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Cuando volví a Neely Street esa noche, me puse los auriculares y escuché la última grabación. No esperaba otra cosa que ruso, pero esa vez también me tocó algo de inglés. Y chapoteos.

Marina: (Habla en ruso).

Lee: ¡No puedo, mamá, estoy en la bañera con Junie!

(Más chapoteos, y risas: la de Lee y las agudas carcajadas de la niña).

Lee: ¡Mamá, hemos tirado agua al suelo! ¡Junie ha salpicado! ¡Qué niña tan mala!

Marina: ¡A fregarlo! ¡Yo soy ocupada! ¡Ocupada! (Pero también se ríe).

Lee: No puedo, ¿quieres que la niña…? (Ruso).

Marina: (Habla en ruso, riñendo y riendo a la vez).

(Más chapoteos. Marina tararea una canción pop de la K-Life. Suena dulce).

Lee: ¡Mamá, trae nuestros juguetes!

Marina: Da, da, siempre con los juguetes.

(Otro chapoteo, fuerte. La puerta del baño ya debe de estar abierta del todo).

Marina: (Habla en ruso).

Lee (voz de niño caprichoso): Mamá, te has olvidado de nuestra pelota de goma.

(Gran chapoteo: la niña chilla de alegría).

Marina: Hala, los juguetes para el príinsipe y la prinseeessa.

(Risas de los tres: su felicidad me da frío).

Lee: Mamá, traenos un (palabra en ruso). Tenemos agua en la oreja.

Marina (riendo): Ay, Dios, ¿qué será lo siguiente?

Esa noche estuve en vela mucho tiempo, pensando en los tres. Felices por una vez, ¿y por qué no? El 214 de Neely Oeste Street no era gran cosa, pero seguía siendo una mejora. Quizá hasta dormían en la misma cama y June por una vez estaba contenta en vez de muerta de miedo.

Y ahora un cuarto en la cama, además. El que crecía en la barriga de Marina.