraña, me parece que siento el suelo vibrar debajo de los pies. Paró, afinó el oído y añadió, Y tengo la impresión de que oigo algo así como un ruido de máquinas excavadoras, Son excavadoras, dijo Marcial apresurando el paso, trabajan en turnos seguidos de seis horas, sin parar, están a unos buenos metros de la superficie, Alguna obra, dijo Cipriano Algor, Sí, se comenta que van a ser instalados nuevos almacenes frigoríficos y algo más posiblemente, quizá más aparcamientos, aquí nunca se acaban las obras, el Centro crece todos los días, incluso cuando no se nota, si no es hacia los lados, es hacia arriba, si no es hacia arriba, es hacia abajo, Supongo que dentro de poco, cuando comience todo a funcionar, no se sentirá el ruido de las excavadoras, dijo Marta, Con la música, los anuncios de los artículos por los altavoces, el barullo de las conversaciones de la gente, las escaleras mecánicas subiendo y bajando sin parar, será como si no existiese. Habían llegado a la puerta. Marcial dijo que telefonearía en cuanto hubiese novedades, que entre tanto convendría ir adelantando lo necesario para la mudanza, eligiendo sólo lo que fuera estrictamente indispensable, Ahora que ya conocen el espacio de que disponemos, deben de haberse dado cuenta de que el lugar no sobra. Estaban en la acera, iban a despedirse, pero Marta todavía dijo, En realidad, es como si no hubiese mudanza, la casa de la alfarería sigue siendo nuestra, lo que podemos traer de allí es lo mismo que nada, lo que está sucediendo es algo así como desnudarnos de una ropa para vestir otra, una especie de carnaval de máscaras, Sí, observó el padre, aparentemente es así, aunque, al contrario de lo que se suele creer y sin pensar se afirma, el hábito hace al monje, la persona también está hecha por la ropa que lleva, podrá no notarse inmediatamente, pero es sólo cuestión de dar tiempo al tiempo. Adiós, adiós, dijo Marcial, a la vez que se despedía de la mujer con un beso, tienen todo el camino para filosofar, aprovechen. Marta y el padre se dirigieron hacia donde habían dejado la furgoneta. En la fachada del Centro, sobre sus cabezas, un nuevo y gigantesco cartel proclamaba, VENDERÍAMOS TODO CUANTO USTED NECESITARA SI NO PREFIRIÉSEMOS QUE USTED NECESITASE LO QUE TENEMOS PARA VENDERLE.