4Alerta

Cuando Arthur Manchek penetró en el reducido cubículo a prueba de ruidos y se sentó ante el teléfono, sabía exactamente qué iba a hacer, pero no estaba seguro de por qué lo hacía.

En su calidad de oficial de los más antiguos de los «Scoop», le habían dado unas instrucciones y unas explicaciones, hacía entonces un año casi, sobre el Proyecto Wildfire. Manchek recordaba que se las había dado un hombrecillo flaco y bajo que tenía una manera de hablar seca, precisa. Era profesor de Universidad, y había trazado las líneas generales del proyecto. Manchek había olvidado ya los detalles, excepto que existía un laboratorio en alguna parte y un equipo de cinco científicos a quienes se podía avisar para que pasaran a ocuparse del mencionado laboratorio. El tal equipo estaba encargado de investigar las formas de vida extraterrestre que quizá pudieran introducirse en una nave espacial americana que regresase a la Tierra.

A Manchek no le habían dicho quiénes eran aquellos cinco hombres; sabía únicamente que existía una línea telefónica principal, en el Departamento de Defensa, para llamarles. Para conectar con aquella línea, bastaba que uno marcase el número binario correspondiente a cierto número decimal. Manchek metió la mano en el bolsillo y sacó la cartera; luego rebuscó por ella hasta dar con la tarjeta que le había entregado el profesor:

EN CASO DE INCENDIO

Comuníquenlo a División 87

Emergencias solamente

Manchek fijó la mirada en la tarjeta y se preguntó qué pasaría exactamente si marcaba el binario de 87. Intentó imaginarse la secuencia de los acontecimientos. ¿Con quién hablaría? ¿Le llamaría alguien después? ¿Habría una investigación, una apelación a una autoridad superior?

Manchek se frotó los ojos y siguió mirando la tarjeta; por fin se encogió de hombros. Fuese de un modo, fuese de otro, pronto lo sabría.

Arrancó un pedazo de papel del bloque que tenía delante, junto al teléfono, y escribió:

20

21

22

23

24

25

26

27

Era la base del sistema binario: la base dos elevada a un exponente. Dos al exponente cero valía una unidad; dos a la primera potencia eran dos; dos al cuadrado eran cuatro, y así sucesivamente. Manchek escribió prestamente otra línea debajo:

20 1
21 2
22 4
23 8
24 16
25 32
26 64
27 128

Luego, se puso a sumar los números para obtener un total de 87. Los números precisos los rodeó con un círculo:

20 (1)
21 (2)
22 (4)
23 8
24 (16)
25 32
26 (64)
27 128

Luego, marcó la clave binaria. Los números binarios son los adecuados para las computadoras que utilizan un lenguaje de abierto-cerrado, de sí-no. Un matemático dijo una vez, en son de broma, que los números binarios eran los que utilizaban las personas que sólo tenían dos dedos para contar. En esencia, los números binarios traducían los números normales —que requieren diez dígitos y nueve lugares decimales— a un sistema que sólo depende de dos dígitos —el uno y el cero— y un lugar.

20 (1) 1
21 (2) 1
22 (4) 1
23 8 0
24 (16) 1
25 32 0
26 (64) 1
27 128 0

Manchek miró el número que acababa de escribir y un segundo después insertaba la clavija: 1-110-1010. Un número de teléfono perfectamente razonable.

A continuación, levantó el receptor y marcó.

Eran las doce de la noche en punto.