Aristóteles violó la razón. Impuso en las escuelas dominantes de filosofía la atractiva creencia de que puede existir una discreta separación entre cuerpo y mente. Esto condujo de una forma natural al fatal error de pensar que el poder puede ser comprendido sin aplicarlo, el goce es totalmente independiente de la desdicha, la paz puede existir en la ausencia absoluta de guerra, o la vida puede comprenderse sin la muerte.
ERASMO, Notas de Corrin
Nueve siglos atrás, después de transformarse en una inteligencia transgaláctica, la supermente había establecido un control eficaz sobre todos los cimeks, robots y humanos de los Planetas Sincronizados. Omnius había continuado evolucionando y extendiendo su influencia, creando redes cada vez más complejas.
Mientras la sorprendente rebelión seguía expandiéndose por las ciudades de la Tierra, Omnius observaba todo a través de su legión de ojos transmisores. Mientras veía a los rebeldes quemar edificios y destruir instalaciones, la supermente descubrió que tenía un punto débil.
No se podía confiar ni en los humanos más leales. Erasmo había tenido razón desde el primer momento. Y ahora, el irritante robot había huido de la Tierra, abandonando su villa antes de que fuera saqueada por las masas.
Omnius lanzó miles de millones de órdenes a sus fuerzas mecánicas, con el fin de que atacaran a los hrethgir sublevados. Hasta el momento, cientos de miles de esclavos habían sido aniquilados. Cuando sus robots aplastaran por fin la rebelión, sería necesario un gran esfuerzo de limpieza.
Impulsados por su vandalismo, los rebeldes habían concentrado su odio en los cimeks. En opinión de Omnius, las máquinas con mentes humanas eran problemáticas, y el vínculo más débil con los Planetas Sincronizados. Aun así, los agresivos cerebros humanos eran útiles en circunstancias que exigían crueldad y violencia extremas, a un nivel que las máquinas racionales no podían alcanzar. Ahora, por ejemplo.
Omnius envió órdenes urgentes a los restantes titanes que se hallaban en las cercanías de la Tierra, Juno, Dante y Jerjes, además de Agamenón, que regresaba de perseguir sin éxito a su hijo Vorian. Con el fin de aplastar la rebelión, podían tomar las medidas que consideraran necesarias.
A juzgar por pasadas experiencias, la misión iba a ser del agrado de los titanes.
En un desierto rocoso situado en un continente alejado de la revuelta, Juno estaba dando una demostración de técnicas de tortura e interrogación aplicadas a sujetos humanos vivos. Jerjes y Dante controlaban los progresos, pero no participaban de manera directa.
Mientras una multitud de neocimeks estudiaban cada movimiento, la titán observaba a sus víctimas, un joven delgado y una mujer de edad madura atados a unas mesas, y que no paraban de retorcerse.
De repente, el mensaje de Omnius llegó a los sistemas de recepción con tal fuerza que la delicada mano quirúrgica de Juno tembló, de manera que hundió la aguja en el tejido cerebral. El joven enmudeció, muerto o en estado de coma. Juno no se preocupó de averiguar qué sucedía. La demanda de Omnius exigía toda su atención.
—Hemos de partir al punto —anunció.
Con un veloz movimiento, Jerjes clavó un puñado de agujas en el pecho de la mujer. Cuando dejó de agitarse, los neocimeks ya habían salido a toda prisa de la fosa de demostraciones.
Los tres titanes, con movimientos precisos y eficientes, cambiaron sus cuerpos de torturadores por las formas de combate más espléndidas, y se precipitaron al corazón de la revuelta…
Volaron a través de un cielo oscurecido por humo negro, y aterrizaron en un cuadrado sembrado de escombros e invadido por rebeldes vociferantes. Mientras la muchedumbre intentaba dispersarse, Juno aplastó a once sublevados bajo el casco de la nave.
—Empezamos bien —dijo Dante.
Cuando el trío de titanes salió, seguidos por un cortejo de neocimeks, los rebeldes les arrojaron piedras. Juno se precipitó hacia delante a gran velocidad y los descuartizó. Jerjes y Dante se separaron para atacar a otros grupos de resistentes. Enjambres de rebeldes intentaron rodear a los cimeks, pero las máquinas híbridas los abatieron.
Ni las armas de los esclavos ni la masa combinada de sus cuerpos lograron detener el avance decidido de los monstruos mecánicos. Las calles se tiñeron de rojo, y los gritos de los moribundos estremecieron el aire. Los sensores olfativos de Juno percibieron el intenso olor de la sangre, lo cual provocó que elevara al máximo su umbral sensorial.
Jerjes se precipitó en la refriega como si le fuera la vida en ello.
Cuando los humanos tomaron conciencia de la inutilidad de sus esfuerzos, Aquim ordenó que se replegaran. Los rebeldes corrieron a sus escondites, y las calles quedaron desiertas antes de que los cimeks las invadieran.
Agamenón regresó del espacio cuando aún no había anochecido, justo a tiempo de participar en la matanza…
Omnius, que seguía los acontecimientos desde multitud de ojos espía, estaba seguro de que podría controlar la situación, siempre que utilizara la fuerza necesaria. En este aspecto, los titanes habían estado en lo cierto desde el primer momento.
Confianza y violencia. Una relación curiosa e intrigante entre ambas. Un día, hablaría de sus descubrimientos con Erasmo.
Ahora que había aprendido nuevas lecciones, la supermente tenía motivos suficientes para exterminar a los humanos de los Planetas Sincronizados. Exterminaría a esos frágiles seres de una vez por todas.
Según sus proyecciones, la tarea no exigiría mucho tiempo.