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El fanatismo es siempre una señal de duda reprimida.

IBLIS GINJO, El paisaje de la humanidad

Cuando Ajax atravesó las obras del Foro en su inmensa forma andadora, el suelo tembló y los esclavos se quedaron petrificados, muertos de miedo, para saber qué deseaba el titán. Desde su plataforma elevada, Iblis Ginjo vio acercarse al cimek, pero intentó ocultar su nerviosismo. Apretó una agenda electrónica en sus manos sudorosas.

Desde la horripilante ejecución del capataz Ohan Freer, Iblis había sido muy cauteloso. Creía que podía confiar en todos sus leales esclavos, que tanto le debían. Era imposible que Ajax estuviera enterado de los planes que Iblis había puesto en marcha, o de las armas secretas que había instalado, a la espera de una señal.

Durante seis días, Iblis había supervisado una cuadrilla numerosa que trabajaba en la Victoria de los titanes, un descomunal friso de piedra que plasmaba a los veinte visionarios originales. Con doscientos metros de largo y cincuenta de altura, las losas combinadas mostraban a los cimeks en poses heroicas, avanzando sobre una masa de humanidad, quebrando huesos y convirtiendo cuerpos en carne picada.

Como una versión moderna de su plasmación en el friso, el cuerpo cimek de Ajax se abrió paso hacia la plataforma de observación, al tiempo que apartaba obreros a un lado y pisoteaba a un anciano hasta matarlo. El corazón le dio un vuelco a Iblis, pero no intentó escapar. Ajax se dirigía hacia él, y el capataz necesitaría de todas sus dotes de persuasión para sobrevivir a la furia del Titán. ¿Qué cree que he hecho?

La plataforma y el cimek se alzaban más o menos a la misma altura. Iblis se irguió ante el juego de sensores y fibras ópticas frontales montadas en la cabeza del Titán, con aspecto obediente y servil, pero no atemorizado. Hizo una profunda reverencia.

—Saludos, lord Ajax. ¿En qué puedo serviros? —Señaló las cuadrillas de esclavos temblorosos—. Los trabajos de este último monumento proceden de acuerdo con los plazos pactados.

—Sí, siempre tienes motivos para mostrarte ufano de tus logros. Tus esclavos te hacen caso en todo, ¿verdad?

—Obedecen mis instrucciones. Trabajamos en equipo por la gloria de Omnius.

—No cabe duda de que creerán a pie juntillas en cada idea ridícula que sugieras —dijo con voz grave Ajax—. ¿Conocías bien al traidor Ohan Freer?

—No me relaciono con ese tipo de hombres. —Confió en que el cimek pensara que el sudor de su frente era debido al esfuerzo desplegado en el trabajo, en lugar de al miedo—. Con el debido respeto, lord Ajax, echad un vistazo a las hojas de rendimiento. Mi cuadrilla ha trabajado para construir este mural siguiendo vuestras instrucciones exactas.

Señaló la réplica de Ajax en el friso.

—Ya he comprobado las hojas de rendimiento, Iblis Ginjo. —El cimek se removió en su inmenso cuerpo robótico. Un escalofrío recorrió la espina dorsal de Iblis. ¿Qué ha visto?—. En dos ocasiones, Dante te ha concedido un permiso especial para abandonar la ciudad. ¿Adónde vas?

Hizo un esfuerzo sobrehumano por mantener una expresión inocente. Si Ajax estaba enterado de sus desplazamientos, sabría la respuesta a su pregunta.

—He hablado con el pensador Eklo, en un intento de perfeccionarme.

—Muy pocas veces los hrethgir aspiran a tanto —dijo el titán—. Si me hubieran dejado, hace mucho tiempo que habría exterminado al resto de la humanidad. Nos habríamos ahorrado problemas.

—Hasta los titanes fueron humanos en un tiempo, lord Ajax. —Iblis intentó hablar en tono serio y conspiratorio—. Y Omnius todavía permite que ciertos humanos leales y trabajadores se conviertan en neocimeks. ¿Acaso no puedo soñar?

Las fibras ópticas de la cabeza de Ajax destellaron. Su extremidad delantera artificial se elevó, y dedos de metal líquido formaron una garra con piel de diamante que habría podido triturar con suma facilidad a Iblis. El altavoz del titán emitió una profunda carcajada. ¡He conseguido distraer su atención! Iblis se apresuró a prolongar su farsa.

—Ajax, ya sabéis que salvé del desastre vuestra estatua de la plaza del Foro. De manera similar, he coordinado los esfuerzos de muchos artistas y constructores para alcanzar la perfección en este mural, hasta el último detalle. No habría confiado la tarea a ningún o supervisor. —¡Me necesitas!, tuvo ganas de gritar—. Pocos hay capaces de tal eficacia… Lo sabéis muy bien.

—Lo que sé es que hay traidores e insurgentes entre los esclavos. —Ajax paseó de un lado a otro, lo cual provocó que los obreros se dispersaran—. Tal vez tú eres uno de ellos.

Ahora, Iblis comprendió que el cimek carecía de pruebas, y estaba tendiéndole una trampa. Si el monstruo hubiera sabido algo con certeza, habría ejecutado a Iblis sin la menor vacilación. El capataz intentó disimular su miedo con desdén.

—Los rumores son falsos, lord Ajax. Mis obreros han trabajado con especial dedicación para lograr que vuestra imagen del friso ocupara una posición privilegiada y quedara realzada. Iblis habló con la mayor firmeza posible. Ya tenía una sorpresa preparada para Ajax, que desvelaría en el momento apropiado. El titán volvió su enorme cabeza, como para ver mejor.

—¿Realzada?

—Sois un guerrero, señor, el más grande y feroz de todos los cimeks. Vuestra apariencia está pensada para sembrar el terror en corazón de los enemigos.

—Eso es cierto. —Ajax pareció calmarse un poco—. Hablaremos de tus indiscreciones en otro momento. —Amplificó su voz para que resonara entre los esclavos—. ¡Basta de molicie! ¡Volved trabajar!

Ajax se alejó en su cuerpo artificial. La plataforma de supervisión tembló, de forma que Iblis tuvo que agarrarse a la barandilla para no perder el equilibrio. Una oleada de alivio se abatió sobre él.

Durante toda su conversación con el veleidoso titán, Iblis había tenido la mano hundida en un bolsillo, que contenía un tosco transmisor electrónico. Con una simple señal de activación, el friso habría revelado su mortífero secreto, una secuencia integrada de lanzacohetes anticuados que sus cómplices de la cuadrilla habían, incorporado en la obra.

A estas alturas, Iblis había completado suficientes proyectos a gran escala para que las máquinas pensantes no analizaran los detalles de los planes ya aprobados. Los cimeks nunca repararían en el sistema de destrucción.

Pero había que elegir el momento con suma precisión. En primer lugar, necesitaba reclutar más soldados para su causa.

Mientras veía al cimek alejarse hacia el centro de la ciudad, Iblis pintó mentalmente un blanco en su contenedor cerebral. Si se producía una revuelta violenta, este anciano y brutal cimek sería de los primeros en caer.

Al llegar al perímetro de la obra, Ajax extendió uno de sus brazos en un gesto petulante que alcanzó a un grupo de esclavos, encargados de limpiar los escombros. Decapitó a uno de ellos, y la cabeza ensangrentada fue a parar contra el mural casi terminado.

Aunque el titán parecía más nervioso que de costumbre, Iblis confiaba en haber cubierto su rastro.