Gracias a Deke Simmons, Sadie finalmente averiguó cómo era hacer el amor después de la puesta de sol. Al preguntarle, me dijo que había sido maravilloso.
—Pero aún me hace más ilusión despertarme por la mañana a tu lado. ¿Oyes el viento?
Lo oía. Ululaba a través de los aleros.
—¿No es acogedor ese sonido?
—Sí.
—Ahora voy a decir una cosa. Espero que no te haga sentir incómodo.
—Dime.
—Creo que estoy enamorada de ti. Quizá solo sea sexo. He oído que la gente suele cometer ese error, pero a mí no me lo parece.
—¿Sadie?
—¿Sí? —Intentaba sonreír, pero su rostro reflejaba pavor.
—Yo también te quiero. Sin quizá ni errores.
—Gracias a Dios —dijo, y se acurrucó a mi lado.