11

Casi esperaba que Deke o la señorita Ellie, después de la representación de la segunda noche, me llevasen aparte con cara de circunstancias para decirme que habían recibido una llamada de Sadie diciendo que yo había perdido la chaveta. Pero eso no sucedió y, cuando volví a su casa, encontré una nota en la mesa que decía: «Despiértame si quieres un resopón de medianoche».

No era medianoche —por poco— ni ella estaba dormida. Los siguientes cuarenta minutos o así fueron muy agradables. Después, a oscuras, me dijo:

—No tengo que decidir nada ahora mismo, ¿verdad?

—No.

—Y no tenemos que hablar de esto ahora mismo.

—No.

—A lo mejor después del combate que me dijiste.

—A lo mejor.

—Te creo, Jake. No sé si eso significa que estoy loca o no, pero es verdad. Y te quiero.

—Yo también te quiero.

Sus ojos resplandecían en la oscuridad; el que era bello y tenía forma de almendra y el que estaba torcido pero aún veía.

—No quiero que te pase nada, y no quiero que hagas daño a nadie a menos que sea absolutamente necesario. Y nunca por error. Nunca jamás. ¿Lo prometes?

—Sí. —Me fue fácil. Ése era el motivo de que Lee Oswald todavía respirase.

—¿Tendrás cuidado?

—Sí. Tendré mucho…

Detuvo mi boca con un beso.

—Porque me da igual de dónde vengas, para mí no hay futuro sin ti. Y ahora, vamos a dormir.