Rothen estaba desmontando una delicada construcción de tuberías, válvulas y chismes de cristal cuando una voz pronunció su nombre. Levantó la mirada y divisó en la puerta del aula a un hombre vestido con el atuendo de sirviente; llevaba el fajín verde que lo identificaba como mensajero de un sanador.
—¿Sí? —dijo Rothen.
—Lady Vinara requiere su presencia en las dependencias de sanadores.
A Rothen le dio un vuelco el corazón. ¿Qué podría querer Vinara? ¿Le había ocurrido algo a Sonea? ¿Había ido demasiado lejos alguna de las fechorías de Regin? ¿O se trataba de otra persona? ¿Su viejo amigo Yaldin? ¿O Ezrille, su esposa?
—Estaré allí enseguida —respondió.
El mensajero hizo una reverencia y se marchó a toda velocidad. Rothen miró al aprendiz que se había quedado para ayudarle. Farind sonrió.
—Yo lo terminaré si lo desea, milord.
Rothen asintió.
—Muy bien. Tan solo cerciórate de deshacerte del ácido con cuidado.
—Desde luego.
Recorriendo el pasillo a la carrera, Rothen trató de obligarse a no pensar en la razón para la convocatoria de Vinara. Pronto la sabría. El aire de la noche era gélido en el exterior de la universidad, así que se envolvió en un escudo y calentó el aire en su interior. Al llegar al alojamiento de los sanadores encontró a lady Vinara esperándole en la entrada.
—¿Mandó a buscarme? —preguntó Rothen sin aliento.
La maga torció los labios en una vaga sonrisa.
—No había necesidad de apresurarse, lord Rothen —le dijo Vinara—. Los aprendices, aquí, que afirman haber sido víctimas de su predilecta, no están a punto de expirar. ¿Sabe dónde está Sonea?
«¿Víctimas?»
¿Qué habría hecho?
—Estudiando en su habitación, lo más probable.
—¿No la ha visto esta noche?
—No. —Rothen frunció el ceño—. ¿De qué se trata?
—Seis aprendices encontraron el camino hasta aquí hace una hora. Afirman que Sonea les emboscó en el bosque y los cegó.
—¿Que los cegó? ¿Cómo?
—Con una luz brillante.
—Ah. —Rothen se relajó, pero al ver la expresión adusta de la sanadora, volvió a preocuparse—. ¿De forma permanente?
Ella movió la cabeza.
—No. Ninguna de sus lesiones son serias; ciertamente, no lo suficientemente malas para malgastar el tiempo de los sanadores en ellas. Se recuperarán.
—¿Alguna otra lesión aparte de la ceguera?
—Cortes y magulladuras de abrirse camino por el bosque.
—Ya veo. —Rothen asintió lentamente—. ¿Uno de estos aprendices es por casualidad el predilecto de Garrel, Regin?
—Sí. —Apretó los labios en una fina línea—. He oído que Sonea tiene una particular antipatía por este chico.
Rothen soltó una carcajada, corta y amarga.
—El sentimiento es mutuo, se lo aseguro. ¿Puedo hablar con Regin?
—Desde luego. Le llevaré hasta él. —Vinara se volvió y echó a andar por el corredor principal del edificio.
Mientras Rothen la seguía, reflexionó sobre todo lo que Vinara le había contado. No creyó ni por un minuto que Sonea hubiera emboscado a Regin y a sus amigos. Lo más probable era que hubiera sucedido al revés. Algo había ido mal, sin embargo.
Puede que se hubieran cegado a sí mismos para poder culparla, pero dudaba que ese fuera el caso. De haber sido esa su intención, se habrían puesto de acuerdo con otros para que los encontraran y los guiaran a las dependencias de los sanadores. Que ni siquiera hubieran pedido asistencia mentalmente sugería que habían dudado sobre si llamar la atención sobre su situación.
Vinara se detuvo junto a una puerta y señaló el interior. Mirando hacia dentro, Rothen reconoció a un muchacho con una túnica manchada de barro que estaba sentado al borde de una cama. El rostro de Regin estaba encendido. Apretaba y abría los puños, y los ojos le ardían ferozmente, fijos en un punto más allá del hombro de su tutor, lord Garrel.
El mago se volvió para contemplar a Rothen y su expresión se oscureció. Rothen le ignoró y escuchó en cambio a Regin, que estaba finalizando una queja larga y enojada.
—Lo juro, ¡trataba de matarnos! Conozco las leyes del Gremio. ¡Debería ser expulsada!
Rothen miró a Vinara, luego otra vez al chico, y sintió que una sonrisa le tiraba de los labios. Si Regin quería invocar las leyes del Gremio, que así fuera.
—Esa es una acusación muy seria, Regin —dijo sosegadamente—. Y tu tutor no sería el más apropiado para confirmar su veracidad. —Giró la cabeza para mirar a la mujer a su lado—. Tal vez lady Vinara podría sugerir a alguien.
Vinara parpadeó al principio, pero luego sus ojos centellearon cuando entendió lo que Rothen quería decir.
—Yo efectuaré la lectura de la verdad —dijo.
Regin tomó aire bruscamente. Rothen miró de nuevo al aprendiz, y le produjo una grata satisfacción ver que el chico había palidecido.
—No, no pretendía… —farfulló—. Yo no…
—¿Estás retirando tu acusación, entonces? —dijo Rothen.
—Sí —masculló—. Retiro mi acusación.
—Entonces ¿qué ha sucedido esta noche?
—Sí —dijo Vinara, con voz sombría—. ¿Por qué os atacó Sonea, tal como afirmas?
—Claramente pretendía asegurarse de que no pudieran asistir a clase por unos cuantos días —replicó Garrel.
—Ya veo —dijo Rothen—. ¿Qué va a ocurrir en los próximos días para que ella quisiera que os ausentárais?
—No lo sé… Supongo que solo quería hacernos daño.
—¿Y por eso siguió a seis aprendices hasta el bosque —dijo Rothen, lanzando una significativa mirada a Vinara—, convencida de que sería capaz de vencer vuestra fuerza combinada? Debe de ser mejor guerrera de lo que indican sus calificaciones.
Los ojos ciegos de Regin buscaron a su tutor.
—Para empezar, ¿qué estábais haciendo vosotros seis en el bosque? —preguntó Vinara.
—Solo estábamos… explorando. Para divertirnos.
—Hummm —dijo ella—. Eso no es lo que dicen tus amigos.
Regin abrió la boca y seguidamente volvió a cerrarla. Garrel se levantó.
—Mi aprendiz ha sufrido una lesión y necesita descanso. Este interrogatorio puede esperar hasta que se recupere.
Rothen titubeó, pero decidió que valía la pena arriesgarse. Se volvió hacia Vinara.
—Tiene razón. No necesitamos oír las respuestas de Regin. Estoy seguro de que Sonea se someterá a una lectura de la verdad para probar su inocencia.
—¡No! —exclamó Regin.
Vinara entornó los ojos.
—Si ella está dispuesta, tú no puedes impedirlo, Regin.
El aprendiz hizo una mueca, como saboreando algo desagradable.
—Está bien. Se lo contaré. La seguimos al bosque para gastarle una broma. Nada peligroso. Solo estábamos… practicando lo que habíamos aprendido en clase.
—Ya veo. —La voz de Vinara era gélida—. Entonces será mejor que nos expliques en qué consistía esa broma… y ten en cuenta que la memoria de Sonea confirmará o desmentirá cualquier cosa que digas.
Tras un suspiro, Sonea señaló la página del libro con una tira de papel y se levantó para atender la puerta. La abrió con cuidado, protegiéndola con magia por si acaso Regin trataba de entrar a la fuerza. Para su sorpresa, lord Osen esperaba fuera en el pasillo.
—Perdona que te importune —dijo lord Osen—. El administrador Lorlen desea verte en su despacho.
Sonea se quedó mirándole, mientras el calor abandonaba su rostro. Un frío temor invadió su pecho. El administrador… Ella no había hablado con él en meses. ¿Qué querría? ¿Tendría algo que ver con el Gran Lord? ¿Habría descubierto Akkarin que ella conocía su secreto?
—No te preocupes —le dijo Osen con una sonrisa—. Tan solo quiere hacerte unas preguntas.
Salió de su habitación, y le siguió fuera del alojamiento de los aprendices, a través del patio; luego franquearon la entrada trasera de la universidad. El eco de sus pasos resonaba en el pasillo desierto. Cuando el hombre abrió la puerta del despacho del administrador, Sonea contuvo la respiración. La habitación estaba atestada de magos, algunos sentados en sillas, otros de pie. Cuando entró se dio cuenta de que la mayoría de los magos superiores estaban presentes.
Al ver a Rothen, dejó escapar el aliento, aliviada. Después divisó a lord Garrel y el corazón le dio un vuelco. Así que el asunto trataba de su encuentro con Regin, entonces. Debía de haber contado un cuento excelente para atraer a los magos superiores.
Rothen sonrió y le hizo señas. Sintiéndose mareada, avanzó hasta su lado.
—Sonea.
Se volvió hacia Lorlen, que estaba sentado tras un largo escritorio. La expresión del mago de túnica azul era seria.
—Hemos sido informados de un incidente acontecido esta noche entre seis aprendices y tú. Queremos que nos cuentes qué ha sucedido.
Echó un vistazo por la habitación, luego tragó saliva con dificultad.
—Lord Kiano me llevó a los campos para un examen. Volví tomando el camino largo, rodeando el alojamiento de los sanadores. Regin y sus amigos me interceptaron en el bosque. —Titubeó, preguntándose cómo iba a evitar decir algo que pudiera tomarse como una acusación.
—Continúa —dijo Lorlen—. Cuéntanos qué sucedió.
Sonea respiró hondo y prosiguió.
—Regin dijo que quería enseñarme algo que había aprendido de lord Balkan —dijo, dirigiendo la mirada hacia el mago de túnica roja—, y después los otros le pusieron las manos en los hombros. Su azote fue más fuerte de lo normal, y me di cuenta de que los otros le estaban dando de algún modo un poder extra.
—¿Qué hiciste?
—Me escudé.
—¿Eso es todo?
—No quise devolver el azote. A lo mejor no habrían podido protegerse lo suficientemente bien.
—Muy sensato. ¿Qué sucedió entonces?
—Todavía tenía mi globo de luz, así que supe que me quedaba poder.
A su izquierda alguien inspiró profundamente y Sonea se sobresaltó. Se volvió y vio que lady Vinara la miraba con ojos evaluadores.
—Continúa —dijo Lorlen.
—Sabía que no cederían, y tenía que escapar antes de que decidieran hacer algo más. Así que para que dejaran de seguirme, les deslumbré con una luz.
Pudo oír muchas voces murmurando en voz baja detrás de ella. Lorlen hizo un pequeño gesto con la cabeza y callaron.
—Algunas preguntas me vienen a la mente —dijo—. ¿Por qué tomaste el camino largo para volver de los campos?
—Sabía que me estarían esperando —respondió Sonea.
—¿Quién?
—Regin y los otros.
—¿Por qué harían tal cosa?
—Ellos siempre… —Meneó la cabeza—. Ojalá lo supiera, administrador.
Lorlen asintió y miró a Vinara.
—Su historia concuerda con la de Regin.
Sonea clavó los ojos en la sanadora.
—¿Regin le contó eso?
—Regin te acusó de intentar matarlos —explicó Rothen con calma—. Cuando se dio cuenta de que eso significaba que debía someterse a una lectura de la verdad, retiró su acusación. Entonces dije que tú te someterías a una para probar tu inocencia. Después de eso, la verdad salió a la luz.
Sonea le miró sorprendida. ¿Él había sugerido someterla a una lectura de la verdad? ¿Y si Regin no hubiera confesado? Rothen debía de haber estado convencido de que el muchacho contaría la verdad en cuanto supo que esta se revelaría de cualquier modo.
—¿Y por qué esta reunión, entonces? ¿Por qué están aquí todos los magos superiores?
Rothen no tuvo oportunidad de responder.
—¿Alguien tiene alguna pregunta para Sonea? —inquirió Lorlen.
—Sí.
Lord Sarrin se irguió y dio un paso adelante.
—Despues de esta confrontación, ¿te sentiste cansada? ¿Exhausta?
Sonea negó con la cabeza.
—No, milord.
—¿Has empleado otra vez la magia esta noche?
—No… bueno, en realidad sí. Puse una ligadura en mi puerta.
Lord Sarrin arrugó los labios y miró a lord Balkan. El guerrero la contempló con aire especulativo.
—¿Has estado practicando habilidades de guerrero en tu tiempo libre? —preguntó.
—No, milord.
—¿Has tenido algún otro encuentro anterior con aprendices que utilizasen este método de combinar poder?
—No, nunca había oído hablar de ello.
Lord Balkan se inclinó hacia atrás en su silla y asintió en dirección al administrador. Lorlen paseó la mirada por la habitación.
—¿Alguna pregunta más?
Los magos se miraron entre sí y negaron con la cabeza.
—Entonces puedes irte, Sonea.
Se levantó e hizo una reverencia a los magos. La observaron en silencio al pasar. Solo después de cerrar la puerta, oyó voces en la habitación, demasiado amortiguadas para entenderlas.
Se quedó mirando la puerta, y después empezó a sonreír lentamente. Al intentar causarle problemas, Regin había provocado que la situación se le complicara a él. Se dio la vuelta y empezó a recorrer la distancia que la separaba del alojamiento de los aprendices, con la certeza de que, por una vez, nadie la molestaría en el camino.
—Tanto poder en alguien tan joven… —dijo lord Sarrin moviendo la cabeza—. Solo unos pocos han progresado tan rápidamente.
Lorlen asintió. Sus propios poderes se habían desarrollado velozmente. Como los de Akkarin. Y ambos habían sido elegidos para ocupar dos de los cargos más altos del Gremio. Pudo percibir la consternación en los rostros de los magos superiores cuando esa misma idea se les ocurrió a ellos.
Normalmente estarían complacidos de encontrar a un aprendiz tan prometedor. Pero Sonea era la chica de las barriadas, y recientemente había demostrado su cuestionable personalidad al robar un pluma. Aunque Lorlen estaba más que dispuesto a creer que se trataba de un incidiente aislado, quizá como reacción al hostigamiento de los demás aprendices, otros magos no habían sido tan indulgentes.
—No deberíamos abrigar unas altas expectativas todavía —dijo para tranquilizarlos—. Podría ser simplemente que se ha desarrollado pronto, y que esto sea todo lo fuerte que llegará a ser.
—Ella ya es más fuerte que la mayoría de sus profesores, y… —Sarrin señaló a Rothen—. Y más quizá que su propio tutor.
—¿Eso es un problema? —preguntó Rothen con frialdad.
—No. —Lorlen sonrió—. Nunca lo ha sido en el pasado. Solo debes ser precavido.
—¿Es necesario que volvamos a cambiarla de clase y pasarla a un nivel superior? —Jerrik se cruzó de brazos y frunció el ceño.
—Lo único que está avanzado es su fuerza —respondió Vinara—. No sus habilidades. Todavía tiene mucho que aprender.
—Todo lo que se requiere es advertir a los profesores —dijo Lorlen—. No deberían poner a prueba su fuerza sin tomar las precauciones habituales.
Todos los magos asintieron, para satisfacción de Lorlen. Los actos de Regin habían revelado más que su propia naturaleza cruel.
Habían enseñado a todo el mundo de qué era capaz Sonea. Lorlen sospechaba que también Rothen estaba sorprendido de lo fuerte que había demostrado ser.
La atención de Rothen estaba puesta en lord Garrel, sin embargo. El tutor de Regin había permanecido en silencio durante la mayor parte de la discusión. Lorlen frunció el ceño. No debían olvidar la gravedad del incidente que había motivado aquella reunión.
—¿Qué se va a hacer con respecto a Regin? —preguntó en un tono de voz que acalló los murmullos.
Balkan sonrió.
—Creo que el jovencito ha aprendido la lección. Sería un necio si volviera a provocar a Sonea.
Los demás magos asintieron y expresaron su acuerdo.
—Necesita un castigo disciplinario —insistió Lorlen.
—No quebrantó ninguna norma —protestó Garrel—. Balkan le dio permiso para practicar esa estrategia con sus compañeros de clase.
—Atacar a otro aprendiz no es lo que llamamos «practicar» —replicó Lorlen—. Es peligroso e irresponsable.
—Estoy de acuerdo —dijo Vinara con firmeza—. Y su castigo debería reflejarlo.
Los magos intercambiaron miradas entre ellos.
—Regin ha estado tomando lecciones adicionales en habilidades de guerrero —dijo Balkan—. Dado que estas han sido la causa del problema, las suspenderé por un período de… tres meses.
Lorlen arrugó los labios.
—Extiende la suspensión hasta mediadios del segundo año. Creo que para entonces su clase habrá cubierto todas las lecciones con honor e imparcialidad.
Al observar a Rothen, Lorlen vio que el mago levantaba una mano para rascarse la nariz y ocultar una sonrisa. La expresión de Garrel se ensombreció, pero guardó silencio. La comisura de la boca de Balkan se curvó hacia arriba.
—Muy bien —accedió el guerrero—. Hasta que hayan pasado los exámenes parciales de segundo año, entonces.
Lorlen miró a los demás magos. Todos asentían en señal de aprobación.
—Está decidido, pues.
Jerrik lanzó un suspiro, echó un vistazo al resto y se adelantó.
—Si eso es todo, regresaré a mis tareas.
Lorlen vio a lord Sarrin y lady Vinara levantarse también y salir de la habitación tras el rector de la universidad. Lord Garrel les siguió. Balkan contemplaba a Rothen detenidamente.
—Es una lástima que a Sonea no le entusiasme la disciplina de habilidades de guerrero. Raramente encontramos mujeres guerreras con su fuerza… ni con sus recursos.
Rothen se volvió para mirar al guerrero.
—No puedo fingir estar decepcionado por su falta de entusiasmo —replicó.
—¿La ha estado disuadiendo? —Había una nota de advertencia en la voz de Balkan.
—En absoluto —respondió Rothen suavemente—. Fue cierto incidente en la plaza Norte lo que la disuadió, y dudo que pudiera cambiarlo si lo intentara. Me llevó bastante tiempo persuadirla de que no todos somos villanos maniáticos de las peleas.
Balkan torció la boca en una sonrisa.
—La habrá convencido de que no lo somos, espero.
Rothen resopló y apartó la mirada.
—A veces, creo que soy el único que lo intenta.
—La animadversión de los demás aprendices era inevitable y no cesará tras la graduación. Debe aprender a vivir con ello. Al menos en esta ocasión empleó la magia en lugar de otras habilidades menos honrosas.
Rothen miró al otro mago con los ojos entornados. Balkan le respondió con una mirada exactamente igual. Presintiendo que aumentaba la tensión entre los dos magos, Lorlen dio unas ligeras palmadas sobre la superficie de su escritorio.
—Tan solo asegúraos de que sus peleas se limitan a la Arena —dijo—. De haber sido verano podrían haber incendiado el bosque entero. Tengo bastante trabajo que hacer sin tales desastres adicionales. Ahora, si me hacéis el favor… —Agitó ambas manos en dirección a la puerta—. ¡Quiero recuperar mi despacho!
Los dos magos inclinaron la cabeza. Tras disculparse, se encaminaron hacia la puerta y salieron. Cuando esta se cerró, Lorlen exhaló un suspiro de alivio y exasperación.
¡Magos!