«Es hora de despertarse, señor».
Mark Hall abrió los ojos. La habitación estaba iluminada por una luz fluorescente, fija y pálida. Hall parpadeó y se tumbó hasta reposar de bruces.
«Es hora de despertarse, señor».
Era una hermosa voz femenina, suave, seductora. Hall se incorporó en la cama y miró a su alrededor: estaba solo.
—¿Quién hay?
«Es hora de despertarse, señor».
Hall estiró el brazo y oprimió un botón de la mesita de noche que tenía junto a la cama. Se apagó una luz. Hall aguardó la voz nuevamente, pero ya no la oyó más.
Hall se dijo que era una manera diabólicamente eficaz de despertar a un hombre. Mientras se vestía, se preguntaba cómo funcionaría aquel mecanismo. No se trataba de una sencilla grabación, porque tenía el carácter de una respuesta. El mensaje sólo se repetía cuando él decía algo.
Para comprobar esta teoría, Hall volvió a pulsar el botón de la mesita de noche. La voz inquirió dulcemente:
«¿Desea algo, señor?».
—Por favor, me gustaría saber cómo se llama usted.
«¿Y nada más, señor?».
—Nada más, creo.
«¿Y nada más, señor?».
Hall aguardó. La luz se apagó. Hall se puso los zapatos e iba a salir de la habitación cuando una voz masculina dijo:
«Soy el supervisor del servicio de información, doctor Hall. Desearía que tratase este proyecto con más seriedad».
Hall se puso a reír. De modo que la voz respondía a los comentarios y grababa los que hiciera él. He ahí un sistema inteligente.
—Lo siento —dijo—. No estaba seguro de cómo funcionaba ese aparato. La voz es muy seductora.
«La voz —replicó en son de reproche el supervisor— pertenece a miss Glady Stevens, dama de sesenta y tres años que vive en Omaha y se gana el sustento grabando mensajes para las tripulaciones del Mando Aéreo Estratégico y para otros sistemas de aviso oral».
—Ah, bien —contestó Hall.
Y salió del cuarto, echando a caminar por el pasillo en dirección a la cafetería. Mientras andaba empezó a comprender la causa de que hubiesen incluido en la elaboración del plan Wildfire a diseñadores de submarinos. Sin su reloj de pulsera no habría tenido idea de la hora que era y ni siquiera si era de día o de noche. Se sorprendió preguntándose si la cafetería estaría muy llena de gente, si era hora de cenar o de desayunar.
Resultó que la cafetería estaba casi desierta. Leavitt estaba allí, y le dijo que los demás se hallaban en la sala de conferencias. Luego le acercó un vaso de un líquido pardo oscuro y le invitó a que desayunase.
—¿Qué es esto? —preguntó Hall.
—El alimento cuarenta-dos-cinco. Contiene todo lo necesario para sostener al hombre corriente, de unos setenta kilos de peso, por espacio de dieciocho horas.
Hall se bebió el líquido, que tenía una consistencia de jarabe y estaba aromatizado artificialmente para que tuviera sabor de zumo de naranja. Causaba una sensación extraña el beber un zumo de naranja color pardo oscuro; aunque no resultaba desagradable después de la primera sorpresa. Leavitt explicó que lo habían compuesto para los astronautas y que contenía todo lo preciso, menos vitaminas solubles en el aire.
—Para esto necesita esta píldora —concluyó.
Hall se la tragó; luego se sirvió una taza de café de una máquina del rincón.
—¿Hay azúcar?
—Por aquí no encontrará azúcar en ninguna parte —respondió Leavitt, meneando la cabeza—. Nada que pueda proporcionar un terreno de cultivo a las bacterias. Desde este momento todos quedamos sujetos a una dieta rica en proteínas. Todo el azúcar que necesitemos lo elaboraremos descomponiendo las proteínas. Pero no introduciremos nada de azúcar en nuestro intestino. Exacto al revés. —Y se puso la mano en el bolsillo.
—Oh, no.
—Sí —replicó Leavitt. Y le dio una capsulita envuelta en una película de aluminio.
—No —insistió Hall.
—Todos los demás se los han puesto. Cubre todas las posibilidades. Párese en su cuarto y métaselo antes de pasar a los últimos procedimientos de descontaminación.
—No me sabe mal el tener que sumergirme en todos esos baños malolientes —respondió Hall—. No me importa el recibir radiaciones. Pero que me cuelguen si…
—Lo que se persigue —interrumpió Leavitt— es que uno llegue lo más aséptico posible al Nivel V. Hemos esterilizado su piel y las mucosas del conducto respiratorio lo mejor que hemos podido. Pero todavía no hemos hecho nada en relación al conducto gastrointestinal.
—De acuerdo —dijo Hall—, pero ¿supositorios?
—Se acostumbrará a ellos. Durante los cuatro días primeros todos habremos de usarlos. Por supuesto, no es que sirvan para nada —comentó finalmente con aquella mueca pesimista que le era peculiar en el rostro. Y se puso en pie—. Vámonos a la sala de conferencias. Stone quiere hablarnos de Karp.
—¿De quién?
—De Rudolph Karp.
Rudolph Karp era un bioquímico nacido en Hungría que pasó a Estados Unidos, procedente de Inglaterra, en 1951. Obtuvo un puesto en la Universidad de Michigan y durante cinco años trabajó incansable y silenciosamente. Luego, por recomendación de unos colegas del observatorio Ann Arbor, empezó a investigar meteoritos con el propósito de determinar si contenían vida, o si ofrecían pruebas de haberla albergado en otro tiempo. Se tomó este objetivo muy en serio y trabajó con gran diligencia, sin escribir comunicado alguno sobre el tema hasta los primeros años sesenta, cuando Calvin, Vaughn, Nagy y otros, redactaban comunicados explosivos sobre temas similares.
Las tesis y contratesis eran muy diversas, pero se resumían finalmente en un substrato sencillo: siempre que un investigador anunciaba que había encontrado un fósil o un hidrocarbono proteínico u otra señal de vida en un meteorito, los críticos alegaban que se debía a una técnica de laboratorio chapucera y que había habido contaminaciones con materias y organismos de origen terrestre.
Con sus técnicas esmeradas, lentas, Karp estaba decidido a poner fin de una vez y para siempre a tales discusiones. Anunció que había tomado grandes precauciones para evitar la contaminación: cada meteorito que examinó lo había lavado previamente en doce soluciones, incluyendo el agua oxigenada, la tintura de yodo, soluciones salinas hipertónicas y ácidos diluidos. Luego lo expuso a una luz ultravioleta intensa por un período de dos días. Finalmente lo sumergió en una solución germinicida y lo colocó en una cámara aséptica de aislamiento libre de gérmenes. Y todo el trabajo posterior lo realizó dentro de esta cámara.
Al partir de los meteoritos, Karp pudo localizar bacterias. Halló que se trataba de organismos en forma de anillo (más bien como un diminuto tubito interior ondulante) y que eran capaces de crecer y multiplicarse. Sostenía que, si bien eran esencialmente similares a las bacterias de la Tierra en estructura estando compuestas por proteínas, hidratos de carbono y lípidos, carecían de núcleo celular, y por consiguiente, su mecanismo de reproducción quedaba en el misterio.
Karp presentó esta comunicación a su manera habitual, sosegada y sin sensacionalismos, y confió que sería recibida favorablemente. No sólo no se le escuchó, sino que la séptima conferencia de Astrofísica y Geofísica, reunida en Londres en 1961, se rió de él. Desalentado, abandonó el trabajo con los meteoritos, y los microorganismos recogidos fueron destruidos más tarde en una explosión accidental ocurrida en su laboratorio la noche del 27 de junio de 1963.
El caso de Karp era casi idéntico al de Nagy y otros. Los científicos de los años sesenta no estaban dispuestos a dar entrada a la idea de que en los meteoritos hubiera vida; todas las pruebas presentadas en este sentido las daban por falsas, las echaban a un lado y las pasaban por alto.
No obstante, un puñado de personas en una docena de países continuaban intrigadas por este problema. Una de las tales era Jeremy Stone; otra, Peter Leavitt. Este último era quien, unos años atrás, había formulado la regla de los 48; regla que quería ser un memento humorístico para científicos, y se refería al diluvio de literatura recogida durante los años cuarenta y los cincuenta con respecto al número de cromosomas del ser humano.
Durante años se afirmó que los hombres teníamos cuarenta y ocho cromosomas en nuestras células; se presentaban fotografías demostrativas, así como un buen número de estudios esmerados. En 1953, un grupo de investigadores norteamericanos anunció al mundo que el número de cromosomas era de cuarenta y seis. Una vez más hubo fotografías y estudios que lo confirmaban. Por añadidura, estos investigadores se pusieron a reexaminar las fotografías antiguas y repasaron los antiguos estudios… y sólo hallaron cuarenta y seis cromosomas, no cuarenta y ocho.
La regla de los 48, formulada por Leavitt, decía simplemente: «Todos los científicos están ciegos». Esta fue la regla que su propio autor invocó al ver la acogida que cosechaban Karp y los demás. Después se puso a estudiar los informes y las comunicaciones, y no halló motivo alguno para rechazar los estudios sobre meteoritos lisa y llanamente; muchos de los experimentos realizados lo habían sido con gran esmero, aparecían bien razonados y llamaban la atención poderosamente.
Estos hechos recordaba Leavitt cuando, junto con los demás colegas que planearon el Proyecto Wildfire, redactó el estudio conocido por Vector Tres. El cual, junto con Tóxico Cinco, constituía una de las firmes bases teoréticas para el Wildfire.
Vector Tres era un informe que examinaba una cuestión crucial: si una bacteria invadía la Tierra, originando una enfermedad nueva, ¿de dónde vendría esa bacteria?
Después de haber consultado astrónomos y repasado teorías evolutivas, el grupo Wildfire llegó a la conclusión de que las bacterias podían venir de tres fuentes.
La primera era la más obvia: un organismo de otro planeta u otra galaxia, dotado de la protección necesaria para sobrevivir los puntos extremos de temperatura y vacío existentes en el espacio. No se podía dudar de que había organismos capaces de sobrevivir. Por ejemplo, se conocía una bacteria llamada termofílica que medraba estupendamente a temperaturas tan elevadas como 70° centígrados. Además, se sabía que se hallaron bacterias en tumbas egipcias que habían permanecido selladas durante miles de años. Y estas bacterias conservaban la capacidad de reproducirse.
El secreto radicaba en la facultad de las bacterias de formar esporas, rodeándose de una dura concha caliza. Esta concha era la que les permitía sobrevivir a la congelación y a la ebullición, y resistir, si era preciso, millares de años sin alimento. Combinaba todas las ventajas de un traje espacial con las de la suspensión de las actividades vitales.
No cabía duda de que una espora era capaz de viajar por el espacio. Mas, ¿eran otro planeta o una galaxia, las fuentes más probables de contaminación para la Tierra?
A esta pregunta había que responder no. La fuente más probable era la más cercana: la misma Tierra.
El informe sugería que, edades atrás, cuando la vida empezaba a emerger apenas de los océanos y los cálidos, incubados continentes, unas bacterias pudieron abandonar la superficie de la Tierra. Tales bacterias habrían partido antes de la aparición de los peces, de los primitivos mamíferos, mucho antes de la aparición del primer mono-hombre; habrían saltado al aire y ascendido poco a poco hasta encontrarse, literalmente, en el espacio. Una vez allí pudieron evolucionar hasta formas inusitadas, aprendiendo acaso a obtener energía vital directamente del Sol, en vez de necesitar alimentos como fuente que se la proporcionase. Quizá estos organismos fuesen capaces también de proceder a la conversión directa de la energía en materia.
El mismo Leavitt hizo notar la analogía entre la atmósfera superior y las profundidades del mar como medios igualmente inhóspitos, aunque igualmente viables. Se sabe que en las regiones más profundas y oscuras de los océanos, pobres en oxígeno y a las que jamás llega la luz, existe abundancia de formas vivas. ¿Por qué no habrían de existir también en los confines más altos de la atmósfera? El oxígeno escaseaba, cierto. Igualmente cierto, escaseaba el alimento. Pero si podían vivir criaturas a varias millas debajo de la superficie, ¿por qué no habían de poder vivir a cinco millas sobre ella?
Y si había organismos vivos allá arriba, y si estos organismos habían partido de la corteza terrestre en solidificación mucho antes de que apareciese el primer hombre, los tales organismos eran extraños al hombre. El cual no habría adquirido adaptación ni inmunidad alguna respecto a ellos, ni habría fabricado anticuerpos de ninguna clase contra ellos. Serían unos seres primitivos ajenos al hombre, del mismo modo que el tiburón, pez primitivo y que no ha experimentado cambios durante cien millones de años, era un ser extraño y peligroso para el hombre moderno, que invadía los océanos por primera vez.
La tercera fuente de contaminación o tercer vector, era el más probable y el más atormentador a la vez. Esta fuente la constituían los microorganismos terrestres contemporáneos llevados al espacio por naves insuficientemente esterilizadas. Una vez en el espacio, tales organismos quedarían expuestos a potentes radiaciones, falta de peso y otras fuerzas del medio ambiente capaces de obrar un efecto mutagénico, alterándolos.
De modo que cuando volvieran a descender las naves, aquellos organismos serían diferentes.
Elevemos una bacteria inofensiva —tal como el organismo causante de los barrillos, o el de la irritación de garganta— y volvamos a bajarla en una forma nueva, virulenta e inesperada. Puede provocar cualquier cosa. Puede mostrar una preferencia por el humor acuoso del interior del ojo e invadir el globo ocular. Acaso medre en las secreciones ácidas del estómago. Quizá se multiplique con las pequeñas corrientes eléctricas producidas por el mismo cerebro humano, enloqueciendo a la gente.
A los elaboradores del Wildfire, esta idea de las bacterias mutadas les pareció rebuscada e improbable desde el principio hasta el fin. Resultaba irónico ahora que fuera éste el caso, precisamente a la vista de lo ocurrido con el microbio «Andrómeda». Pero el equipo del Wildfire ignoraba rotundamente tanto las pruebas que les ofrecía su propia experiencia —que las bacterias sufren mutaciones rápidas y radicales—, como las ofrecidas por los experimentos realizados con los «biosatélites», en los que se envió al espacio una serie de formas vivas de nuestro suelo, y luego fueron recuperadas.
El «Biosatélite II» contenía, entre otras cosas, varias especies de bacterias. Más tarde se comunicó que las bacterias se habían reproducido a un ritmo de veinte a treinta veces superior al normal. Los motivos continuaban todavía confusos, pero los resultados eran inequívocos: el espacio podía afectar a la reproducción y al crecimiento.
Y, sin embargo, ningún componente del Wildfire prestó atención al hecho hasta que ya fue demasiado tarde.
Stone repasó aceleradamente la información, luego entregó a cada uno una carpeta de cartón.
—Estas carpetas —dijo— contienen una transcripción de anotaciones al segundo, automáticas, de todo el vuelo del «Scoop VII». El objetivo que perseguimos al repasar esta transcripción consiste en determinar, si nos resulta posible, qué le ocurrió al satélite mientras estaba en órbita.
—¿Es que le pasó algo? —inquirió Hall.
Leavitt explicó:
—El satélite había sido lanzado de forma que estuviera seis días en órbita, puesto que la probabilidad de recoger organismos es proporcional al tiempo pasado en el espacio. Después del lanzamiento se halló en una órbita estable. Luego, el segundo día, salió de ella.
Hall se dio por satisfecho con una inclinación de cabeza.
—Empiecen por la primera página —dijo Stone.
Hall abrió su carpeta.
TRANSCRIPCIÓN AUTOMÁTICA
PROYECTO: “SCOOP VII”
FECHA DE LANZAMIENTO:
VERSIÓN ABREVIADA. LA TRANSCRIPCIÓN COMPLETA SE GUARDA EN LOS SÓTANOS 173-99, COMPLEJO VDBG
Hora | Min. | Seg. | Comunicaciones |
Tiempo Negativo | |||
0002 | 01 | 05 | Pista de lanzamiento Vandenberg, Bloque 9, Control de Misión «Scoop», sistema de información comprueba el horario. |
0001 | 39 | 52 | Control de Tierra informa sobre la detención de Scoop MC para la comprobación de combustible. |
Reloj parado Reloj parado. Tiempo real perdido: 12 minutos. | |||
0001 | 39 | 52 | Se reanuda la cuenta. Reloj reparado. |
0000 | 41 | 12 | Scoop MC se detiene 20 segundos para la comprobación de la Pista de Lanzamiento Bloque 9. El reloj no ha sido parado para una detención interior. |
0000 | 30 | 00 | Quitado el soporte. |
0000 | 24 | 00 | Comprobación final de los sistemas del lanzador. |
0000 | 19 | 00 | Comprobación final de los sistemas de la cápsula. |
0000 | 13 | 00 | Las comprobaciones finales de los sistemas no revelan nada anormal. |
0000 | 07 | 12 | Desconexión del cable. |
0000 | 01 | 07 | Desconexión de la arandela de estabilidad. |
0000 | 00 | 05 | Ignición. |
0000 | 00 | 04 | El Bloque 9 de la Pista de Lanzamiento da el visto bueno a los aparatos. |
0000 | 00 | 00 | Abrazaderas del núcleo liberadas. Lanzamiento. |
Tiempo Positivo | |||
0000 | 00 | 06 | Estable. Velocidad 6 pies/segundo. Marcha hacia su órbita. |
0000 | 00 | 09 | Informe de la trayectoria. |
0000 | 00 | 11 | Trayectoria confirmada. |
0000 | 00 | 27 | Monitores de la cápsula a g 1.9. Comprobación del equipo, sin novedad. |
0000 | 01 | 00 | El Bloque 9 de la Pista de Lanzamiento da el visto bueno al cohete y a los sistemas de la cápsula para entrar en órbita. |
—No tiene sentido el pararse en eso —comentó Stone—. Es el informe de un lanzamiento perfecto. En realidad aquí no hay nada, nada en absoluto que indique la menor dificultad a bordo de la nave espacial durante las primeras noventa y seis horas de vuelo. Pasen ahora a la página 10.
Todos volvieron las páginas.
CONTINÚA LA TRANSCRIPCIÓN DE LA TRAYECTORIA
“SCOOP VII”
FECHA DE LANZAMIENTO:
VERSIÓN ABREVIADA
Hora | Min. | Seg. | Comunicaciones |
0096 | 10 | 12 | Comprobación orbital estable, según informa la Estación de Gran Bahama. |
0096 | 34 | 19 | Comprobación orbital estable, según informa Sidney. |
0096 | 47 | 34 | Comprobación orbital estable, según informa Vandenberg. |
0097 | 04 | 12 | Comprobación orbital estable, pero mal funcionamiento de los sistemas, según informa la Estación Kennedy. |
0097 | 05 | 18 | Se confirma el mal funcionamiento. |
0097 | 07 | 22 | Gran Bahama confirma el mal funcionamiento. La computadora manifiesta inestabilidad orbital. |
0097 | 34 | 54 | Sidney informa de inestabilidad orbital. |
0097 | 39 | 02 | Las computaciones de Vandenberg indican declinación orbital. |
0098 | 27 | 14 | Control de Misión «Scoop» de Vandenberg ordena el regreso por radio. |
0099 | 12 | 56 | Transmitida clave de regreso. |
0099 | 13 | 13 | Houston informa que se ha iniciado el regreso. Trayecto de vuelo estabilizado. |
—¿Qué hay de la comunicación oral durante el período crítico?
—Existían enlaces entre Sidney, Kennedy y Gran Bahama, todos pasando por Houston. Por Houston y por la computadora grande además. Pero en este caso, Houston no hacía más que colaborar; todas las decisiones procedían del Control de Misión «Scoop», de Vandenberg. Tenemos las comunicaciones orales al final del dossier. Son muy reveladoras.
TRANSCRIPCIÓN DE LAS COMUNICACIONES ORALES DEL CONTROL DE MISIÓN «SCOOP» DE VANDENBERG AFB. HORAS 0096:59 A 0097:39
ESTA ES UNA TRANSCRIPCIÓN CLASIFICADA
NO HA SIDO ABREVIADA NI CORREGIDA.
Hora | Min. | Seg. | Comunicaciones |
0096 | 59 | 00 | HOLA KENNEDY, AQUÍ CONTROL DE MISIÓN «SCOOP». AL FINAL DE 96 HORAS DE VUELO TENEMOS ÓRBITAS ESTABLES DESDE TODAS LAS ESTACIONES. ¿LO CONFIRMA USTED? |
0097 | 00 | 00 | Creo que sí, Scoop. Nuestra comprobación se está verificando ahora. Tengan esta línea abierta unos minutos más, compañeros. |
0097 | 03 | 31 | Hola, Scoop MC. Aquí Kennedy. Tenemos confirmación de estabilidad de órbita en la última pasada. Lamentamos el retraso, pero hay un error en algún instrumento. |
0097 | 03 | 34 | KENNEDY, POR FAVOR, ACLARE. EL ERROR, ¿ESTÁ EN EL SUELO O ARRIBA? |
0097 | 03 | 39 | Lo siento, pero todavía no tenemos indicios. Pensamos que está en el suelo. |
0097 | 04 | 12 | Hola, Scoop MC. Habla Kennedy. Tenemos un informe preliminar de mal funcionamiento de aparatos de a bordo de la nave espacial. Repito, tenemos un informe preliminar de mal funcionamiento en el aire. Esperamos confirmación. |
0097 | 04 | 15 | KENNEDY, POR FAVOR PUNTUALICE EL APARATO AFECTADO. |
0097 | 04 | 18 | Lo siento, no me lo han comunicado. Supongo que ustedes esperan la confirmación del mal funcionamiento. |
0097 | 04 | 21 | ¿SIGUE EN PIE LA COMPROBACIÓN DE ESTABILIDAD ORBITAL HECHA POR USTEDES? |
0097 | 04 | 22 | Vandenberg, hemos confirmado como estable la comprobación orbital de ustedes. Repito, la órbita es estable. |
0097 | 05 | 18 | Ah, Vandenberg, me temo que también confirmemos las lecturas relativas al mal funcionamiento de los aparatos a bordo de la nave espacial. Estas lecturas incluyen los elementos rotores estacionarios y las unidades graduadas que se acercan a la señal de doce. Repito, señal de doce. |
0097 | 05 | 30 | ¿HAN REALIZADO LA COMPROBACIÓN DE CONCORDANCIA CON SUS COMPUTADORAS? |
0097 | 05 | 35 | Lo siento, compañeros, pero nuestras computadoras rechazan la comprobación. Nosotros lo interpretamos como un auténtico mal funcionamiento. |
0097 | 05 | 45 | HOLA, HOUSTON. COMUNÍQUENOS CON SIDNEY, ¿QUIERE? NECESITAMOS CONFIRMAR DATOS. |
0097 | 05 | 51 | Control de Misión «Scoop», aquí Estación de Sidney. Confirmamos nuestra última lectura. En su última pasada por aquí, la nave no manifestaba nada anormal. |
0097 | 06 | 12 | LA COMPROBACIÓN DE NUESTRA COMPUTADORA NO MANIFIESTA NINGÚN MAL FUNCIONAMIENTO DE APARATOS E INDICA BUENA ESTABILIDAD ORBITAL SEGÚN EL CONJUNTO DE DATOS. NOS PREGUNTAMOS SI KENNEDY HA TENIDO UNA DEFICIENCIA EN INSTRUMENTOS DE TIERRA. |
0097 | 06 | 18 | Aquí Kennedy, Scoop MC. Por nuestra parte, hemos procedido a repetidas comprobaciones. La lectura de mal funcionamiento de aparatos sigue en pie. ¿Han tenido alguna noticia de Bahama? |
0097 | 06 | 23 | NEGATIVO, KENNEDY. SEGUIMOS A LA ESPERA. |
0097 | 06 | 36 | HOUSTON, HABLA SCOOP MC. ¿PUEDE DARNOS ALGUNA NOTICIA SU GRUPO DE PROYECCIÓN? |
0097 | 06 | 46 | En este momento no podemos, Scoop. Nuestras computadoras no tienen datos suficientes. Siguen interpretando órbita estable, con todos los aparatos en marcha. |
0097 | 07 | 22 | Scoop MC, habla Estación de Gran Bahama. Informamos que la nave «Scoop VII» ha pasado a la hora prevista. Los enfoques preliminares de radar han sido normales, quedando el interrogante del aumento del tiempo de tránsito. Tengan la bondad de aguardar los datos de los aparatos de telemetría. |
0097 | 07 | 25 | AGUARDAMOS, GRAN BAHAMA. |
0097 | 07 | 29 | Scoop MC, lamentamos tener que decir que confirmamos las observaciones de Kennedy. Repetimos, confirmamos las observaciones de Kennedy, sobre mal funcionamiento de aparatos. Nuestros datos van camino de Houston por la línea para allá. ¿Los podemos mandar asimismo a ustedes? |
0097 | 07 | 34 | NO, AGUARDAREMOS LA IMPRESIÓN DE HOUSTON. ELLOS TIENEN UNIDADES ACUMULADORAS PREDICTORAS MAYORES QUE NOSOTROS. |
0097 | 07 | 36 | Scoop MC, Houston tiene los datos de Bahama. Están pasando por el Programa Dispar. Dennos diez segundos. |
0097 | 07 | 47 | Scoop MC, habla Houston. El Programa Dispar confirma el mal funcionamiento de los aparatos. El vehículo de ustedes se halla ahora en órbita inestable con una duración de tránsito aumentada en cero coma tres segundos por unidad de arco. En este momento estamos analizando parámetros orbitales. ¿Desean saber algo más en el campo de datos interpretados? |
0097 | 07 | 59 | NO, HOUSTON. POR LO QUE DICEN PARECE QUE TRABAJAN USTEDES ESTUPENDAMENTE. |
0097 | 08 | 10 | Lo siento, Scoop. Mala situación. |
0097 | 08 | 18 | DENNOS LOS PORCENTAJES DE DECLINACIÓN CUANTO ANTES. EL MANDO DESEA TOMAR UNA DECISIÓN SOBRE LA EJECUCIÓN DE LA TOMA DE TIERRA DENTRO DE LAS DOS ÓRBITAS PRÓXIMAS. |
0097 | 08 | 32 | Comprendido, Scoop. Nuestro pésame. |
0097 | 11 | 35 | Scoop, el Grupo de Proyección de Houston ha confirmado la inestabilidad orbital y los porcentajes de declinación pasan ahora por la línea principal de datos hacia la estación de ustedes. |
0097 | 11 | 44 | ¿QUÉ IMPRESIÓN CAUSAN, HOUSTON? |
0097 | 11 | 51 | Mala. |
0097 | 11 | 59 | NO HEMOS COMPRENDIDO. REPITAN, POR FAVOR. |
0097 | 12 | 07 | Mala: M de Mississippi, A de Atlanta, L de lago, A de Alaska. |
0097 | 12 | 15 | ¿CONOCEN LA CAUSA, HOUSTON? ESE SATÉLITE HA ESTADO PERFECTAMENTE EN ÓRBITA POR ESPACIO DE CASI CIEN HORAS. ¿QUÉ LE HA PASADO? |
0097 | 12 | 29 | Ni idea. Nos preguntamos si hubo una colisión. La nueva órbita presenta un buen componente de bamboleo. |
0097 | 12 | 44 | HOUSTON, NUESTRAS COMPUTADORAS ESTÁN TRABAJANDO CON LOS DATOS TRANSMITIDOS. ESTAMOS DE ACUERDO EN QUE HUBO UNA COLISIÓN. ¿HAN HALLADO ALGO USTEDES EN SU VECINDAD? |
0097 | 13 | 01 | El Vigilante del Firmamento de la Fuerza Aérea confirma nuestro informe de que no tenemos nada alrededor del pequeñuelo de ustedes, Scoop. |
0097 | 13 | 50 | HOUSTON, NUESTRAS COMPUTADORAS INTERPRETAN ESO COMO UN ACONTECIMIENTO FORTUITO. LAS PROBABILIDADES SOBREPASAN EL CERO COMA SIETE NUEVE. |
0097 | 15 | 00 | No podemos añadir nada. Parece razonable. ¿Harán descender el satélite? |
0097 | 15 | 15 | ESTAMOS RETRASANDO ESTA DECISIÓN, HOUSTON. EN CUANTO SE TOME SE LO COMUNICAREMOS. |
0097 | 17 | 54 | HOUSTON, NUESTRO GRUPO DE MANDO HA PLANTEADO LA CUESTIÓN DE SI ***************** |
0097 | 17 | 59 | [Respuesta de Houston borrada.] |
0097 | 18 | 43 | [Pregunta de Scoop a Houston borrada.] |
0097 | 19 | 03 | [Respuesta de Houston borrada.] |
0097 | 19 | 11 | DE ACUERDO, HOUSTON. TOMAREMOS NUESTRA DECISIÓN TAN PRONTO COMO TENGAMOS CONFIRMACIÓN FINAL DEL CESE ORBITAL DESDE SIDNEY. ¿ES ACEPTABLE LA IDEA? |
0097 | 19 | 50 | Perfectamente, Scoop. Permanecemos a la espera. |
0097 | 24 | 32 | HOUSTON, ESTAMOS REELABORANDO NUESTROS DATOS Y YA NO CONSIDERAMOS QUE *************** SEA PROBABLE. |
0097 | 24 | 39 | Muy bien, Scoop. |
0097 | 29 | 13 | HOUSTON, NOSOTROS ESTAMOS A LA ESPERA DE LO QUE NOS DIGA SIDNEY. |
0097 | 34 | 54 | Control de Misión Scoop, habla Estación de Sidney. Acabamos de seguir el paso del vehículo de ustedes. Nuestras primeras lecturas confirman una prolongación del tiempo de tránsito. Es muy chocante en estos momentos. |
0097 | 35 | 12 | GRACIAS, SIDNEY. |
0097 | 35 | 22 | Ha sido un golpe de mala suerte, Scoop. Lo lamentamos. |
0097 | 39 | 02 | HABLA EL CONTROL DE LA MISIÓN SCOOP A TODAS LAS ESTACIONES. NUESTRAS COMPUTADORAS ACABAN DE CALCULAR LA DECLINACIÓN ORBITAL DEL VEHÍCULO Y HALLAMOS QUE ESTÁ DESCENDIENDO COMO UN MÁS CUATRO. ESTÉN A LA ESPERA DE LA DECISIÓN FINAL RESPECTO A CUANDO LO TRAIGAMOS AL SUELO DE NUEVO. |
Hall preguntó:
—¿Qué me dice de los trozos borrados?
—El mayor Manchek, de Vandenberg, me explicó que tenían algo que ver con las naves rusas por aquel sector —respondió Stone—. Luego, las dos estaciones llegaron a la conclusión de que los rusos no habían derribado al «Scoop» ni intencionadamente ni sin querer. Posteriormente, nadie ha hecho ninguna indicación en otro sentido.
Los oyentes compartían el mismo parecer.
—Es tentador —continuó Stone—. La Fuerza Aérea mantiene un servicio de vigilancia en Kentucky que sigue la pista de todos los satélites en órbita terrestre. El tal servicio desempeña una doble función; sigue los satélites antiguos que se sabe están en órbita y descubre los nuevos. En este momento hay doce satélites en órbita de los que no se puede dar razón; o sea, que no son nuestros, ni son el fruto de lanzamientos soviéticos previamente anunciados. Se cree que algunos de ellos sirven para orientar, en su navegación a los submarinos soviéticos. Se presume que otros son satélites espías. Pero lo importante del caso es que, rusos o no, hay un montón de satélites por ahí arriba. En fecha del viernes pasado, la Fuerza Aérea comunicaba que el número de cuerpos que describen órbitas alrededor de la Tierra es de quinientos ochenta y siete. Entre ellos se cuentan algunos satélites viejos, que ya no funcionan, de la serie de los «Explorer» americanos y de la serie rusa de los «Sputnik». Se cuentan asimismo los impulsores auxiliares y las fases finales…; todo lo que se halle en órbita estable y que tenga el tamaño suficiente para reflejar un rayo de radar.
—Son muchos satélites.
—Y probablemente haya muchos más. La Fuerza Aérea cree que hay un montón de desperdicios ahí fuera (tuercas, pernos, trozos de metal), todo en una órbita más o menos estable. Como ustedes saben, ninguna órbita es estable por completo. Sin frecuentes correcciones, todo satélite acabará por declinar y descender en espiral hacia la Tierra, quemándose en la atmósfera. Pero esto puede ocurrir años, hasta decenios, después del lanzamiento. En todo caso, la Fuerza Aérea estima que el número total de objetos individuales puede ascender a unos setenta y cinco mil.
—De modo que es posible la colisión con un trozo de metal.
—Sí. Es posible.
—¿Y con un meteorito?
—Esa es otra posibilidad; la que Vandenberg supone. Un acontecimiento fortuito, muy probablemente debido a un meteoro.
—¿Hubo alguna lluvia de estrellas estos días?
—Ninguna, al parecer. Lo cual no hace imposible la colisión con un meteorito.
Leavitt carraspeó para aclararse la voz.
—Queda otra posibilidad todavía.
Stone frunció el ceño. Sabía que Leavitt tenía mucha imaginación, rasgo que constituía a la vez una cualidad y un defecto. En ocasiones, sabía ser pasmoso e interesante; en otras, resultaba irritante, nada más.
—Resulta un poco traído por los pelos —interpuso Stone— postular que pudo tratarse de materia de otra galaxia que no fuese…
—De acuerdo —replicó Leavitt—. Irremediablemente traído por los pelos. No existe la menor prueba de ello. Pero no creo que podamos permitirnos el ignorar la posibilidad.
Se oyó un agradable sonido de gong. Una seductora voz femenina, que Hall reconoció ahora como la de miss Glady Stevens, de Omaha, dijo con dulzura:
«Pueden continuar hacia el otro nivel, caballeros».