La lluvia únicamente se congeló en los puentes, y sabía por mi otra vida —la de Nueva Inglaterra— que debía tener cuidado; con todo, fue un largo camino de regreso a Jodie. No había hecho más que poner a calentar agua para una taza de té cuando sonó el teléfono. Esta vez era Sadie.
—Estoy intentando contactar contigo desde la hora de la cena para preguntarte sobre la fiesta de Nochebuena del entrenador Borman. Empieza a las tres. Iré si quieres llevarme, porque así podremos marcharnos temprano. Pondremos como excusa que tenemos reserva en el Saddle o algo similar. Pero se ruega confirmación.
Vi mi propia invitación descansando junto a la máquina de escribir y sentí un leve aguijonazo de culpa. Llevaba allí tres días y ni siquiera la había abierto.
—¿Tú quieres ir? —pregunté.
—No me importaría hacer acto de presencia. —Se produjo una pausa—. ¿Dónde has estado todo este tiempo?
—En Fort Worth. —Casi añadí: «De compras navideñas». Sin embargo, callé. Lo único que había comprado en Fort Worth era información. Y la llave de una casa.
—¿Has estado de compras?
De nuevo, tuve que esforzarme por no mentir.
—La verdad…, Sadie, no puedo hablar de ello.
Hubo una larga pausa, muy larga, durante la cual me descubrí a mí mismo ansiando un cigarrillo. Probablemente había desarrollado una adicción por contacto. Dios sabía que era un fumador pasivo todo el día, todos los días. La sala de profesores era una constante bruma azulada.
—¿Se trata de una mujer, George? ¿Otra mujer? ¿O soy una entrometida?
Bueno, estaba Ivy, pero Sadie se refería a otra clase de mujer.
—En el departamento femenino, tú eres la única.
Otra de aquellas largas pausas. En el mundo físico, quizá Sadie se moviera sin prestar la debida atención; en su cabeza, nunca lo hacía. Por fin habló:
—Sabes mucho de mí, cosas que creí que jamás le contaría a nadie, pero yo no sé casi nada de ti. Supongo que acabo de darme cuenta. Sadie puede ser muy estúpida, ¿verdad, George?
—No eres estúpida. Y una cosa que sí sabes es que te quiero.
—Sí… —En su voz se percibía un tono de duda. Me acordé de la pesadilla que había tenido aquella noche en los Bungalows Candlewood y la cautela que había visto en su rostro al decirle que no lo recordaba. ¿Mostraría ahora su rostro idéntica mirada? ¿O tal vez una expresión más grave que la mera cautela?
—¿Sadie? ¿Estamos bien?
—Sí. —Su voz recuperó cierto tono de confianza—. Claro que sí. Menos por la fiesta del entrenador. ¿Qué quieres hacer? Ten en cuenta que asistirá el departamento escolar al completo y que la mayoría estarán borrachos como cubas para cuando la esposa del entrenador ponga el bufet.
—Vayamos —propuse con demasiada efusividad—. Vayamos de fiesta y a liarla parda.
—¿A liarla qué?
—A divertirnos un poco, es lo que quería decir. Nos quedaremos una hora, una hora y media como mucho, y después nos iremos a cenar al Saddle. ¿Te parece bien?
—Perfecto. —Éramos como una pareja negociando una segunda cita después de que la primera no hubiera resultado convincente—. Nos lo pasaremos bien.
Me acordé de Ivy Templeton oliendo el fantasma del perfume de Sadie y preguntándome si mi chica sabía de los tejemanejes nocturnos que me traía a escondidas en el distrito sur de Fort Worth. Me acordé de Deke Simmons indicándome que cierta persona merecía conocer la verdad acerca de dónde había estado y qué había hecho en el pasado. Sin embargo, ¿iba a contarle a Sadie que maté a Frank Dunning a sangre fría porque de lo contrario él mataría a su mujer y a tres de sus cuatro hijos? ¿Que vine a Texas para impedir un asesinato y cambiar el curso de la historia? ¿Que sabía que era posible hacerlo porque procedía de un futuro donde podríamos haber mantenido esa conversación chateando vía ordenador?
—Sadie, esto va a funcionar. Te lo prometo.
—Perfecto —repitió. Luego, añadió—: Te veré mañana en el instituto, George. —Y colgó, muy suave y educadamente.
Sostuve el teléfono en la mano durante varios segundos, mirando fijamente la nada, y al final también colgué. En las ventanas que daban al patio de atrás se inició un repiqueteo. La lluvia se había convertido por fin en aguanieve.