Oswald empezó a faltar mucho más al trabajo después de ese día. Si Marina lo sabía, no le importaba. A lo mejor ni siquiera se dio cuenta. Estaba absorta en su nueva amiga Ruth. Las palizas habían remitido un poco, no porque la moral hubiese mejorado, sino porque Lee pasaba casi tanto tiempo fuera como ella. A menudo se llevaba su cámara. Gracias a las notas de Al, sabía adonde iba y lo que estaba haciendo.
Un día, después de que partiera hacia la parada del autobús, me subí a mi coche y conduje hasta la Oak Lawn Avenue. Quería adelantarme al interurbano de Lee, y lo conseguí. Con tiempo de sobra. Había plazas de aparcamiento en batería a ambos lados de Oak Lawn, pero mi Chevy rojo con las aletas de gaviota llamaba la atención, y no quería arriesgarme a que Lee lo viera. Lo dejé doblando la esquina con Wycliff Avenue, en el aparcamiento de una tienda Alpha Beta. Después fui hasta Turtle Creek Boulevard dando un paseo. Las casas eran neohaciendas decoradas con arcos y estuco. Había caminos de entrada bordeados de palmeras, grandes jardines y hasta un par de fuentes.
Delante del 4011, un hombre esbelto (que tenía un parecido asombroso con el actor de películas del Oeste Randolph Scott) estaba empujando un cortacésped. Edwin Walker vio que lo miraba y me dedicó un breve medio saludo tocándose la sien. Le devolví el gesto. El blanco de Lee Oswald continuó cortando el césped y yo seguí mi camino.