Eso fue una tarde de viernes, y fui directo con el coche desde Greenville Avenue hasta Kileen, donde me reuní con Sadie en los Bungalows Candlewood. Pasamos la noche, como teníamos por costumbre ese invierno. Al día siguiente ella volvió en coche a Jodie, donde me reuní con ella el domingo para ir a misa. Después de la bendición, durante la parte en que estrechábamos la mano a quienes nos rodeaban diciendo «La paz sea contigo», mis pensamientos fueron a dar —con cierto desasosiego— a la pistola que había escondido en el maletero de mi coche.
Cuando almorzábamos ese domingo, Sadie preguntó:
—¿Cuánto falta? Para que acabes lo que tienes que hacer.
—Si todo va como espero, no mucho más de un mes.
—¿Y si no?
Me pasé las manos por el pelo y me acerqué a la ventana.
—Entonces no lo sé. ¿Hay algo más que te ronde la cabeza?
—Sí —dijo ella con calma—. De postre hay pastel de cereza. ¿Quieres nata con el tuyo?
—Mucha —respondí—. Te quiero, cariño.
—Más te vale —dijo ella mientras se levantaba para ir por el postre—. Porque me la estoy jugando.
Me quedé en la ventana. Un coche pasó poco a poco por la calle —no viejo sino clásico, como decían los pinchadiscos de la K-Life— y sentí de nuevo ese tintineo armónico. Pero para entonces lo sentía siempre, y a veces no significaba nada. Me vino a la mente una de las consignas de AA de Christy: TEMER, siglas de «Tomar espejismos y mentiras por evidencias reales».
Esa vez sentí el chasquido de una asociación, sin embargo. El coche era un Plymouth Fury rojo y blanco, como el que había visto en el aparcamiento de la fábrica Worumbo, no muy lejos del secadero al que daba la madriguera de conejo a 1958. Ése llevaba matrícula de Arkansas, no de Maine, pero aun así… ese tintineo. Ese tintineo armónico. A veces me daba la sensación de que, si supiera lo que significaba ese tintineo, lo sabría todo. Probablemente fuera una estupidez, pero era cierto.
Míster Tarjeta Amarilla lo sabía, pensé. Lo sabía y eso lo mató.
Mi último armónico señalizó que doblaría a la izquierda, giró en la señal de «stop» y desapareció hacia la calle principal.
—Ven a comerte el postre, hombre —dijo Sadie a mi espalda, y di un respingo.
Los de AA dicen que TEMER también significa otra cosa: «Todo es una mierda, escapa rápido».