La madre del entrenador Borman, que vivía en una residencia de ancianos de Abilene, se había roto la cadera, y el sábado siguiente se celebraba el Baile de Sadie Hawkins en la ESCD. Me resultó imposible encajar estas dos piezas de información, y así se lo hice saber.
—¡El entrenador me convenció para que supervisara el baile con él! Dijo, y cito textualmente: «¿Cómo puede resistirse a ir a un baile que prácticamente lleva su nombre?». Esto fue la semana pasada. Y yo como una tonta accedí. Ahora se marcha a Abilene, ¿y dónde quedo yo? ¿Cómo voy a controlar a doscientos alumnos de dieciséis años obsesionados con el sexo que bailan el twist? ¡No podré! ¿Y si algunos de los chicos llevan cerveza?
En mi opinión, sería sorprendente que no lo hicieran, pero me pareció mejor no mencionarlo.
—O ¿y si hay una pelea en el aparcamiento? Ellie Dockerty me contó que un grupo de chicos de Henderson se colaron en el baile el año pasado. ¡Dos de ellos y dos de los nuestros terminaron en el hospital! George, ¿puedes ayudarme? Por favor.
—¿Acabo de ser Sadie Hawkinizado por Sadie Dunhill? —Lo dijo sonriendo. La idea de asistir al baile con ella no me llenaba exactamente de melancolía.
—¡No bromees! ¡No es divertido!
—Sadie, te acompañaré encantado. ¿Me regalarás un ramillete?
—Te regalaré una botella de champán si hace falta. —Lo recapacitó—. Bueno, con mi salario, mejor un vino espumoso. Cold Duck o algo así.
—¿Las puertas abren a las siete y media? —En realidad ya lo sabía. Había carteles por todo el instituto.
—Correcto.
—Y se trata de un baile con pinchadiscos. Que no haya banda es bueno.
—¿Por qué?
—Las bandas en directo pueden causar problemas. En un baile que vigilé una vez, el batería vendía cerveza en los interludios. Aquello sí fue una experiencia agradable.
—¿Hubo peleas? —Su voz sonaba horrorizada además de fascinada.
—No, pero hubo cantidad de vómitos.
—¿Fue en Florida?
Ocurrió realmente en el Instituto Lisbon, año 2009, así que contesté que sí, en Florida. Añadí también que me encantaría hacer de co-controlador en el baile.
—Muchas gracias, George.
—Un placer, madam.
Lo era. Absolutamente.