9 de enero de 1297, isla de Wight, Inglaterra

Los bajos de la blanca vestidura del abad estaban empapados de sangre. Cada vez que se detenía para tocar una frente fría o hacer el signo de la cruz sobre un cuerpo boca arriba, sus prendas se manchaban de sangre.

A su lado, el prior Félix le tomaba del brazo para que Baldwin no resbalara con la sangre que cubría las piedras. Recorrieron aquella carnicería parándose en cada uno de los escribas pelirrojos en busca de señales de vida; en vano. El único otro corazón que latía en la Sala de los Escribas era el del viejo Bartholomew, que estaba haciendo su propia desalentadora inspección al otro lado de la cámara. Baldwin había mandado salir a la hermana Sabeline porque sus lloros histéricos le estaban sacando de quicio y no le dejaban pensar.

—Están muertos —dijo Baldwin—.Todos muertos. En el nombre del Señor, ¿por qué ha sucedido esto?

Bartholomew pasaba de una fila a otra, caminando con cuidado sobre los cadáveres y alrededor de ellos, intentando mantener el equilibrio. Para ser un anciano, se movía con energía de un pupitre a otro, cogiendo las hojas de la mesa y reuniéndolas en la mano.

Se dirigió hacia Baldwin con una resma de pergaminos.

—Mirad —dijo el viejo—. ¡Mirad!

Dejó caer las hojas.

Baldwin cogió una y la leyó.

Después la siguiente, y la siguiente. Colocó las páginas sobre la mesa para poder verlas con mayor rapidez.

Cada página llevaba la fecha del 9 de febrero de 2027 y una inscripción idéntica.

—Finis Dierum —dijo Baldwin—. El Fin de los Días.

Félix tembló.

—Así que será entonces cuando llegue el final. Bartholomew casi sonrió ante la revelación.

—Su trabajo había terminado.

Baldwin recogió todas las hojas y se las apretó contra el pecho.

—Nuestro trabajo aún no ha terminado, hermanos. Debemos llevarlos a la cripta para que descansen. Después haré una misa en su honor. La Biblioteca será sellada y la capilla quemada. El mundo no está preparado.

Félix y Bartholomew asintieron de inmediato para mostrar su acuerdo; el abad se dio la vuelta para marcharse.

—El año 2027 queda muy lejos —dijo Baldwin, cansado—. Al menos la humanidad tiene mucho tiempo por delante para prepararse para el Fin de los Días.