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El lunes, 25 de marzo, Lee subió caminando por Neely Street con un paquete alargado envuelto en papel marrón. Observando por una minúscula separación entre las cortinas, vi las palabras CERTIFICADO y ASEGURADO estampadas en él con grandes letras rojas. Por primera vez parecía huidizo y nervioso, mirando para variar el entorno exterior que lo rodeaba en vez del siniestro mobiliario de las profundidades de su cabeza. Yo sabía lo que contenía el paquete: un fusil Carcano, también conocido como Mannlicher-Carcano, de 6,5 milímetros, con mira telescópica incluida, adquirido en Klein’s Sporting Goods en Chicago. Cinco minutos después de que subiera al segundo piso por la escalera exterior, el arma que Lee iba a usar para cambiar la historia se encontraba en un armario encima de mi cabeza. Marina sacó las famosas fotos en las que lo sostenía justo delante de la ventana de mi salón seis días más tarde, pero yo no lo vi. Fue un domingo, y estaba en Jodie. A medida que se acercaba el 10 de abril, esos fines de semana con Sadie se habían convertido en lo más importante, lo más querido de mi vida.