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Monté en el Sunliner y, mientras salía marcha atrás de la plaza de aparcamiento en pendiente, vislumbré el rostro estrecho y receloso del señor Keene espiándome desde la farmacia. Bajé la ventanilla, saqué el brazo y le enseñé el dedo corazón. Después ascendí Up-Mile Hill y salí de Derry por última vez.