Incluso lo esperado puede provocar una terrible sorpresa cuando nos aferramos a tenues esperanzas.
XAVIER HARKONNEN
Mientras los supervivientes de Giedi Prime contaban sus muertos, documentaban los daños y hacían planes para el futuro, Xavier sentía que sus esperanzas se desvanecían. Daba la impresión de que nadie había visto a Serena Butler desde que había marchado de la isla del mar del norte.
Hizo turnos dobles en los kindjals de reconocimiento, siguió pautas regulares sobre los continentes poblados, donde las máquinas pensantes habían causado la mayor destrucción. Xavier sabía que la joven nunca se escondería, sino que dedicaría todo su empeño a los trabajos de reconstrucción.
Mientras volaba en dirección este, vio que el sol amarillo se ponía a sus espaldas, tiñendo el cielo de tonos dorados y anaranjados. Violentas rachas de aire sacudieron su aparato, y luchó por controlarlo. Xavier se alzó por encima de las turbulencias, y su escuadrón le siguió.
Algún día, después de que Serena y él se casaran, contaría esta historia a sus hijos. Sintió una opresión en el pecho cuando pensó en esto, pero continuó su búsqueda, sin atreverse a pensar en lo que haría si algo le había sucedido.
Desde esta altura, Xavier distinguía el contorno de los continentes y mares. Gracias a un potente visor, distinguió el centro de una ciudad y divisó grupos de luces que indicaban un campamento humano. Durante su breve y brutal dominio, los conquistadores habían aniquilado a incontables personas, y millones habían huido al campo.
Los supervivientes empezaban a regresar a sus hogares. Cuadrillas de reconstrucción se habían trasladado a los complejos industriales, donde eliminaban las modificaciones llevadas a cabo por las máquinas y volvían a poner en funcionamiento las instalaciones necesarias para reconstruir viviendas y distribuir alimentos y suministros. En Giedi City, los expertos de la Armada analizaban los restos de la ciudadela donde se había atrincherado Omnius. Solo quedaban fragmentos retorcidos de soporte físico y mecanismos electrónicos.
Pero el proceso de reconstrucción exigiría mucho tiempo.
Xavier odiaba a las máquinas más que a nada, pero también creía en el honor entre hombres. No podía comprender al traidor Vorian Atreides, que viajaba de buen grado junto a un capitán robot en una nave espía de las máquinas pensantes. Le habían lavado el cerebro, de eso no cabía duda, pero el comportamiento arrogante del joven sugería fuertes convicciones…, una pasión fanática, sincera. Atreides había afirmado ser hijo de Agamenón, el peor de los titanes.
Una nave del escuadrón descendió hacia el mar.
—Tercero Harkonnen, he detectado restos metálicos en el agua.
—Id a comprobarlo —dijo Xavier, asaltado por un repentino temor.
Dos kindjals planearon en dirección al mar.
—La masa y configuración sugiere que son los restos de una nave militar de la liga —transmitió un piloto—. Quizá un forzador de bloqueos.
—¿Hemos perdido alguna nave de esas características en la batalla?
—No, señor.
—Recuperad los restos —ordenó Xavier, sorprendido por la firmeza de su voz—. Los analizaremos.
No quería decirlo, pero sabía que Serena y su equipo habían salido al mar en una nave de ese tipo desde la isla.
Pensó en la imagen de Serena proyectada desde el collar de diamantes negros que Octa le había dado. El recuerdo era tan vivo que la hermosa mujer parecía estar delante de él, orgullosa y decidida en su alocada idea de ayudar a los habitantes de Giedi Prime.
Cuando la tripulación recogió los restos, Xavier vio que el casco estaba pintado de un gris discreto, con una cobertura de camuflaje, ahora rota y desprendida.
Se sintió aturdido.
—Hemos de asegurarnos.
Más tarde, cuando los restos fueron entregados a un campamento militar improvisado en Giedi City, Xavier Harkonnen ordenó que llevaran a cabo un análisis minucioso de los vestigios hallados en el interior del aparato. Algunas piezas parecían proceder de naves robóticas, pero eso no le importaba. Su mente y su cuerpo estaban paralizados de terror. Las conclusiones eran inevitables.
En el interior de un módulo salvavidas semidestrozado, descubierto no lejos del forzador de bloqueos, el equipo de búsqueda había encontrado también los restos despedazados de un anciano, identificado como Ort Wibsen. Todas las dudas se disiparon. Esta había sido la nave de Serena.
Encontraron más sangre dentro de la nave sumergida. Era evidente que, al final, habían opuesto una resistencia encarnizada. Xavier analizó el ADN, con la esperanza de obtener resultados diferentes a los que temía.
Pero los resultados demostraron que las otras víctimas eran el mensajero Pinquer Jibb… y Serena Butler. Serena. Amor mío…
Xavier intentó aferrarse a los últimos vestigios de esperanza. Tal vez las máquinas se habían limitado a tomar prisionera a Serena. Pero era una posibilidad estrambótica, irreal… Y teniendo en cuenta la brutalidad de robots y cimeks, ¿era deseable ese sino?
No, tendría que volver a Salusa Secundus y comunicar la noticia a un abatido Manion Butler.
No cabía la menor duda. Serena había muerto.