Una voz muy distante dijo:
—Lo está venciendo.
—¿De veras?
—Sí. Mire.
Y luego, un momento después, cuando le quitaron algo de la garganta, Hall tosió, volvió a toser, jadeó en busca de aire y abrió los ojos.
Una cara inquieta de mujer le estaba mirando.
—¿Se encuentra bien? Esto se pasa pronto.
Hall quiso contestar, pero no pudo. Estaba tendido de espaldas, muy quieto y notó que respiraba. Al principio le costaba un poco, pero pronto le resultó mucho más fácil, las costillas subían y bajaban sin esfuerzo. Hall volvió la cabeza y preguntó:
—¿Mucho rato?
—Unos cuarenta segundos —contestó la muchacha— por lo que podemos figurarnos. Cuarenta segundos sin respirar. Cuando le encontramos estaba un poco azul, pero le intubamos inmediatamente y le pusimos en un respirador.
—¿Cuándo ha sido?
—Hace unos doce o quince segundos. La ligamina actúa poco rato, a pesar de lo cual nos inspiraba usted serias inquietudes… ¿Cómo se siente?
—Muy bien.
Y paseó una mirada por la habitación. Se hallaba en la enfermería del Nivel IV. En la pared del fondo había un monitor de televisión, que mostraba la cara de Stone.
—Hola —le saludó Hall.
Stone sonrió.
«Le felicito».
—Deduzco que la bomba no ha estallado.
«No, no ha estallado», respondió Stone.
—Estupendo —dijo Hall, y cerró los ojos. Durmió más de una hora. Cuando despertó, la pantalla de televisión estaba apagada. Una enfermera le dijo que el doctor Stone hablaba con Vandenberg.
—¿Qué pasa?
—Según las predicciones, el microbio está sobre Los Ángeles ahora.
—¿Y…?
La joven levantó los hombros.
—Nada. Parece que no produce ningún efecto.
—Ninguno en absoluto —decía Stone buen rato después—. Al parecer ha sufrido una mutación, adoptando una forma benigna. Seguimos esperando que llegue alguna noticia de una defunción o una enfermedad raras, pero han pasado ya seis horas y a cada nuevo minuto que transcurre disminuye la probabilidad. Sospechamos que acabará por emigrar fuera de la atmósfera, puesto que aquí abajo encuentra demasiado oxígeno. Aunque, naturalmente, si en el Wildfire hubiera estallado la bomba…
—¿Cuánto tiempo quedaba? —preguntó Hall.
—¿Cuando usted hizo girar la llave? Unos treinta y cuatro segundos.
—Mucho tiempo —comentó Hall con una sonrisa—. Casi no impresiona nada.
—Desde donde usted estaba puede que no —replicó Stone—. Pero visto desde abajo, del Nivel V, impresionaba mucho, se lo aseguro. No quise decirle que a fin de aumentar las características de la explosión subterránea del ingenio atómico, treinta segundos antes de la explosión se empieza a evacuar el aire del Nivel V.
—¡Oh! —exclamó Hall.
—Pero ahora todo está en orden —continuó Stone—. Tenemos el microorganismo y podemos seguir estudiándolo. Hemos empezado ya a caracterizar una variedad de formas imitantes. Se trata de un ser pasmoso por su versatilidad. —Muy risueño, añadió—: Creo que podemos dar por seguro que el microbio ascenderá a la atmósfera superior sin originar más conflictos en la superficie, de modo que ahí ya no hay problema. En cuanto a nosotros, aquí abajo, comprendemos bien lo que ocurre ahora en cuestión de mutaciones. Eso es lo importante. Que comprendamos.
—Comprender —repitió Hall.
—Sí —dijo Stone—. Hemos de comprender.