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El mundo seguía allí y seguía armonizando… o quizá yo lo hacía armonizar. Cuando nosotros creamos esa armonía, supongo que la llamamos hábito. Entré como sustituto en el sistema escolar de Westborough y luego a jornada completa. No me sorprendió que el director del instituto local fuese un fanático del fútbol americano llamado Borman…, como cierto entrenador simpaticón que había conocido una vez en otra parte. Me mantuve en contacto con mis viejos amigos de Lisbon Falls durante una temporada y luego me distancié. C’est la vie.

Volví a consultar la hemeroteca del Morning News de Dallas y descubrí un articulillo en el ejemplar del 29 de mayo de 1963: BIBLIOTECARIA DE JODIE SALE DEL HOSPITAL. Era breve y en gran medida insustancial. No había nada sobre su estado de salud y sus planes de futuro. Ni foto. Los breves sepultados en la página 29, entre anuncios de muebles rebajados y oportunidades para la venta puerta a puerta, nunca vienen con foto. Es una de las grandes verdades de la vida, como que el teléfono siempre suena cuando estás en el baño o en la ducha.

En el año transcurrido después de mi regreso a la Tierra de Ahora, hay varias páginas web y varios temas de búsqueda de los que me he mantenido alejado. ¿Sentía la tentación? Por supuesto. Pero la red es una espada de doble filo. Por cada hallazgo que reconforta —como descubrir que la mujer a la que amabas sobrevivió a su ex marido loco— hay dos con el poder de hacer daño. Una persona que busque noticias de alguien puede descubrir que ese alguien murió en un accidente. O de cáncer de pulmón por culpa del tabaco. O que se suicidó, en el caso de ese alguien en particular muy probablemente con una combinación de bebida y somníferos.

Sadie a solas, con nadie que la despertase a bofetones y la metiera en una ducha fría. Si eso había pasado, no quería saberlo.

Usaba internet para preparar mis clases, lo usaba para consultar la cartelera y una o dos veces por semana miraba los últimos vídeos virales. Lo que no hacía era buscar noticias de Sadie. Supongo que, si Jodie hubiera tenido un periódico, me habría sentido aún más tentado, pero entonces no tenía y a buen seguro no lo tenía ahora, cuando internet estaba estrangulando poco a poco a la prensa de papel. Además, existe un viejo proverbio que dice: «No mires por un agujero en un árbol si no quieres llevarte un disgusto». ¿Ha habido en la historia humana un agujero en un árbol más grande que internet?

Sobrevivió a Clayton. Más valía, me dije, dejar ahí lo que sabía sobre Sadie.