Al perro Encontrado no le gustó Marcial. Era tanto lo que había que contar, tantas las novedades, tantos los altos y bajos de esperanza y de ánimo vividos en estos días, que a Cipriano Algor no se le ocurrió, durante el camino entre el Centro y la alfarería, hablarle al yerno de la misteriosa aparición del animal y sus consiguientes singularidades de comportamiento. Se impone, sin embargo, por amor a la verdad, avivado por el escrúpulo del narrador, no dejar sin mención un único y veloz afloramiento del inopinado episodio a la memoria omisa del alfarero, que no consiguió desarrollarse porque Marcial, con más que justificado pesar, interrumpió el relato del suegro para preguntarle por qué endemoniada razón ni a él ni a Marta se les había ocurrido informarle de lo que estaba sucediendo en casa, la idea de los muñecos, los diseños, los experimentos de modelado, Incluso parece que no existo para ustedes, comentó con amargura. Pillado en falta, Cipriano Algor hilvanó una explicación en que participaba el nerviosismo y la concentración de toda creación artística, la ninguna amabilidad con que el mandado de turno del teléfono solía atender las llamadas de los parientes de los guardas que vivían fuera del Centro, y, finalmente, unas cuantas palabras decorativas, medio atropelladas, para acabar de llenar y rematar el discurso. Felizmente, la vista del camión quemado contribuyó a desviar las atenciones de una discrepancia capaz de convertirse en querella familiar, que adelantémoslo, de amenaza no pasará, aunque Marcial Gacho haga intención de retomar el asunto cuando se encuentre a solas con su mujer, en el dormitorio y con la puerta cerrada. Con desahogo visible, Cipriano Algor dejó a un lado las figuras de barro para exponerle las sospechas que el incendio había hecho nacer en su espíritu, posición esta que Marcial, todavía molesto por la desconsideración de que fuera víctima, contestó con cierta brusquedad en nombre de la deontología, de la conciencia ética y de la limpieza de procesos que, por definición, siempre han distinguido a las fuerzas armadas, en general, y a las autoridades administrativas y policiales, en particular. Cipriano Algor encogió los hombros, Dices eso porque eres guarda del Centro, si fueras tú un paisano como yo, verías las cosas de otra manera, El hecho de que sea guarda del Centro no hace de mí un policía o un militar, respondió Marcial, secamente, No lo hace, pero te quedas cerca, en la frontera, Ahora está obligado a decirme si le avergüenza que un guarda del Centro esté aquí a su lado, en su furgoneta, respirando el mismo aire. El alfarero no respondió en seguida, se arrepentía de haber cedido otra vez al estúpido y gratuito apetito de irritar al yerno, Por qué hago esto, se preguntó a sí mismo, como si no estuviese harto de conocer la respuesta, este hombre, este Marcial Gacho quería quitarle a la hija, verdaderamente se la quitó cuando se casó con ella, se la quitó sin remedio ni retorno, Aunque, cansado de decir no, acabe yéndome a vivir con ellos al Centro, pensó. Después, hablando lentamente, como si tuviese que arrastrar cada palabra, dijo, Perdona, no quería ofenderte ni ser desagradable contigo, a veces no puedo evitarlo, es como si fuera más fuerte que yo, y no vale la pena que me preguntes por qué, no te respondería, o te diría mentiras, pero hay razones, si las buscamos las encontramos siempre, razones para explicar cualquier cosa nunca faltan, incluso no siendo las ciertas, son los tiempos que mudan, son los viejos que cada hora que pasa envejecen un día, es el trabajo que deja de ser lo que había sido, y nosotros que sólo podemos ser lo que fuimos, de repente descubrimos que ya no somos necesarios en el mundo, si es que alguna vez lo fuimos, pero creer que lo éramos parecía bastante, parecía suficiente, y era en cierta manera eterno, durante el tiempo que la vida durase, que eso es la eternidad, nada más que eso. Marcial no habló, sólo puso la mano izquierda sobre la mano derecha del suegro, que sostenía el volante. Cipriano Algor tragó en seco, miró la mano que, suave, pero firme, parecía querer proteger la suya, la cicatriz torcida y oblicua que dilaceraba la piel de un lado a otro, marca última de una quemadura brutal que no se sabe por qué misteriosa circunstancia no llegó a alcanzar las venas subyacentes. Inexperto, inhábil, Marcial había querido echar una mano en la alimentación del horno, quedar bien ante la joven que era su novia desde hacía pocas semanas, quizá más ante el padre, demostrarle que era un hombre hecho, cuando en realidad apenas acababa de salir de la adolescencia y la única cosa de la vida y del mundo acerca de la cual creía saber todo lo que hay que saber era que quería a la hija del alfarero. A quien por estas certidumbres pasó algún día, no le costará imaginar qué entusiásticos sentimientos eran los suyos mientras arrastraba, rama tras rama, la lefia del cobertizo, y luego la empujaba horno adentro, qué supremo premio habrían sido para él en aquellos momentos la sorpresa encantada de Marta, la sonrisa benévola de la madre, la mirada seria y rotundamente aprobadora del padre. Y de súbito, sin que se llegase a entender por qué, teniendo en cuenta que en la memoria de los alfareros nunca había sucedido tal cosa, una llamarada delgada, rápida y sinuosa como la lengua de una cobra irrumpió bufando desde la boca del horno, y fue a morder cruelmente la mano del muchacho, próxima, inocente, desprevenida. Ahí nació la sorda antipatía que la familia Gacho pasó a profesar a los Algores, no sólo imperdonablemente descuidados e irresponsables, sino, según el inflexible juicio de los Gachos, también descaradamente abusivos por haberse aprovechado de los sentimientos de un muchacho ingenuo para hacerlo trabajar de balde. No es sólo en aldeas apartadas de la civilización donde los apéndices cerebrales humanos son capaces de generar ideas así. Marta curó muchas veces la mano de Marcial, muchas veces la consoló y refrescó con su soplo, y tanto perseveró la voluntad de ambos que pasados unos años pudieron casarse, aunque no se unieron las familias. Ahora el amor de éstos parece estar adormecido, qué le vamos a hacer, debe de ser efecto natural del tiempo y de las ansiedades del vivir, mas si la sabiduría antigua todavía sirve para alguna cosa, si todavía puede ser de alguna utilidad en las ignorancias modernas, recordemos con ella, discretamente, para que no se rían de nosotros, que mientras haya vida, habrá esperanza. Sí, es cierto, por más espesas y negras que estén las nubes sobre nuestras cabezas, el cielo allá arriba estará permanentemente azul, pero la lluvia, el granizo y los rayos les caen siempre a los de abajo, verdaderamente no sabe una persona qué ha de pensar cuando tiene que hacerse entender con ciencias de éstas. La mano de Marcial ya se ha retirado, entre los hombres la costumbre es así, las demostraciones de afecto, para ser viriles, tienen que ser rápidas, instantáneas, hay quien afirma que esto se debe al pudor masculino, tal vez lo sea, pero reconózcase que mucho más de hombre, en la acepción completa de la palabra, habría sido, y por supuesto no menos viril, que Cipriano Algor detuviera la furgoneta para abrazar allí mismo al yerno y agradecerle el gesto con las únicas palabras merecidas, Gracias por haber puesto tu mano sobre la mía, esto era lo que debería haber dicho, y no estar aprovechándose ahora de la seriedad del momento para quejarse del ultimátum que le ha sido impuesto por el jefe del departamento de compras, Imagínate, darme quince días para retirar la loza, Quince días, Es verdad, quince días, y sin tener quien me ayude, Siento no poderle echar una mano, Claro que no puedes, ni tienes tiempo ni sería conveniente para tu carrera que se te vea de mozo de carga, pero lo peor es que no sé cómo me voy a librar de unos cacharros que ya nadie quiere, Todavía podrá vender algunas piezas, Para eso basta con las que tenemos en la alfarería, Pues entonces parece realmente complicado, Ya veremos, tal vez las deje por ahí, en el camino, La policía no lo va a permitir, Si esta tartana, en lugar de furgoneta, fuese uno de esos camiones que levantan la caja, sería facilísimo, un botoncito eléctrico y hala, en menos de un minuto estaría todo en la cuneta, Escaparía una vez o dos de la policía de carretera, pero acabarían por pillarlo in fraganti, Otra solución sería encontrar en el campo una cueva, no necesitaría ser muy honda, y meter todo ahí dentro, imagínate la gracia que tendría si dentro de mil o dos mil años pudiéramos presenciar los debates de los arqueólogos y los antropólogos sobre el origen y las razones de la presencia de tal cantidad de platos, tazas y ollas de barro, y su problemática utilidad en un sitio deshabitado como éste, Deshabitado, ahora, de aquí a mil o dos mil años no es imposible que la ciudad haya llegado hasta donde nos encontramos en este momento, observó Marcial. Hizo una pausa, como si las palabras que acababa de pronunciar hubiesen exigido que volviera a pensar en ellas, y, con el tono perplejo de quien, sin comprender cómo lo había conseguido, ha llegado a una conclusión lógicamente impecable, añadió, O el Centro. Ahora bien, sabiéndose que en la vida de este suegro y este yerno, la desafortunada cuestión del Centro ha sido de todo menos pacífica, es de extrañar que las consecuencias de la inesperada alusión del guarda interno Marcial Gacho se hayan quedado en eso, que la peligrosa frase O el Centro no hubiese disparado inmediatamente una nueva discusión, repitiéndose todos los desencuentros ya conocidos y el mismo rosario de recriminaciones sordas o explícitas. La razón de que ambos hayan permanecido silenciosos, suponiendo que sea posible, para quien, como nosotros, observa desde el lado de fuera, desvelar lo que, con toda probabilidad, ni para ellos está claro, es el hecho de que esas palabras constituyeron, en la boca de Marcial, sobre todo en el contexto en que fueron pronunciadas, una novedad absoluta. Se podrá decir que no es así, que, por el contrario, al admitir la posibilidad de que el Centro haga desaparecer en un día futuro, por imparable absorción territorial, los campos que la furgoneta ahora va atravesando, el guarda interno Marcial Gacho estaría subrayando, por su cuenta, y aplaudiendo, en su fuero interno, la potencia expansiva, tanto en el espacio como en el tiempo, de la empresa que le paga sus modestos servicios. La interpretación sería válida y liquidaría definitivamente la cuestión si no se hubiese producido aquella casi imperceptible pausa, si aquel instante de aparente suspensión del pensar no correspondiese, permítase la osadía de la propuesta, a la aparición de alguien simplemente capaz de pensar de otra manera. Si fue así, es fácil de comprender que Marcial Gacho no haya podido avanzar por el camino que se le abría, dado que ese camino estaba destinado a una persona que no era él. En cuanto al alfarero, ése lleva vividos años más que suficientes para saber que la mejor manera de hacer que una rosa muera es abrirla a la fuerza cuando todavía no pasa de ser una pequeña promesa de flor. Guardó, por tanto, en la memoria las palabras del yerno e hizo como que no se había dado cuenta de su verdadero alcance. No volvieron a hablar hasta que entraron en la aldea. Como de costumbre cuando traía del Centro al yerno, Cipriano Algor se detuvo ante la puerta de sus mal avenidos compadres, justo el tiempo para que Marcial entrara, diera un beso a la madre, y al padre, si estaba en casa, se informara de cómo andaban de salud desde la última vez y saliera después de haber dicho, Mañana vengo más despacio. En general, eran más que suficientes cinco minutos para que la rutina del sentimiento filial se cumpliese, el resto de las expansiones y lo más sustancial de las conversaciones quedaban para el día siguiente, unas veces almorzando, otras no, pero casi siempre sin la compañía de Marta. Hoy, sin embargo, los cinco minutos no bastaron, ni los diez, y fueron casi veinte los que tuvieron que consumirse antes de que Marcial reapareciese. Entró en la furgoneta bruscamente y cerró la puerta con fuerza. Tenía la cara seria, casi sombría, una expresión endurecida de adulto para la que la juventud de sus facciones todavía no estaba preparada. Has tardado mucho hoy, está alguien enfermo, algún problema en la familia, preguntó el suegro, solícito, No, no es nada grave, perdone que le haya obligado a esperar tanto, Vienes enfadado, No es nada grave, ya se lo he dicho, no se preocupe. Están casi llegando, la furgoneta gira a la izquierda para comenzar a subir la ladera que conduce a la alfarería, al cambiar de velocidad Cipriano Algor recuerda que ha pasado por donde vive Isaura Estudiosa sin haber pensado en ella, y es en este momento cuando un perro baja la cuesta corriendo y ladrando, segunda sorpresa que Marcial tiene hoy, o tercera, si la visita a los padres resultó ser la segunda. De dónde sale este perro, preguntó, Apareció por aquí hace unos días y dejamos que se quedara, es un animal simpático, le pusimos de nombre Encontrado, aunque, si lo pensamos bien, los encontrados somos nosotros, y no él. Cuando la furgoneta llegó al final de la rampa y se detuvo, unas cuantas cosas sucedieron simultáneamente, o con intervalos mínimos de tiempo, Marta apareció en la puerta de la cocina, el alfarero y el guarda interno salieron del coche, Encontrado gruñó, Marta vino hacia Marcial, Marcial fue hacia Marta, el perro dio un gruñido profundo, el marido abrazó a la mujer, la mujer abrazó al marido, luego se besaron, el perro dejó de gruñir y atacó una bota de Marcial, Marcial sacudió la pierna, el perro no soltó la presa, Marta gritó, Encontrado, el padre gritó lo mismo, el perro dejó la bota e intentó morder el tobillo, Marcial le dio un puntapié con intención pero sin demasiada violencia, Marta dijo, No le pegues, Marcial protestó, Me ha mordido, Es porque no te conoce, A mí no me conocen ni los perros, estas palabras terribles salieron de la boca de Marcial como si llorasen, dolor y queja insoportables cada una de ellas, Marta rodeó con las manos los hombros del marido, No repitas eso, claro que no lo repitió, no era necesario, hay ciertas cosas que se dicen una vez y nunca más, Marta oirá estas palabras dentro de su cabeza hasta el último día de su vida, y en cuanto a Cipriano Algor, si pretendiésemos saber lo que está haciendo en este momento, la respuesta más fácil sería, Nada, si no fuese por la reveladora circunstancia de que desvió rápidamente los ojos cuando oyó lo que dijo Marcial, algo hizo por tanto. El perro se había alejado camino de la caseta, pero a mitad del trayecto se detuvo, se volvió y se puso a observar. De vez en cuando dejaba salir un gruñido de la garganta. Marta dijo, No sabe lo que son los abrazos, debe de haber pensado que me estabas haciendo daño, pero Cipriano Algor, para limpiar la atmósfera, salió con una idea más trivial, También puede ser que le tenga tirria a los uniformes, se conocen casos así. Marcial no respondió, se movía entre dos conciencias íntimas, la del arrepentimiento de haber dicho palabras que se quedarían para siempre jamás como pública confesión de un dolor escondido hasta ese momento en lo más hondo de sí mismo, y la de una instintiva intuición de que haberlas dejado salir de esta manera podría significar que estaba a punto de abandonar un camino para tomar otro, aunque fuese todavía muy pronto para saber en qué dirección le llevaría. Besó a Marta en la frente y dijo, Voy a cambiarme de ropa. La tarde caía rápidamente, sería de noche en poco más de media hora. Cipriano Algor dijo a la hija, Ya he hablado con el tipo de las compras, Por culpa del jaleo del perro se me ha olvidado preguntarle cómo fue la conversación, Dice que tal vez mañana tenga una respuesta, Tan pronto, Cuesta creerlo, realmente, y todavía cuesta más pensar que la decisión puede ser afirmativa, que es lo que me ha parecido entender, por lo menos, Ojalá no se equivoque, La única bella sin pero que conozco eres tú, Qué quiere decir, a propósito de qué vienen ahora las bellas y los peros, Es que después de una noticia buena, siempre viene una noticia mala, Cuál es la de ahora, Tendré que sacar en dos semanas la loza que conservan en el almacén, Iré con usted para ayudarle, Ni en sueños, si el Centro nos hace el encargo, todo el tiempo aquí va a ser poco, hay que modelar las figuras definitivas, hacer los moldes, trabajar en el moldeado, pintar, cargar y descargar el horno, me gustaría entregar el primer encargo antes de dejar vacías las baldas del almacén, no vaya a ser que el hombre cambie de ideas, Y qué vamos a hacer con esa loza, No te preocupes, ya me he puesto de acuerdo con Marcial, la dejo por ahí en medio del campo, en cualquier agujero, para que la aproveche cualquiera, Con tantas mudanzas, la mayor parte se romperá, Es lo más seguro. El perro vino y tocó con la nariz la mano de Marta, parecía estar pidiéndole que le explicase la nueva composición del conjunto familiar, como en algún tiempo se puso de moda decir. Marta le regañó, A ver cómo te portas de ahora en adelante, puedes estar seguro de que entre tú y el marido, escojo el marido. La última sombra del moral se recogía poco a poco para comenzar a hundirse en la sombra más profunda de la noche que se aproximaba. Cipriano Algor murmuró, Hay que tener cuidado con Marcial, lo que acaba de decir ha sido como una puñalada, y Marta respondió, también murmurando, Fue una puñalada, duele mucho. La lámpara de encima de la puerta se encendió. Marcial Gacho apareció en el umbral, había cambiado el uniforme por una ropa común, de estar en casa. El perro Encontrado lo miró con atención, con la cabeza alta avanzó unos pasos hacia él, después se estacó, expectante. Marcial se aproximó, Hacemos las paces, preguntó. La nariz fría rozó levemente la cicatriz de la mano izquierda, Hacemos las paces. Dijo el alfarero, Mira qué razón tenía, a nuestro Encontrado no le gustan los uniformes, En la vida todos son uniformes, el cuerpo sólo es civil verdaderamente cuando está desnudo, respondió Marcial, pero ya no se percibía amargura en su voz.
Durante la cena se conversó mucho sobre cómo se le había ocurrido a Marta la idea de hacer las figuras, también sobre las dudas, los temores y las esperanzas que ocuparon la casa y la alfarería en aquellos últimos días y, pasando a cuestiones prácticas, se calcularon los tiempos necesarios para cada fase de la producción y los respectivos factores de seguridad, diferentes unos y otros de las fabricaciones a que estaban habituados, Todo depende de la cantidad que se nos encargue, nos convendría que no fuera ni de más ni de menos, algo así como pretender sol para la era y lluvia para la huerta, que se decía en los tiempos en que no existían los invernaderos de plástico, comentó Cipriano Algor. Después de retirar el mantel de la mesa, Marta enseñó al marido los esbozos que había hecho, las tentativas, los experimentos de color, la vieja enciclopedia de donde había copiado los modelos, a primera vista parecía poquísimo trabajo para tan grandes ansiedades, pero es necesario comprender que en las circunnavegaciones de la vida un viraje ameno para unos puede ser para otros una tempestad mortal, todo depende del calado del barco y del estado de las velas. En el dormitorio, con la puerta cerrada, Marcial pensó que no valía la pena pedir explicaciones a Marta por no haberle informado de la idea de los muñecos, en primer lugar porque esas aguas hacía horas que habían pasado bajo el puente y por tanto arrastrado en su curso el despecho y el mal humor, en segundo lugar porque le apocaban preocupaciones mucho más serias que las de sentirse o imaginarse desconsiderado. Preocupaciones más serias y no menos urgentes. Cuando un hombre regresa a casa y a la mujer después de una privación de diez días, siendo joven como es este Marcial, o, en caso de ser mayor, si todavía no pudo la edad abatirle el ánimo amatorio, lo natural es que quiera dar satisfacción inmediata al temblor de los sentidos, dejando la conversación para después. En general, las mujeres no están de acuerdo. Si el tiempo no urge especialmente, si, al contrario, La noche es nuestra, y quien dice la noche, dice la tarde o la mañana, lo más seguro es que la mujer prefiera que el acto amoroso se inicie con una charla pausada, sin prisas, y mientras sea posible ajena a esa idea fija que, semejante a un trompo zumbador, gira en la cabeza del hombre. Como un cántaro profundo que lentamente se llena, la mujer se va aproximando al hombre poco a poco, o, tal vez con más exactitud, lo va aproximando, hasta que la urgencia de uno y la ansiedad del otro, ya declaradas, ya coincidentes, ya inaplazables, hagan subir cantando el agua unánime. Hay excepciones, sin embargo, como es este caso de Marcial que, por mucho que quisiese empujar a Marta hacia la cama, no podría hacerlo mientras no vaciara el pesado saco de las preocupaciones que carga, no desde el Centro, no desde la conversación que había mantenido con el suegro durante el camino, sino desde la casa de los padres. También esta vez la primera palabra iba a ser dicha por Marta, Es posible que los perros no te conozcan, Marcial, pero tu mujer te conoce, No quiero hablar de eso, Debemos hablar de lo que duele, Fui estúpido e injusto, Vamos a dejar a un lado lo de estúpido, porque no lo eres, quedémonos con lo de injusto, Ya lo he reconocido, Tampoco fuiste injusto, No compliquemos las cosas, Marta, por favor, lo pasado, pasado está, Las cosas que parecen haber pasado son las únicas que nunca acaban de pasar, los injustos hemos sido nosotros, Nosotros, quiénes, Mi padre y yo, sobre todo yo, mi padre tiene una hija casada y miedo de perderla, no necesita otra justificación, Y tú, Yo soy quien no tiene disculpa, Por qué, Porque te quiero, y a veces, demasiadas veces, doy la impresión de olvidar, o incluso se me olvida, que eres una persona concreta, completa en el ser que eres, que debo este amor no a alguien que tenga que contentarse con un sentimiento medio difuso que poco a poco se irá resignando, como si de un inapelable destino se tratase, a su propia y mortal carencia, El matrimonio es eso, las personas viven así, fíjate en mis padres, Todavía tengo otra culpa, No sigas, por favor, Vamos hasta el final, Marcial, ahora ya vamos hasta el final, Por favor, Marta, No quieres que siga porque adivinas lo que tengo que decirte, Por favor, Cuando dijiste que a ti ni los perros te conocen, estabas diciéndole a tu mujer que ella no sólo no te conoce, sino que no ha hecho nada para conocerte, bueno, digamos casi nada, No es verdad, tú me conoces, nadie me conoce mejor que tú, Sólo lo suficiente para comprender el sentido de tus palabras, pero no fui más inteligente que mi padre, que las comprendió tan rápido como yo, De entre nosotros dos, la persona adulta eres tú, yo todavía no paso de ser un niño, Quizá tengas razón, por lo menos estás dándome la razón a mí, pero ni esta maravillosa adulta que soy, ni esta sensatísima mujer de Marcial Gacho fueron capaces de entender, cuando debían, lo que representa una persona capaz de tener la sencillez y la honestidad de decir de sí mismo que es un niño, No siempre seré así, No serás así siempre, por eso, mientras llegue la hora, tendré que hacer todo cuanto esté a mi alcance para comprenderte como eres, y probablemente llegar a la conclusión de que, en ti, ser un niño es, a fin de cuentas, una forma diferente de ser adulto, Si seguimos así dejaré de saber quién soy, Mi padre te diría que ésa es una de las cosas que nos suceden muchas veces en la vida, Me parece que comienzo a entenderme con tu padre, No te imaginas, o sí te lo imaginas, qué feliz me hace eso. Marta tomó las manos de Marcial y las besó, después las apretó contra su pecho, A veces, dijo, deberíamos regresar a ciertos gestos de ternura antiguos, Qué sabes tú de eso, no viviste en los tiempos de la reverencia y el besamanos, Leo lo que cuentan los libros, es lo mismo que haber estado allí, de todos modos no era en besamanos y reverencias en lo que pensaba, Eran costumbres diferentes, modos de sentir y de comunicar que ya no son los nuestros, Aunque te pueda parecer extraña la comparación, los gestos, para mí, más que gestos son dibujos hechos por el cuerpo de uno en el cuerpo de otro. La invitación era explícita, pero Marcial hizo como que no había entendido, aunque comprendiese que había llegado el momento de atraer a Marta hacia sí, de acariciarle el pelo, de besarle despacio la cara, los párpados, suavemente, como si no sintiese deseo, como si estuviese sólo distraído, gran equivocación será pensar así, lo que en estas ocasiones sucede es que el deseo ha tomado posesión absoluta del cuerpo para servirse de él, perdónese el materialista y utilitario símil, como si de una herramienta de uso múltiple se tratara, tan habilitada para pulir como para labrar, tan potente para emitir como para recibir, tan minuciosa para contar como para medir, tan activa para subir como para bajar. Qué te pasa, preguntó Marta, súbitamente paralizada, Nada importante, sólo unos pequeños contratiempos, Cuestiones de trabajo, No, Entonces, qué, Es tan poco el tiempo que ya tenemos para estar juntos, y para colmo vienen a meterse en nuestra vida, No vivimos en una redoma, He pasado por casa de mis padres, Algún accidente, alguna complicación. Marcial movió la cabeza negativamente y prosiguió, Empezaron mostrándose muy interesados en saber si tengo noticias de cuándo voy a ser ascendido a guarda residente, y yo respondí que no, que ni siquiera hay razones seguras para afirmar que eso vaya a ocurrir, Es casi seguro, Sí, casi seguro, pero hasta no tener el pájaro en la mano, Está volando, y luego, Dieron unos cuantos rodeos, y yo sin saber adonde querían llegar, hasta que finalmente me anunciaron su gran idea, Y cuál es esa gran idea, Están pensando nada más y nada menos en vender la casa y venirse a vivir con nosotros, Con nosotros, dónde, En el Centro, Estoy oyendo bien, tus padres se quieren ir a vivir al Centro, con nosotros, Eso mismo, Y tú, qué les dijiste, Empecé haciéndoles notar que todavía era pronto para pensar en eso, pero me respondieron que vender una casa tampoco es cosa que se haga de hoy para mañana, que no iba a ser después de que estemos instalados, tú y yo, cuando se pusieran a buscar comprador, Y tú qué les dijiste, Pensando que liquidaba el asunto, les dije que teníamos intención de llevarnos a tu padre cuando nos mudásemos, para que no se quedara aquí solo, sobre todo ahora que la alfarería está pasando un momento de crisis, Les comentaste eso, Sí, pero no atendieron a razones, poco faltó para que se pusieran a dar voces, llorando, hablo de mi madre, claro, mi padre no es de sentimentalismos, lo que hizo fue protestar y echar pestes, qué clase de hijo soy yo que pongo las conveniencias de personas que no son de mi sangre por encima de las necesidades de mis propios progenitores, dijeron eso mismo, progenitores, no sé de dónde sacaron la palabra, que nunca podrían imaginar que algún día oirían de mi boca que reniego de aquellos a quienes debo la vida, aquellos que me criaron y educaron, que es bien cierto que casamiento alejamiento, pero que desprecios no estaban dispuestos a admitir, y que desde luego no me molestase, que por ahora todavía no necesitaban andar por las calles pidiendo limosna, pero que no me olvidase de que el remordimiento siempre acaba llegando, que si no viene durante la vida, vendrá después de la muerte, y ése es todavía peor, y que ojalá no tenga yo hijos que me castiguen por la inhumanidad con que he tratado hoy a mis padres, Fue la frase final, No sé si fue la frase final, se me olvidarán algunas, cortadas por el mismo patrón, Deberías haberles explicado que no merecía la pena que se preocuparan, sabes bien que mi padre no quiere vivir en el Centro, Sí, pero preferí no hacerlo, Por qué, Sería darles pie a pensar que son los únicos en el terreno, Si insisten, no tendrás otro remedio, Será suficiente con que no acepte el ascenso, sólo necesitaría encontrar una razón que consiguiera convencer al Centro, Dudo de que la encuentres. Estaban sentados en la cama, podían tocarse, pero el momento de las caricias había pasado, aparentemente andaba tan lejos de allí como el tiempo del besamanos y la reverencia, o incluso de aquel otro momento en que dos manos de hombre fueron besadas, y luego cobijadas en el seno de la mujer. Marcial dijo, Sé que no está bien que un hijo haga una declaración de éstas, pero la verdad es que no quiero vivir con mis padres, Por qué, Nunca nos entendimos, ni yo a ellos, ni ellos a mí, Son tus padres, Sí, son mis padres, aquella noche se fueron a la cama y les apeteció, de ahí nací, cuando era pequeño recuerdo haberles oído comentar, como quien se divierte contando un buen chiste, que él, en esa ocasión, estaba borracho, Con vino o sin vino, de eso nacemos todos, Reconozco que es una exageración, pero me repugna pensar que mi padre estaba borracho cuando me engendró, es como si yo fuese hijo de otro hombre, es como si aquel que realmente debería haber sido mi padre no hubiese podido serlo, como si su lugar hubiese sido ocupado por otro hombre, este a quien hoy le he oído decir que ojalá me castiguen mis hijos, No fue exactamente así como él se expresó, Pero fue exactamente como lo pensó. Marta sostuvo la mano izquierda de Marcial, la apretó entre las suyas, y murmuró, Todos los padres fueron hijos, muchos hijos acaban siendo padres, pero unos se olvidan de que lo fueron, y a los otros no hay nadie que pueda explicarles lo que serán, No es fácil de entender, Ni yo misma lo entiendo, me ha salido así, no hagas caso, Vamos a acostarnos, Vamos. Se desnudaron y se metieron en la cama. El momento de las caricias volvió a entrar en el dormitorio, pidió disculpas por haberse demorado tanto ahí fuera, no encontraba el camino, se justificó, y, de repente, como les sucede algunas veces a los momentos, se hizo eterno. Un cuarto de hora después, todavía enlazados los cuerpos, Marta murmuró, Marcial, Qué, preguntó él soñoliento, Tengo dos días de retraso.