8Disposición 7-12

La disposición 7-12 formaba parte del Proyecto Wildfire final relativo a las medidas a tomar en caso de una emergencia biológica. Tal disposición ordenaba que se lanzase un arma termonuclear de potencia limitada en el paraje en el que la vida terrestre hubiera estado expuesta a organismos exógenos. La palabra clave para designar esta disposición era la de «Cauterio», dado que la función de la bomba había de consistir en cauterizar la infección, en quemarla, evitando así que se propagase.

Como medida particular del Proyecto Wildfire, la Operación Cauterio había contado con la aprobación de las autoridades afectadas —el Ejecutivo, los Departamentos de Estado y Defensa y la AEC[6]— después de largos debates. La AEC, bastante disgustada ya por la asignación de un ingenio nuclear al laboratorio Wildfire, no deseaba que se aceptara el programa «Cauterio»; los Departamentos de Estado y Defensa alegaban que toda detonación termonuclear en el aire, fuese con el objetivo que fuese, tendría graves repercusiones internacionales.

El presidente acabó por dar su aprobación a la Disposición 7-12, pero quiso conservar en sus manos la decisión de utilizar una bomba para «Cauterio». El arreglo desagradó a Stone, mas no tuvo otra salida que la de aceptarlo; al presidente le habían presionado muchísimo para que rechazase el proyecto entero y sólo había consentido en que se realizara después de muchas discusiones. Por añadidura, había también el estudio del Instituto Hudson.

A dicho Instituto le encargaron que estudiase las consecuencias posibles de «Cauterio». El informe que emitió luego indicaba que el presidente se enfrentaría con cuatro circunstancias (panoramas) en las que habría de dar la orden de que se llevase a cabo la Operación Cauterio. Según el grado de gravedad, tales contingencias eran las siguientes:

  1. Un satélite o una cápsula tripulada aterrizan en un área despoblada de Estados Unidos. El presidente podrá cauterizar el área con pocos alborotos interiores y pocas pérdidas en vidas. A los rusos se les podrá informar privadamente de los motivos para romper el Tratado de Moscú de 1963, que prohíbe las pruebas nucleares en el aire.
  2. Un satélite o una cápsula tripulada aterrizan en una gran ciudad americana. (El ejemplo era Chicago). La «Cauterio» exigirá la destrucción de un área grande de terreno y de un número considerable de habitantes, con graves consecuencias en el interior de la nación y consecuencias secundarias internacionales.
  3. Un satélite o una cápsula tripulada aterrizan en un gran centro urbano neutral. (Como ejemplo se ponía Nueva Delhi.) La «Cauterio» implicará la intervención americana con armas nucleares para evitar nuevas propagaciones del mal. Según los escenarios, había diecisiete consecuencias posibles de la interacción americano-soviética luego de la destrucción de Nueva Delhi. Doce de ellas conducían directamente a una guerra termonuclear.
  4. Un satélite o una cápsula tripulada aterrizan en un gran centro urbano soviético. (Como ejemplo se citaba Leningrado.) La «Cauterio» exigirá que Estados Unidos informen a la Unión Soviética de lo que ha pasado y aconsejen que los mismos rusos destruyan la ciudad.

Según el panorama trazado por el Instituto Hudson, la interacción soviético-americana consecutiva a este acontecimiento podía manifestarse de seis formas distintas, y las seis conducían directamente a la guerra. Por ello había que recomendar que si caía un satélite en Rusia o en territorio del bloque oriental no se informase a los rusos de lo que había sucedido. Tal decisión se fundaba en el cálculo de que una epidemia en Rusia mataría entre dos y cinco millones de personas, mientras que el total de pérdidas humanas, entre americanos y rusos, en un choque termonuclear en el que se pusiera en juego la capacidad de ataque y réplica de ambos contendientes ascendería a más de doscientos cincuenta millones de personas.

A consecuencia del informe del Instituto Hudson, tanto el presidente como sus consejeros opinaron que el control de la Operación Cauterio y la responsabilidad de emplearla o no había de quedar en manos de los políticos, no de los científicos. Por supuesto, las consecuencias últimas de la decisión del presidente no podrían predecirse en el momento en que éste la tomara.

Washington adoptó una decisión en el plazo de una hora después de recibir el informe Manchek. Los razonamientos que se sucedieran en el cerebro del presidente no han resultado nunca muy claros, pero el resultado final lo fue de sobra:

El presidente prefirió aplazar por cuarenta y ocho horas la orden de puesta en marcha de la Disposición 7-12. Lo que hizo de momento fue llamar a la guardia nacional y acordonar el área en torno de Piedmont, a una distancia de cien millas de la aldea. Y aguardó.