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En el vestíbulo no había estudiantes de la ESCD en el instituto cuando salí del ascensor, pero sí un par de ex alumnos. Mike Coslaw y Bobbi Jill Allnut estaban sentados en duras sillas de plástico con sendas revistas olvidadas en sus regazos. Mike se levantó de un salto y me tendió la mano. De Bobbi Jill recibí un fuerte abrazo, de los buenos.

—¿Es muy grave? —preguntó—. Quiero decir… —Se pasó las puntas de los dedos por su propia cicatriz medio desaparecida—. ¿Puede arreglarse?

—No lo sé.

—¿Ha hablado con el doctor Ellerton? —preguntó Mike.

Ellerton, considerado el mejor cirujano plástico del centro de Texas, era el médico que había obrado su magia con Bobbi Jill.

—Esta tarde estará en el hospital, haciendo su ronda. Deke, la señorita Ellie y yo hemos quedado con él dentro de… —Miré mi reloj—. Veinte minutos. ¿Queréis estar delante?

—Por favor —dijo Bobbi Jill—. que él puede arreglarla. Es un genio.

—Vamos, pues. A ver qué puede hacer el genio. Mike debió de leer la expresión de mi rostro, porque me apretó el brazo y dijo:

—A lo mejor no es tan grave como usted cree, señor A.